Si hubiera dado un paso al este cada vez que alguien me ha preguntado de dónde salen mis historias, ahora mismo tendría los pies metidos en alguna playa del levante español.
En esta ocasión lo tengo fácil. El chispazo que generó la trama de Nada importante surgió de una escena sencilla de la que, para muchas personas, fue la serie más icónica de la televisión de los años 90: Expediente X.
Todo comenzó durante el confinamiento. En esas semanas de obligado encierro, mi marido y yo decidimos ver series antiguas que no hubiésemos visionado en su momento y nos lanzamos a por Expediente X, mítica no solo por los alienígenas, los fenómenos paranormales, y las conspiraciones secretas que aparecen en muchos de sus capítulos, sino porque nos presentaba, por fin, a una pareja mixta, en este caso del FBI, en la que ella, Dana Scully (Gillian Anderson) ostentaba la parte intelectual y científica frente a la impulsividad y exaltación representada por él, Fox Mulder (David Duchovny). Dana, además, no mostraba reparos en llevar la contraria, siempre con criterio y serenidad, a su compañero. Este personaje femenino se convirtió en un referente positivo para muchas mujeres de aquella década gracias a su profesionalidad y su forma de ser y actuar. Tengo entendido que incluso aumentó el número de mujeres matriculadas en medicina a partir de entonces. ¿Casualidad?
Pues bien, en un capítulo de la primera temporada, seguida en todo el mundo por millones de telespectadores de ambos sexos y diversas edades, la agente Dana Scully solicita, en una comisaría de no recuerdo qué estado, información sobre un sospechoso, y la respuesta del detective que la atiende, tras comprobar en los archivos, es la siguiente: «Henry, 28 años. Cumplió condena en Iowa, Lousiana, por agresión sexual y drogas. Nada importante».
No dice «narcotráfico» ni «contrabando», solo dice «drogas». Vamos, que al tal Henry lo habían pillado fumándose un porro. Lo que sí dice bien claro es «agresión sexual» y «nada importante» en la misma frase. ¿De verdad la agresión sexual era considerada en los 90 «nada importante»?
Esperé una respuesta por parte de la agente Scully que pusiera en su sitio a aquel detective, pero no llegó. Y no lo hizo porque es verdad: en los 90, las agresiones a mujeres no eran algo que importara demasiado a la sociedad del momento. Por supuesto que estaban tipificadas en el código penal y castigadas con sus penas correspondientes. El problema era que muy pocas mujeres se atrevían a denunciarlas por las consecuencias sociales que llevaban adheridas. Que si esto les pasa por ir así vestidas, por salir hasta altas horas de la madrugada, por andar solas, por enfrentarse a sus maridos… Las sentencias con las que la sociedad las condenaba (¡sí, a ellas!) eran casi infinitas.
Me detuve a pensar en qué hubiera sentido al ver la serie en su época correspondiente, cuando era la número uno a nivel mundial y no dejaba de ganar premios. Me apena decir que, con toda probabilidad, esa escena me hubiera pasado tan desapercibida como a la casi totalidad de mujeres y hombres (digo «casi» porque aún me queda un rayo de esperanza) que esperaban con avidez su capítulo semanal. Qué pena, ¿verdad? Me consuela pensar que nuestra perspectiva depende del momento social y cultural en el que ocurren las cosas y que, en este en el que vivimos ahora, esa respuesta y su falta de réplica me ponen los pelos de punta.
El asunto es que, a partir de ese sutil comentario, comencé a urdir la trama de esta novela, a la que he titulado Nada importante, en la que observamos cómo se ha ido posicionando la sociedad, a lo largo de los años, ante la violencia de género. Para ello viajamos de la mano de Minerva, una joven que, en esa década de los 90, logra sobrevivir a un brutal ataque de lo que parece un caso claro de violencia de género. La prensa y la opinión pública no tardan en pronunciarse y, durante días, todo el mundo comenta y juzga. Cuando por fin despierta del coma, Minerva no recuerda absolutamente nada, ni siquiera a su auténtico agresor quien, desde ese instante, se mezclará entre sus amigos más íntimos para convertirse en su sombra y permanecer a su lado durante años, esperando el momento oportuno para finalizar su «autoencargo». Es durante este acompañamiento forzoso cuando descubrimos el crédito que la sociedad ha ido concediendo a las mujeres en diferentes ámbitos a lo largo de esta última treintena.
¿Creen que la sociedad ha avanzado lo suficiente en este sentido? ¿Es posible modificar determinados modelos sistémicos?
Les animo a adentrarse en esta historia y forjar sus propias opiniones.
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Autor: Mónica Rouanet. Título: Nada importante. Editorial: Roca editorial. Venta: Todostuslibros
«nuestra perspectiva depende del momento social y cultural en el que ocurren las cosas y que, en este en el que vivimos ahora, esa respuesta y su falta de réplica…» Creo que debe ser así…y menos mal que lo es. Si tenemos que «revisar» los actos de las personas (incluyendo los nuestros) con lo que sentimos en la actualidad y nuestras vivencias adquiridas no quedaría títere con cabeza.