Al comienzo de La Odisea, Atenea avisa a Telémaco de que su padre regresará de la Guerra de Troya, y le pide que ahuyente a los pretendientes de Penélope. Ella no tarda en decir unas palabras y, como un resorte, su hijo se apresura a reprenderla: «Madre, vete dentro de casa y ocúpate de tus labores, el telar y la rueca». Éste es, según Mary Beard (Munch Wenlock, Reino Unido, 1955), el primer testimonio escrito de un hombre mandando callar a una mujer. También es el comienzo del libro Mujeres y poder, un manifiesto, en el que la autora —galardonada con el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales en 2016— muestra que el machismo en Occidente es antiguo y obstinado. En sus páginas se entrelazan la cultura clásica y la actualidad del feminismo con su propia experiencia como mujer —que abarca desde su vida académica hasta su perfil en las redes sociales—. El objetivo de la obra, compuesta por dos pequeñas conferencias, es llevar a la reflexión sobre por qué las voces femeninas se excluyen de la vida social y, en consecuencia, de la política y los puestos del poder. De la conexión de ambos problemas surge la reivindicación más importante: el derecho que todas las mujeres tienen a ser tomadas en serio.
Beard se apresura a denunciar que el discurso femenino lleva más de dos milenios confinado en tres ámbitos: el papel de víctima o mártir (muchas veces en forma de últimas palabras antes de morir), el de representante de los intereses femeninos (las mujeres nunca hablan en nombre de los varones o de toda la comunidad, si es que estas dos categorías pudiesen distinguirse) y, por último, el rol de transmisoras de los «cotilleos» sin importancia pública (para un griego, expresiones prepolíticas y, por tanto, animales). Las Metamorfosis de Ovidio dan ejemplo de este último supuesto cuando las mujeres, antes de ser violadas, son convertidas en animales para impedir que se nieguen o que inculpen a sus agresores. Otras veces, cuando conservan su forma humana, se les corta la lengua. Pero los griegos también sabían que no era tan fácil hacerlas callar, y Filomena usa el telar, paradójicamente, para contar su historia en un tapiz. Con estos antecedentes, las mujeres de Estado se concibieron como usurpadoras que conducían al caos, a la destrucción de la sociedad y a la muerte. La muestra de este pensamiento es Clitemnestra, que asume el gobierno mientras Agamenón está en la guerra. En el proceso, se vuelve un ser andrógino —sólo así el aspecto frágil y la voz aguda de una mujer se convierten en una autoridad viril— que, para colmo, asesina a su marido cuando regresa. Como es previsible, sólo una conspiración de sus hijos (todos ellos hombres) pudo conseguir que volviera el orden a Micenas. A pesar del machismo institucionalizado existente en la Antigüedad, los conflictos de género en la vida cotidiana se expresaron en anécdotas muy significativas. Según una de ellas, tras el asesinato de Julio César, Cicerón fue asesinado por orden de Marco Antonio. Fulvia, la esposa de este último y víctima de algunos discursos del orador más brillante de Roma, aguijoneó la lengua de Cicerón, quien no dejó de acosarla hasta su caída, con un símbolo tan femenino como sus horquillas del pelo.
En el prólogo, la autora recuerda a su madre, quien nació antes de la aprobación del sufragio femenino en Reino Unido pero vivió lo suficiente para ver a Margaret Thatcher en el 10 de Downing Street. A pesar de los avances en materia de igualdad —al menos en Occidente—, el libro recuerda que la exprimera ministra recibió clases para hacer que su voz pareciese más grave, pero, en contraste, también hizo de su bolso un símbolo de su poder: un objeto femenino con el que «correr a bolsazos» a los impertinentes. Tampoco olvida citar a Angela Merkel como prototipo de mujer andrógina —visión reforzada por el consenso del traje de pantalón— o a Theresa May, sobre quien, en el contexto del Brexit, vaticina que no tardará en convertirse, para la opinión pública, en otra mujer aupada al poder para provocar el caos. Para terminar, la obra invita a las mujeres a repensar cómo ganarse el respeto de los hombres: si respondiendo a los Telémacos actuales o, dado el caso, aprendiendo —como hizo Fulvia— a usar las horquillas.
Autora: Mary Beard. Título: Mujeres y poder, un manifiesto. Editorial: Crítica. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro
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