Hay libros escritos por hombres que me ofenden como mujer. Pero Nadie duerme, escrito por una mujer, me ofende no sólo como mujer, sino también como lectora. Porque es un libro hecho sin ningún tipo de esfuerzo. Dicho de otro modo, con absoluta desvergüenza literaria, si es que la palabra «literatura» tiene algo que ver con esto. Hay tres cosas de las que hablaré en relación a esta autodenominada novela: trama, personajes y técnica. De ninguna bien, muy a mi pesar. Y digo «muy a mi pesar» porque me impuse como obligación de profesora y crítica leerlo entero, y entero lo he leído. Para mi desgracia.
Desde mi punto de vista, eficiencia y eficacia son herramientas de trabajo indispensables para cualquiera que pretenda escribir un relato: utilizar, por tanto, el número mínimo de palabras para lograr la imagen más precisa y el mayor significado. Pero resulta, en cuanto a eficiencia, que la autora de Nadie duerme, infantilmente ajena a la pasmosa simplicidad de su trama y las situaciones que plantea, se siente en la obligación de ofrecer numerosas explicaciones completamente innecesarias que no solo no aportan nada, sino que pueden llegar a confundir al lector. Como cuando dedica casi media página a contar que un hombre pasea por un parque que no es bueno para correr por los continuos desniveles en sus senderos; pero que esto no es óbice para el paseo, aclara, porque en realidad el individuo en cuestión sale a pasear y no a correr. Detalle básico, en fin, que tranquiliza mucho al lector, quien cuando decida salir a correr con desniveles ya sabrá a qué atenerse.
Otra de las cosas a valorar en un texto es el respeto a la palabra como herramienta de trabajo y como oferta al lector. Por eso es una falta de respeto tirarle al lector a la cara las cuatro primeras palabras que a la autora (Barbijaputa, firma con anónima elegancia) se le ocurran, y que el sufrido lector deba poner más atención al descifrarlas que la que la autora puso al escribirlas. El español es una lengua muy rica con miles de matices y connotaciones y palabras adecuadas; pero no hay una sola palabra adecuada en esta autodenominada novela. Y el caso es que, como digo, nuestro idioma tiene muchas que evocan sonidos, sensaciones, olores, texturas; combinaciones que hacen surgir emociones que erizan el vello, que te dejan sin aliento reflexionando, que golpean con una imagen tan nítida que tienes que parar de leer. Es una pena que Barbijaputa no acierte una sola de esas palabras o combinaciones en más de 400 páginas. Que ya es tener mala puntería. Aquí las ruedas de prensa “se montan”, las cosas raras suenan “marcianísimas”, y la protagonista no analiza si sus sospechas serán infundadas, sino que se siente “conspiranoica”.
En cuanto a la trama, y resumiendo dolorosamente, podría decirse que en un mundo alternativo y distópico, el partido de ultraderecha TOTUM llega al poder tras unas elecciones y comienza a implantar una serie de políticas represivas, especialmente para las minorías y, sobre todo, para las mujeres. En este contexto, un grupo de mujeres (todas ellas, naturalmente, víctimas de violencia machista) forma el Frente Feminista Revolucionario: un grupo terrorista para castigar a los responsables de que estas acciones quedaran impunes… Y en fin. Si la idea en principio podría resultar interesante, aquí la Barbijaputa autora tampoco ha perdido el sueño dándole vueltas al asunto. O documentándose; porque el problema es que, además, el planteamiento revela un conocimiento o una visión vergonzosamente superficial del feminismo, de la política, de la historia y, sobre todo, de la condición humana. Por no hablar de la más elemental literatura.
Para empezar, y ojalá fuera para terminar, hablemos de ese mundo distópico. Porque insultando de nuevo la inteligencia del lector al sobrevalorar la suya propia, el mundo que crea Barbijaputa, o que dice que crea, o que pretende decir que crea, es un mundo del que no te tragas una línea, un lugar ni una palabra; entre otras cosas porque nada tiene de singular ni original. La distopía barbijaputesca es exactamente igual que la España de hoy a nivel tecnológico, social y económico: las mismas marcas de ropa, los mismos coches, las mismas costumbres, instituciones y lengua, medios de transporte… Incluso se llama «rojos» de forma despectiva a los afines a la izquierda. El único motivo por el que la autora sitúa la acción en el ficticio país que llama Eare pero que es clavado punto por punto a España, es porque plantear otro escenario hubiese exigido esfuerzo, imaginación y talento. Justo todo aquello de lo que la autora carece.
Y ahora hablemos de TOTUM. La historia política en ese país inventado es bastante confusa, incluso después (como es mi caso) de haber subrayado y anotado el libro a conciencia. En principio, es la primera vez que un partido fascista está en el gobierno; sin embargo, sólo ha habido una legislatura bajo un gobierno de izquierdas, que es con la que ese país había conseguido la ley contra la violencia machista, del divorcio y del aborto. No sabemos qué pasó antes ni qué otros partidos hay o hubo. Tupido velo. Misterio. Por otra parte, es casi enternecedora la simpleza con la que se describe no sólo el ascenso al poder de este perverso partido, sino también su ideología: TOTUM es un partido fascista y capitalista en una democracia (la izquierda sigue en la oposición hasta bien avanzada la historia) que es, además, descrita como un régimen imperialista, pese a que Eare no es ningún imperio y tampoco aspira a serlo, o al menos no se le nota y hemos de creer a la autora bajo palabra. A lo largo de todo el libro se asocia fascismo y capitalismo con machismo y patriarcado, naturalmente; y la autora entiende que es en el socialismo (también naturalmente) el único entorno donde el feminismo puede florecer. Y por supuesto, a pesar de las horribles medidas represivas capitalistas, xenófobas, homófobas y machistas con que ese gobierno estrangula a un sinfín de colectivos, sólo el feminismo le planta cara. Nadie más que el feminismo. Con un par. Aún así, y se agradece el detalle, los fascistas de TOTUM aprietan, pero no ahogan. Porque con todo lo malos que son, seguramente por descuido, permiten que las mujeres puedan ir a la universidad o sean altos cargos de la policía. Que algo es algo (es una lástima que Barbijaputa no sea hombre, porque así podría yo rematar este párrafo con cierta vulgaridad pero contundencia, diciendo que el autor tiene la picha hecha un lío. Pero como no es autor, sino autora, se me estropea el efecto. Así que otra vez será).
