Debatiéndose entre buscar «un hogar en el que permanecer» o seguir «atravesando la selva con un machete». Así se siente el cineasta Nacho Vigalondo mientras sigue quitándose “espinitas” como la de rodar en los grandes estudios de Hollywood, algo que ha logrado con la serie Nuestra bandera significa muerte (HBO Max) que se estrena este jueves.
—¿Cómo cae en este tipo de proyectos?
—Cuando tienes agentes en Estados Unidos te llegan cositas. Para hacerlas hay dos condiciones que se tienen que dar: que me mole mucho el proyecto y que haya un margen de maniobra para hacerlo, que yo me vea capaz de ir y volver. Porque lo que no voy a hacer es ir y quedarme allí en Los Ángeles. En este caso, solamente con la calidad de los guiones ya estaba dentro. Además, el tamaño de la serie es increíble, con el récord de presupuesto para una serie con capítulos de media hora.
—¿Dan hoy más respeto las comedias por el miedo a no ser políticamente correcto?
—Yo creo que no. No vengo de un pasado en el que todo era salvaje y todo estaba permitido. Los tabúes cambian con el paso de los años y van a seguir cambiando. Las transformaciones culturales hacen que lo que ahora es delicado mañana no lo sea y viceversa, es un movimiento de placas tectónicas que no cesa. Hay chistes que ya no se pueden hacer, pero es que a mí tampoco me interesa repetir chistes de otras épocas. Lo interesante es buscar nuevas formas de reírse.
—Ha contado en alguna ocasión que aún está esperando su gran proyecto en Hollywood. ¿Esta serie le hace sentirse más cerca de ello?
—Lo que dije es que nunca había rodado en Hollywood como tal, no que lo estuviera esperando. Aunque he rodado en Estados Unidos siempre han sido producciones independientes, fuera de las grandes majors. Lo que no había hecho era rodar dentro del sistema de estudios. Y esta serie la he rodado dentro del plató de Warner. Ya me he quitado la espinita y, si vuelve a darse la ocasión, bienvenido sea, pero tampoco vivo sediento por esas aguas. Cualquier cosa que me parezca muy divertida y que me guste mucho yo diré «adelante».
—¿Este es el principal motor de sus pasos?
—No se cuándo fue la última vez que no hice algo que me pareció divertidísimo o una aventura en el sentido amplio de la expresión. Esa es mi gran suerte, que todo lo que hago, ya sea presentar los Premios Feroz o hacer esta serie, me parece divertido y es como atravesar la selva con un machete.
—Entonces lo de encontrar la fórmula y repetirla no va con usted.
—Exactamente, aunque a veces sí que siento que me gustaría encontrar una casa, un hogar en el que permanecer. No lo he encontrado, y ya veremos dónde encuentro el lugar en el que pasar el resto de mis días, pero mientras no lo encuentre, pues la selva.
—Como creador, ¿cuánta importancia le da a gustar a las mayorías?
—Gustar a la gente es el premio dulce definitivo, pero a la mayoría… No sé hasta qué punto sería una traición que yo aspirara a la mayoría cuando como público nunca he sido una mayoría. Nunca he sido consumidor de mayorías, entonces para mí sería un poco raro perseguirlo. Si lo encontrara sería maravilloso, por supuesto, si yo me convirtiera en autor taquillero, pero bueno, estoy contento en el huequecillo que me ha tocado.
—¿Vive la ficción española un momento dulce o de empacho?
—De empacho no, porque, por ejemplo, ahora mismo la película que ha obtenido el Premio Fotogramas de plata ha sido Espíritu sagrado. Si es la película del año no estás empachado porque no es un tipo de producto que sea mayoritario. Como siempre, hay un sabor del que se produce una cuantía que puede generar saturación, pero hay otros muchos sabores que se producen con menos frecuencia. Eso siempre ha sido así, esa balanza entre el mainstream y el underground, creo que las proporciones se mantienen. De lo que le gusta a la mayoría hay más de la cuenta y de lo que nos gusta a la minoría siempre queremos más.
—Existe hoy en día una tendencia de hacer adaptaciones y regresos. Usted mismo está adaptando un episodio de Historias para no dormir, de Chicho Ibáñez Serrador. ¿De dónde viene esta moda?
—Los poderes financieros detrás de la producción audiovisual están más aterrados que nunca a que la gente no consuma nada que le suponga un mínimo riesgo a ellos como productores, y creo que han conseguido implantar esta necesidad en las cabezas de los consumidores. Es darles a entender que una película que repite cosas ya dichas es un espacio seguro. Hace unos años una película agitaba la bandera de «tienes que ver esto, que es completamente nuevo», como Matrix, pero hoy en día ninguna película se atrevería a enarbolar esa bandera. Las películas quieren dejar bien claro que todo lo que vas a encontrar es viejo. Y de alguna manera funciona. Hay mucha gente que ve una película que cumple la premisa de no dar nada nuevo y sale contenta del cine.
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