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Nace el gran Sheridan Le Fanu

Que sea merecedor de una escueta referencia en El horror en la literatura (Alianza Editorial, Madrid 1984), que viene a ser algo así como el canon del género según Howard Phillips Lovecraft, no ha de llamar a engaño a nadie: Joseph Sheridan Le Fanu es uno de los grandes maestros del cuento de miedo. Considerado por muchos como el precursor de la actual ghost story, fue un genuino heredero de la tradición de la novela gótica, a cuyos escalofríos consiguió insuflar una nueva turbación: la aportada por la verosimilitud de una de sus mejores propuestas: La habitación del Dragón Volador (1872). Abunda en ella el terror de planteamientos sobrenaturales, un miedo muy de la centuria decimonónica, ya apuntado por Poe en El entierro prematuro (1844), bien es cierto. Mas, a diferencia de Edgar Allan, que convierte a su narrador en un cataléptico, Sheridan Le Fanu lo enmarca en un asunto criminal.

Irlandés como Charles Maturin y Bram Stoker, Joseph Sheridan Le Fanu vio la luz por primera vez en Dublín, en el 45 de Dominik Street, el 28 de agosto de 1814. Es decir, hace hoy 210 años la humanidad vivió uno de sus momentos estelares —como siempre que nace alguien llamado a contar historias— porque, siendo el miedo una de las emociones de más arraigo en el ser humano, nació uno de los autores que más acertadamente habrían de hablar sobre el espanto. En efecto, el neonato de aquel remoto día como hoy habría de escribir, con el tono y el tino de muy pocos, sobre la anticipación de lo terrible y hacer belleza de la paranoia, del horror plausible y verosímil, tanto como del sobrenatural.

"Sheridan Le Fanu era conocido como el príncipe invisible merced a su inveterada misantropía"

Si señor, el gran Sheridan Le Fanu vino al mundo con ese don, de tantos hijos de Irlanda —también llamada la Isla Esmeralda por su exuberancia y su verdor—, para contar historias. Fue la suya una familia hugonote emigrada a la ciudad que viera nacer al futuro escritor en 1730. Entre sus parientes maternos se encontraba un dramaturgo, Richard Brinsley Sheridan, al parecer, muy apreciado por sus contemporáneos.

Tras graduarse en el Trinity College de Dublín, el futuro escritor ejerció durante algún tiempo como abogado. Pero sería su actividad editorial la que le ocuparía la mayor parte de su vida. Propietario del rotativo dublinés Evening Mail, de las revistas por él puestas en marcha cumple destacar la Dublin University Magazine, ganadora en su momento de cierto renombre internacional.

Reacio a los viajes, parece ser que Sheridan Le Fanu nunca abandonó su Dublín natal. Es más, Rafael Llopis —que tanto sabía de estos menesteres—, en su espléndida Antología de cuentos de terror 2: De Charles Dickens a M. R. James (Alianza Editorial, Madrid 1981), sostiene que Sheridan Le Fanu era conocido como «el príncipe invisible» merced a su inveterada misantropía. Ninguna visita le era más grata que el estudio de las doctrinas de Swedenborg o la creación literaria. Como escritor se dio a conocer recopilando baladas y leyendas irlandesas, y cultivando igualmente la novela histórica en la estela de Walter Scott en títulos como Guy Deverell (1865).

"Ese punto de inflexión que supone al género no fue suficiente para librar al escritor del olvido en que cayó su obra tras su muerte, acaecida en 1873"

Pero el Sheridan Le Fanu que se aplaude hoy en día es el de ficciones como The House by the Churchyard (1863), Wylder’s Hand y El tío Silas (ambas de 1864). Ahora bien, dentro de esa constante por la que el género alcanza sus cotas más altas en el relato breve, nuestro escritor da lo mejor de su producción en la colección Las criaturas del espejo (1872). Entre las piezas allí reunidas destaca Carmilla, acaso el primer cuento de vampiras, inspirador a su vez de cuantos súcubos se han visto en la pantalla. La reina de las criaturas de la noche tuvo en el Carl Theodor Dreyer de La bruja vampiro (1932) a su primer adaptador a la pantalla. La impronta del gran Sheridan Le Fanu en el cine es inmensa. Esa dramatización de la psicología del miedo de la que hablaba Val Lewton tuvo su origen en La habitación del Dragón Volador.

Se impone igualmente la referencia a Un extraño suceso en la vida de Schalken, el pintor (1839). Gótica pura, en sus párrafos se mezcla el tema del alma en pena con algo tan terreno como los amores perdidos a consecuencia de los intereses antepuestos y las palabras mal dichas en un momento dado.

«La obra de Sheridan Le Fanu —sostiene el crítico Roberto Cueto— marca la transición de la corriente clásica de los Radcliffe y Maturin a la llamada novela sensacionalista de la era victoriana (…). Esa tensión entre el pasado terrorífico y el presente cotidiano será una de las claves para entender gran parte del fantástico posterior».

Sin embargo, ese punto de inflexión que supone al género no fue suficiente para librar al escritor del olvido en que cayó su obra tras su muerte, acaecida en 1873. Ni siquiera los elogios que le dispensó Henry James le rehabilitaron. James Joyce lo cita en Finnegans Wake (1924). Pero habría de ser uno de sus discípulos, el también aplaudido autor de terrores M. R. James, quien, reivindicándolo como una de sus principales influencias, recuperó al gran Sheridan Le Fanu para el público lector.

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