El caso, amigas y amigos, es que así llegamos a la historia de la protagonista, que forma parte de ese comando terrorista para la liberación de la mujer: el Frente Feminista Revolucionario. El comando lo forma junto a otras tres mujeres, víctimas como ella de la violencia machista de una forma u otra. Tan rotas, todas ellas, que solo encuentran sentido a la vida entregándose al ataque y derribo de ese perverso sistema y a la eliminación de sus cómplices silenciosos.
No sé lo que habrá leído Barbijaputa (poco, evidentemente), pero sus modelos narrativos tienen la deliciosa simplicidad de la autodidacta y la agotadora incoherencia de una mala redacción escolar. Las cuatro miembros del comando viven juntas en una casa, hablando con total normalidad por si hay micrófonos, pero se llaman con nombres de pájaro (absolutamente nada sospechoso, imagínenlo), para no saber nada las unas de las otras. Son así de astutas. Hay, además, un momento en el que se mudan de casa, porque van a convertirse en élite guerrillero-feminista-sostenible, y con mucha cautela y secretismo clandestino se van al pueblo de una de ellas, donde todo el mundo la conoce. Para que los represores fasciomachistas no sospechen, eso sí, van cambiando las matrículas de los coches y dicen en el vecindario que son amigas que van a la universidad. Pero no van a la universidad; lo que, sin embargo, no levanta las sospechas de la gente del pueblo porque (atención al inteligentísimo detalle, que es lo mejor de la novela) la cúpula de la organización las obliga a adoptar un camuflaje infalible: disfrazarse de pijas (así lo dice en el libro): ropa cara, perlas en las orejas, pulseras de oro…. Pero ojo, que los jefes clandestinos son tan estrictos que las obligan a dormir con pijamas de seda y a llevar ropa interior conjuntada. Calculen el drama moral. Es difícil describir (quizá porque es difícil, la autora lo describe bastante mal) el terror de la comprometida protagonista cuando descubre que tiene que llevar un sujetador opresor y unos tacones heteropatriarcales. Un rayo cae a sus pies. Porque en el mundo literario de Barbijaputa, una mujer no puede ganar su propio dinero y gastárselo en ropa buena y unos tacones de un palmo y ser feminista. Ni hablar. Desde luego que no. Con esa pinta, guapi, solo puedes ser una votante fascista de ultraderecha imperialista y machista.
Diría que lo peor del libro son los personajes, pero es imposible elegir. Unos son planos y otros no es ya que sean planos, sino que no tienen ni el más mínimo viso de realidad. Todo el mundo habla igual en la novela: el juez, el portavoz del gobierno, el que pasa por allí. Los de derechas. Los de izquierdas. Todos. Ni argot, ni cambio de tono ni de ritmo ni nada. Y perlas como cuando el portavoz del gobierno, nada menos, dice en su rueda de prensa: “La policía lo tiene todo controlado. Estos sicarios de poca monta tienen los días contados» (sic). Y es que así es Barbijaputa, la autora. Original, creíble e hilando fino.
En cuanto a las protagonistas, calculen en vista de lo visto. Son mujeres que han vivido experiencias muy traumáticas, pero la autora, en su simplicidad, las reduce solo a esas experiencias; las priva de cualquier complejidad o emoción que vaya más allá de la ira, el asco o el miedo. No son mujeres cuya vida ha quedado marcada o definida por esas experiencias: ellas son solo esas experiencias. Nada más. Pero ni siquiera en eso resultan personajes coherentes. Su compromiso con la causa, para convertirse en élite terrorista en primera línea de fuego, es bastante escaso. Patético, incluso. Se saltan la jerarquía, se faltan al respeto, se frustran con facilidad, se enfadan si no son consultadas o no reciben las explicaciones que creen merecer. Por no hablar de una escena profunda, reveladora e indispensable en la que las implacables terroristas se pasan casi cuatro páginas (142-145) debatiendo sobre si el intenso entrenamiento físico les ha engordado las tetas o es un efecto óptico porque han perdido barriga. Una escena, en fin. que resume perfectamente toda la complejidad, el dolor y el amargo viaje interior de esas heroínas. De esas lúcidas y valientes mujeres.
No parece un artículo muy objetivo, pareces la archienemiga de la autora de Nadie Duerme. Yo lo leí y me gustó mucho, me enganchó literariamente y llenó mi habitación con sus descripciones.
No es la miel para la boca del asno…y viceversa.
Muy bueno.
La unica pega esque aunque no tanto como a la articulista con el libro, pero se me ha hecho largo.
O mas bien, tedioso.
Como la crítica dice, no es posible escoger si queremos seleccionar lo mas malo. Es de esos libros cuya critica deberia ser 4 o 5 lineas en las cuales se explique que no merece la pena ni analizar el libro porque básicamente es una basura.
Como debe ir el mundo para que «barbijaputa» tenga un libro, y seguro que lectores.
Lo del Saovame tenia mas sentido. Al menos el populacho echaba la tarde sin pensar.
Hacer el «esfuerzo» que conlleva leer y pagar un libro para esto, es como cocinar 3 horas para comer comida en condiciones dudosas.