[Ilustración de Paco Guerrero]
Uno de los principales lugares donde se puede encontrar literatura hoy en día es en las pantallas de televisión (o monitores de ordenador, o proyectores caseros, o dispositivos portátiles, según cada uno, eso es ya otro tema). Siempre se han hecho adaptaciones literarias para este medio, a menudo en varios episodios, aprovechando el mayor espacio temporal de que se dispone, pero últimamente cada vez hay más ejemplos y más ambiciosos, ya que la pequeña pantalla ha dejado de ser la hermana pobre de la grande, y rivaliza en pujanza y calidad con ella desde hace ya varios años. Traemos aquí a colación tres ejemplos recientes, de finales de 2015, todos ellos de procedencia británica, que ilustran muy bien varios puntos interesantes sobre el tema de la literatura filmada.
El primero de ellos, cronológicamente hablando por fecha de estreno, es The Frankenstein Chronicles, seis episodios de 52 minutos cada uno, emitidos por la cadena ITV entre noviembre y diciembre de 2015. Esta serie es representante de la creciente tendencia a tomar obras bien conocidas, y en vez de adaptarlas con mayor o menor fidelidad, usar en cambio alguno de sus temas o atmósfera general como inspiración para algo nuevo pero en la misma línea reconocible. En este caso estamos en Londres, en 1827, y Frankenstein aparece en la trama como un libro publicado hace un tiempo (lo fue en 1818), conocido solo hasta cierto punto, y disfrutado o despreciado según los gustos de cada lector. De hecho, su autora, Mary Shelley, incluso aparecerá como secundaria durante la historia, recibiendo la visita del protagonista de la serie, el investigador John Marlott, interpretado por un auténtico rey de los personajes decimonónicos, el actor Sean Bean. Lo que Marlott está investigando es la aparición de un extraño cadáver compuesto de varias partes, remendadas unas con otras, de otros cuerpos: es decir, lo que todos instantáneamente reconocemos como un «monstruo de Frankenstein». Obviamente, tarde o temprano en la investigación, Marlott acabará sabiendo de la existencia del libro y acabará contactando con la autora, como ya se ha dicho. La serie impacta desde el principio con su extraordinario diseño de producción, presentando una ciudad de bajos fondos embarrados, malolientes y muy peligrosos en cuanto se sale uno de las privilegiadas calles donde viven los más acomodados, pero lo más interesante temáticamente es la semilla original del libro que en la serie ha dado una planta un tanto diferente, pero reconocible: el tema de la muerte y la eterna lucha del ser humano contra ella. Estamos a principios del XIX, las ciencias avanzan que es una barbaridad, y a su luz la religión cada vez parece más una superstición y un obstáculo hacia nuevos descubrimientos que hagan la vida mejor en un planeta que ya no tiene por qué ser un permamente valle de lágrimas todo el tiempo. O quizá incluso alarguen esa misma vida indefinidamente. Marlott ha perdido a su esposa y está gravemente enfermo de sífilis. Shelley, anuncia ella misma teatralmente, mató a su propia madre («murió durante el parto», se completa la explicación a renglón seguido). William Blake, el famoso poeta, pintor y grabador de gran poderío visual, que también aparece como personaje secundario en la serie, está también a punto de morir. Varios otros doctores y cirujanos están constantemente tratando con la muerte, por no hablar de los policías locales. Así que este cadáver que ha aparecido ahora, ¿es una abominación castigable incluso con la propia muerte de su perpetrador, o un primer ensayo necesario en la búsqueda de la inmortalidad para todos, especialmente en un momento en el que todo parece posible? Como se ha dicho antes, durante las seis horas de la miniserie, esta progresa por su propio camino dentro del mismo tono gótico y de pesadilla marcado por el original, donde el sueño de la razón (y la medicación que toma el protagonista) produce monstruos creados a su vez por otros monstruos humanos.
