Nace Aldous Huxley

Otro 26 de julio, el de 1894, hace 129 años, viene al mundo en Surrey el vástago de una familia inglesa de notables científicos. Su abuelo, el biólogo evolutivo Thomas Henry Huxley, fue uno de los más brillantes y ardientes defensores de las teorías de Charles Darwin. Su padre, Leonard, también biólogo, fue el editor de la prestigiosa revista Cornhill Magazine, y su madre, Julia Arnold, fue una de las primeras estudiantes licenciadas en Oxford. Cuando su progenitora muera, contando el pequeño Aldous —el neonato del día— tan solo 14 abriles, ocupará el lugar de Julia en la educación del muchacho su tía materna, la novelista Humphrey Ward. En fin, todo son prohombres del humanismo y la ciencia —con frecuencia, además de biólogos, filósofos y, huelga decirlo, todos escriben—. Pero el pequeño Aldous sabrá estar a la altura de las circunstancias y desde la más temprana edad dará muestras de un prodigioso y variado talento.

"Filósofo él mismo, como el hijo de esa familia meritoria de ilustres sabios que es, serán muchos los talentos con los que su genealogía dotará a Aldous Huxley"

En 1910, siendo uno de los alumnos más brillantes del colegio de Eton, una afección ocular le dejará medio ciego. Mas Aldous Huxley tendrá suficiente voluntad para aprender a leer y a tocar el piano mediante el sistema Braille. Parecerá una de esas historias de superación y autoayuda que tanto gustan a los lectores de nuestros días, pero será otra cosa: la primera manifestación de la inquebrantable voluntad de un sabio —aquel 26 de julio de 1894 fue un momento estelar de la humanidad porque nació uno de sus grandes ilustrados—, de la que dará cuenta en uno de sus ensayos más celebrados, El arte de ver (1942). Recuperará la vista parcialmente. Pero tendrá problemas en sus córneas durante toda la vida. Ya en 1949, cuando George Orwell, colega y admirador de Huxley, le remita su distopía, pese a que a Huxley los oculistas le contarán los minutos que puede dedicar a la lectura diaria, todos ellos se los llevarán las páginas de Orwell en 1984.

Filósofo él mismo, como el hijo de esa familia meritoria de ilustres sabios que es, serán muchos los talentos con los que su genealogía dotará a Aldous Huxley, pero aquí celebramos al autor de una de las grandes distopías del siglo XX. Un mundo feliz (1932) será el título por el que los amantes de la ciencia ficción prospectiva admirarán a ese niño que un día como hoy nació en Surrey. En cierto modo basada en La República, ese diálogo de Platón que para muchos es la primera utopía, en el Estado Mundial del Mundo Feliz el poder se habrá injertado profundamente en la mente de los ciudadanos. Los niños se antojarán manufacturados, fabricar gente será un monopolio, y la llamada “hipnopedia” adoctrinará moralmente al ciudadano mientras duerme. Y el soma, maravilloso estupefaciente contra el malhumor, el descontento, el resentimiento y la amargura, hará que todo sea más llevadero.

"Será difícil creer tanta brutalidad en alguien a quien, desde 1935, su rechazo al materialismo tecnológico le habrá llevado al misticismo y al consumo de drogas psicodélicas con las que traspasará los límites de la consciencia"

Años antes que Huxley, en 1920, el escritor soviético Yevgueni Zamiatin, uno de los pocos a los que Stalin habrá dejado vivir en el exilio, antes de abandonar la URSS, habrá publicado Nosotros. Aquel texto supondrá el nacimiento de la antiutopía —el término «distopía» estará aún por acuñar—, todo un subgénero de la ciencia ficción prospectiva que prolongará su trilogía inaugural en Un mundo feliz y en 1984. “Tanto Zamiatin como Huxley lanzan una sátira muy eficaz contra la felicidad implantada por decreto en los estados totalitarios”, escribirá María Luisa Berneri en A través de las utopías, un ensayo de referencia sobre el género que, con el sello de la editorial bonaerense Proyección, será dado a la estampa en 1975. “Pero en vez de exigir el derecho a la felicidad libre, que resultaría de la expresión sin trabas de la personalidad humana, reclaman el derecho a sufrir”.

Mono y esencia, que Huxley publicará en 1948, será una novela brutal —entiéndase el “brutal” como un elogio de su atrevimiento—. Concebida a modo de guion, que dos profesionales de Hollywood encontrarán abandonado en el vagón de un tren, el salvajismo vendrá dado por un lenguaje bronco, agresivo, que Huxley, que preferirá ocultarse bajo el artificio del libreto encontrado, intentará ocultar en todo momento mediante el sarcasmo.

"En la sociedad futurista imaginada por Aldous Huxley, lo ideal será ser tan perfectos como máquinas"

Será difícil creer tanta brutalidad en alguien a quien, desde 1935, su rechazo al materialismo tecnológico le habrá llevado al misticismo y al consumo de drogas psicodélicas, con las que traspasará los límites de la consciencia. Las puertas de la percepción titulará el ensayo donde dará cuenta del asunto. El texto llegará a las librerías en 1954. “Si las puertas de la percepción fueran abiertas, todo se le aparecería al hombre tal cual es: infinito”. Estos versos de William Blake, 58 años después de venir al mundo un día como hoy, servirán a Huxley para desarrollar su teoría. Once años después, esas puertas de la percepción darán título a The Doors, una de las grandes bandas del rock psicodélico.

En la sociedad futurista imaginada por Aldous Huxley, lo ideal será ser tan perfectos como máquinas. Así se escribe la historia.

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