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Navegantes de sí

Hace poco menos de una década, el nombre de Thoreau se leía mucho menos en webs, revistas literarias e incluso blogs en nuestro idioma. Antes de que Baile de Sol, José J. De Olañeta, Ardora y alguna otra pequeña editorial le tradujera, un servidor fue académicamente reprendido por interesarse por aquel en una facultad de Bellas Artes, en el trabajo de consecución de su Diploma de Estudios Avanzados. No se explicaba tan inusitado interés por un escritorzuelo puritano y misógino, en detrimento de los estudios postcoloniales, las nuevas tendencias en el arte y otras líneas de investigación adscritas al sectarismo departamental vigente. Todo esto está cambiando en el marco avejentado de una civilización que, como buena moribunda, se da a recuerdos periféricos que rayan lo universal; va fijándose cada vez más en lo seminal antes que en lo circunstancial; en lo que precede y sustenta a toda cultura y que es, por mucho que nos cueste verlo, la Naturaleza. Cabe añadir que el pasado reciente, que es sobre todo la política y la institución, y el futuro, que tiene mucho de quimera tecnocientífica y que ya no abriga como lo hacía, empujan a cada vez más lectores hacia un presente vivencial más allá de los ismos gregarios y la utopía.

"Las Cartas suponen una muestra modélica de cómo el Nature writing en general y la prosa ensayística de H. D. en particular tienen mucho de concatenación de aforismos."

La afortunada labor editorial de Errata Naturae ha potenciado el creciente interés del lector no especializado por Henry David Thoreau. Entre otros, ha reeditado los fundamentales Walden y Desobediencia Civil, y más recientemente ha publicado sus poco conocidas Cartas a un buscador de sí mismo. La nota de los editores no tarda en hincarle el diente al dilema de muchos nuevos waldenianos, en matar al padre, y cargar contra un Ralph Waldo Emerson repeinado que no tuvo el tino de pronunciar esas dos palabras legendarias antes de morir: moose, indian. Hay otra bonita historia sobre el maestro y el pupilo barbudo -sobre quien teorizara acerca de saltarse las normas sociales, intrínsecamente injustas sobre el papel, y quien de hecho procuró saltárselas- y nos habla de un Emerson enfermo de Alzheimer que preguntaba una y otra vez por el que había sido su mejor amigo. ¿Cómo se llamaba? Leer o releer a Casado da Rocha y Carlos Baker invita a ser justo con el autor de Nature y a encontrar un deseable equilibrio entre lo mítico y lo histórico respecto a Thoreau. No obstante, dicha nota hace justicia al destinatario de las cartas que el libro compila, que no es otro que cierto Harrison G. O. Blake que sustituyó la guía espiritual del teórico por la del práctico; la del cínico según la acepción moderna del término por la del kynicos helénico, a pesar de que el descendiente de hugonotes franceses quizá tuviera más de estoico. 

A ese Thoreau político tan mangoneado últimamente, y al cromático, al que encontramos en su máximo esplendor en Autumnal Tints, hemos de añadir ahora al epistolar. Las Cartas suponen una muestra modélica de cómo el Nature writing en general y la prosa ensayística de H. D. en particular tienen mucho de concatenación de aforismos. Constituyen un libro que puede leerse a página al día, o incluso abrirse al azar para vérselas con un párrafo en torno al que meditar. Levantada la tapa verde mate, pasadas unas pocas páginas, nos sumergimos en el estilo ensayístico que Emerson inaugurara: asistemático, coloquial, sentencioso y heredero de una literatura unitaria que ya apuntaba esas maneras. Se agradece la honestidad y especialmente la ingenuidad que tan sambenito fue de los trascendentalistas porque, como Henry Thoreau le recuerda a Blake en cierto momento, no hay un esquema para entender la sociedad, la Naturaleza o a Dios. En un contexto cultural como el nuestro, puede que ciertas guías espirituales adogmáticas, heterodoxas y hasta ligeramente anarquistoides no estén en absoluto de más, ya sea propiamente para navegantes de sí o aspirantes a serlo, ya para disfrutar de la excelsitud literaria a la que Henry Thoreau -que hace mucho fue un pastor asirio- nos tiene acostumbrados.

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Título: Cartas a un buscador de sí mismo. Autor: H. D. Thoreau. Editorial: Errata Naturae, 2012 (1ª) Edición:Papel

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