Las otras dos series que queríamos mencionar aquí se estrenaron el mismo día en la BBC, el 26 de diciembre (y es que los británicos, que como es sabido lo hacen todo al revés, no solo no cierran sus novedades de televisión por Navidad, sino que emiten varios de sus mejores programas en esas fechas, incluidos algunos «Christmas specials» muy esperados de sus mejores series). La primera de estas dos, y por irnos al extremo contrario de las Frankenstein Chronicles, es And then there were none, adaptación en tres episodios de la novela de Agatha Christie conocida en España como Diez negritos, título que en inglés a veces tiende a no usarse debido a tonos de presunto racismo. Y es una adaptación tan distinta a la anterior que llega incluso al punto de respetar escrupulosamente el final de la novela original, lo cual dicho hoy en día supongo que se puede llamar «spoiler» (otro día les cuento lo de aquella vez que oí decir a alguien que contar lo del caballo de Troya en la Troya de Brad Pitt era un «spoiler»). Todo lo demás que recuerde el lector del libro (la apartada isla en la costa de Devon, el disco de gramófono y el efecto que este produce, los ocho invitados a la solitaria mansión y sus motivos para estar allí, los dos criados que los atienden, lo que le va pasando a cada uno de estos diez negritos, o indios, o soldaditos, en conexión con el poema infantil del mismo título, etc) está escrupulosamente trasladado a la pantalla, y esta vez con una desasosegante atmósfera de maldad latente en el aire, que resulta poco frecuente en las adaptaciones de la señora Christie, más dadas muchas veces a un tono de amables juegos de salón con un muerto inconveniente que a algo verdaderamente inquietante. Este libro es tan conocido como Frankenstein o más, pero aquí se toma el camino de la adaptación fidedigna a pesar de lo muy conocida que es la trama, y aún así con espacio para que el cineasta y los actores (encabezados por Charles Dance, Sam Neill, Miranda Richardson, Toby Stephens o Aidan Turner) se luzcan personalmente.
Por último, otro de esos proyectos en torno a una obra famosa que resulta en algo novedoso. O mejor dicho en este caso: más que una obra, un autor entero. ¿Recuerdan ustedes aquella Liga de los Hombres Extraordinarios en la que Alan Moore tomó varios personajes de ficción del siglo XIX y montó una historia con todos ellos? Pues Dickensian hace lo mismo con las obras de Charles Dickens. Son veinte episodios de media hora de duración, un formato poco habitual en adaptaciones literarias, y en ellos aparecen personajes como Ebeneezer Scrooge de Cuento de Navidad, Miss Havisham de Grandes esperanzas, Bill Sikes de Oliver Twist, el inspector Bucket de Casa desolada, y así hasta 35 personajes diferentes de una decena de sus novelas y relatos. Todos ellos aparecen unidos por su residencia en las calles del Londres nunca mejor llamado «dickensiano», en la que no falta la famosa tienda de antigüedades The Old Curiosity Shop, y la historia comienza con un asesinato en Nochebuena que el inspector Bucket comienza a investigar en medio de usureros implacables, herederas peleadas con hermanastros, militares casaderos, burócratas de pluma y tintero, matones de taberna, compañía femenina de alquiler, escuálidos renacuajos ganapanes, ancianas borrachuzas y toda la fauna circundante, siempre a un solo paso de la ruina, que el escritor inglés tan memorable y exitosamente retrató sobre el papel. No me digan que no podría hacerse algo así en España con las obras de Clarín, Pérez Galdós, Blasco Ibáñez, Pardo Bazán o Valle-Inclán, por ejemplo. Con una mínima licencia poética en cuanto a circunstancia de los personajes y ocasión para coincidir (las tres series citadas también se las toman, y sus inevitables «talifanes» les han salido), algo como lo repasado en este texto no debería quedar en absoluto fuera del alcance de las televisiones españolas. Mientras tanto, desde aquí se anima a echar un vistazo a las tres citadas… y a los libros que las inspiraron.
PS: Este artículo se escribió como primer ensayo para Zenda hace unos meses. Desde entonces, el arriba apuntado trío de adaptaciones ha visto llegar ilustre compañía en las semanas siguientes: solo sin salirnos de los canales ITV y BBC, los amantes (y odiantes) de la literatura filmada han podido ver en las pantallas de la Pérfida un Guerra y paz en seis episodios, un Le Carré de los 90 (The Night Manager) en otros seis, un Doctor Thorne de Anthony Trollope en tres, una «reimaginación», como se las llama ahora, de Beowulf, y acaban de comenzar un Maigret de Simenon interpretado por Rowan «Mr Bean» Atkinson, y una cosa llamada Houdini and Doyle donde el famoso escapista y su amigo Arthur Conan investigan muertes misteriosas. De sobra para acompañar la infaltable «capotí» de las tardes-noches británicas.
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