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Nancy Sinatra con sus botas copa las listas inglesas

Nancy Sinatra con sus botas copa las listas inglesas

Jovial, hedónico y moderno, el Swinging London pudo ser todo lo frívolo que sus detractores quieran. Pero ni la frivolidad es mala per se —a veces es la mejor arma para enfrentarse a los vehementes de la gravedad y la conciencia política— ni aquella eclosión juvenil de la capital del Reino Unido, que llenó de colorido el Londres de la neblina (smog) durante la segunda mitad de los años 60, fue tan superficial como sus detractores pretendían. Fue, de entrada, la primera manifestación de la sedición juvenil surgida en torno al rock que irradió a todo el Occidente cristiano. Antes, ciertamente, fueron los rockers, primera tribu urbana —que diríamos ahora— surgida en torno al rock & roll. Pero los rockers, que paradójicamente también nacieron en Londres, y no en Estados Unidos, nunca tuvieron la proyección internacional del Swinging London.

Otro día hablaremos sobre el Club 59, que fue fundado en 1959 por Bill Grainger, también en Londres, con el objeto de que los entusiastas del “ritmo del Diablo” tuvieran un lugar donde reunirse, prestos a entregarse a su música y su cultura, un lugar determinante para el asentamiento del rock & roll como ese movimiento espiritual que aún es para sus verdaderos amantes. Cool stuff.

"Hija, como todo el mundo sabe, ni más ni menos que de Frank Sinatra, Nancy venía grabando discos desde 1957, con pésimos resultados"

Pero hoy estamos con los mods —apócope de “modernos”, los modernos integrantes del esplendor juvenil—, sucesores de aquellos primeros jóvenes enajenados por el rock & roll. Acaso sean The Beatles, iniciados como rockers cuando animaban The Cavern y los burdeles del puerto de Hamburgo, posteriormente, ya en 1966, actores principales del Swinging London, quienes mejor representen esa revolución juvenil a la que asiste la capital británica el 26 de febrero de 1966. Huelga decir que la buena marcha de la economía es un factor fundamental en tanta alegría. Pero la música —el rock o pop— es el pilar del jolgorio, todo un momento estelar de la humanidad indiscutible.

Estamos en el Londres de The Beatles, The Rolling Stones, The Kinks, The Who, The Small Faces, Cream; el Londres de clubes como el Scott of St. James o el Speakeasy, donde el secante de los ácidos —el LSD 25 aún es legal, empezó a prohibirse a lo largo del año— pasaba de una lengua a otra en los besos; estamos en el Londres de chicas tan maravillosas como Marianne Faithfull, Anita Pallenberg, Jane Birkin o Pattie Boyd —quien con el tiempo habrá de inspirar canciones como “Something”, “Layla” o “Wonderful Tonight”—; estamos en el Londres de la edad dorada de King’s Road y Carnaby Street, y un día como hoy una chica estadounidense alcanza el número uno en el hit parade —que aún se llama incluso en España, que parece que comienza a dejar de recelar de los extranjerismos, a las listas de éxitos—, y lo hace con una canción llamada a integrar la banda sonora del siglo XX. Ella es Nancy Sinatra, “Estas botas son para caminar” su pieza.

Aunque foránea —Nancy pertenece a la escena musical californiana, más concretamente a la de Los Ángeles—, su llegada al número uno de las listas inglesas puede enmarcarse, más que como un hito, como un momento estelar dentro de ese momento estelar que está viviendo la capital inglesa, que habrá de prolongarse hasta finales de la década. Un hito que debe entenderse desde varios aspectos.

"Fueron dos las jóvenes estadounidenses del Swinging London: Sharon Tate como en un cuento de Sheridan Le Fanu enamorando a Polanski, y Nancy Sinatra con sus botas"

Hija, como todo el mundo sabe, ni más ni menos que de Frank Sinatra, Nancy venía grabando discos desde 1957, con pésimos resultados. Hasta que en 1965 el productor y compositor Lee Hazlewood se comprometió a escribir para ella una canción que habría de ser un éxito garantizado, siempre y cuando ella la interpretase “como una chica de 16 años que ha estado viéndose con un tipo de 40”. Dicho y hecho, lanzada en diciembre del 65, el 19 de febrero de 1966, hace 59 años, “These Boots Are Made For Walking” alcanzó el primer puesto en las listas estadunidenses. Una semana después, un 26 de febrero como hoy, hizo otro tanto en las inglesas.

La cosa hubiera podido quedar ahí, lo que ya sería bastante, pues la entrada de cualquier canción en la banda sonora de un tiempo es motivo de un regocijo que, inexorablemente, debería recoger la historia de la humanidad. Pero hubo otra aportación fundamental de Nancy Sinatra a aquella era jubilosa, según la revista Queen, primera divulgadora de los trabajos de la diseñadora Mary Quant, que distinguió a su principal modelo, Twiggy, como el rostro del año. Y Twiggy, no hay duda, fue —junto con Sandie Shaw— la reina mod, la chica por excelencia de la minifalda, con la que el Swinging London iluminó al mundo entero. Pero Nancy, además, fue la chica de las go-go boots, el calzado ad hoc para las minifaldas. Cuantos vieron a la hija de Sinatra entonar aquello de “One of these days these boots are gonna walk all over you”, en las filmaciones que ilustraban aquel gran éxito, nunca han de olvidar a Nancy Sinatra.

Fueron dos las jóvenes estadounidenses del Swinging London: Sharon Tate como en un cuento de Sheridan Le Fanu enamorando a Polanski, y Nancy Sinatra con sus botas. Los jóvenes sediciosos, que en la segunda mitad del amado siglo XX cambiaron el curso de la Historia, perdieron su ingenuidad en el Swinging London y el verano del amor californiano (1967). Lo que siguió fue el espíritu de Berkeley, que incendió de costa a costa los campus estadounidenses y, por ende, los de todo Occidente. Así se escribe la Historia.

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carlos
carlos
19 ddís hace

Siempre he preferido a los mods que a los hippies

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