No es la deforestación, ni los cazadores furtivos, tampoco las plantaciones de aceite de palma, los buscadores de oro o el cambio climático, es que “la nana del viento ya no arrulla” en Borneo y como bien dice Sebastián Moreno, autor de Nana de la desaparición(Premio Internacional de Dramaturgia Invasora, Ediciones Invasoras, 2020) ya “no se debe dormir”. Porque no ha merecido la pena, NUNCA habrá merecido la pena si nos quedamos con gente “como tú y como yo”, pero cuyo único objetivo es la rentabilidad de sus empresas frente a todo lo demás.
Quizá, lo que pase, es que estemos rompiendo definitivamente el vínculo entre los seres humanos y la naturaleza. Porque a veces, seamos sinceros, se nos olvida que somos las personas quienes formamos parte de la naturaleza y no al revés. A veces, muchas, se nos olvida algo que este texto afirma de manera rotunda y valiente: “Sé que he venido al mundo no para hacer sino para ser hecha”.* Aunque su personaje, LIUBA (fiel aprendiz de la científica primatóloga GALDIKAS) no se atreva a verbalizarlo. Aunque su pensamiento no brote en sonido… Pero el viento, todo lo oye a pesar de que la pluma lo esconda.
Y qué difícil, ¿verdad? Soltar el control y dejarse hacer. Dejar de hacer. Hacer sin hacer nada, sin destruir nada. Permitiendo que la naturaleza siga su curso sin imponer el nuestro. Porque “frente a la naturaleza. No hay nada que temer”… pero huele a miedo todo el rato.
Miedo para MUK que observa cómo su especie se extingue mientras su cabeza trata de entender… “¿dónde están las hembras?”. Miedo para quien pretende “aprenderlo todo con el ordenador”, para quien consigue dejar atrás la vida, asegurando prosperidad sin límites…
Asumir, comprehender y ayudar. Asumir, comprehender y ayudar. Asumir, comprehender y ayudar. Esa es la misión de GALDIKAS y LIUBA allí, en la selva. Pero “la selva se pliega contra sus raíces”. La tierra huele a sangre. Sin MUK la muerte está asegurada. Y es que perdemos 25 orangutanes cada día, 25.
No hay tierra sin tierra que la sustente, sin oxígeno que llene sus pulmones. Y eso no se llena con multinacionales, ni con cerebros enriquecidos, con oro ni con con aceite de coco. Se llena con semillas, con nutrientes que hagan brotar la naturaleza a su antojo. Naturaleza mucho más sabia que el más sabio de los seres humanos. “Humanos” por llamarnos de alguna manera.
La tierra duele, como le duele hoy (la espalda) a la joven LIUBA, pero resiste y lucha. Aún hay esperanza.
Nana de la desaparición, un texto profundo y frontal escondido entre las palabras que se deslizan por el papel como la lluvia de Borneo. Un texto que nos recuerda que cada día cuenta, como cuentan los 300 días al año que llueve en las selvas tropicales de ese mismo lugar. Y es que, a veces, no hay palabras para describir la vida. Porque la vida, hay que vivirla. Porque… “¿has cerrado los ojos alguna vez abrazando un árbol? No hay que temer. Disculpa que la descripción no sea más empírica”.
Nana de la desaparición, ojalá pronto en la escena nacional e internacional.
* Las palabras tachadas has sido tachadas por el autor que aclara al comienzo de su texto: “Se usa tachado para aquellos pensamientos que (los personajes) no se atreven a verbalizar”.
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Autor: Sebastián Moreno. Título: Nana de la desaparición. Editorial: Ediciones Invasoras, 2020. Venta: Todostuslibros.
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