La autora de Las batallas silenciadas (Edhasa) regresa con una nueva historia de guerra, pasiones, dolores y olvido: Las damas de la telaraña. Hablamos con Nieves Muñoz de su segunda novela.
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—Tu profesión, la medicina, ¿cómo se relaciona con su faceta de escritora?
—Escribir es una forma de vida, así que mi mundo —y la enfermería— se reflejan en cada escrito a través de las emociones más extremas. La Historia de la Medicina es un vehículo estupendo de conocimiento y eso me es muy útil a la hora de escribir. La medicina para mí no solo es vocación sino pasión, por eso recurro a ella como canalización para entender la Historia de la Humanidad. Y en ese contexto las ramas de la psiquiatría y la psicología me interesan especialmente, pues además creo que se han tratado poco en la literatura: estudiando el pensamiento y los escritos de los primeros psiquiatras se puede llegar a un análisis bastante preciso de qué significó para la sociedad la pérdida de la salud mental.
—En esta novela, como en las clásicas del siglo XIX, “pasan cosas”: Primera Guerra Mundial, historia de las colonias del imperio, viajes a París y Zúrich… ¿Cómo es el trabajo de trenzar todas las historias que componen la novela?
—Escribir es parecido a tejer. Dibujas el patrón, hilvanas, coses y descoses. Yo quería contar la historia de la Europa de principios del siglo XX, un contexto a mi juicio apasionante y no demasiado tratado. Realmente como autora de Las damas de la telaraña lo que deseo es que los lectores sepan más sobre las los bajos fondos, las barriadas de París, los apaches (esas bandas de delincuentes del París de principios de siglo), las colonias africanas… y cómo todo eso influyó de manera determinante en la Primera Guerra Mundial.
—“Ópera en cinco actos” es una singular forma de subtitular una novela. Además predispone al futuro lector.
—En realidad es una especie de homenaje al amor por el ballet y la ópera-ballet de estas “damas de la telaraña”. La escritura en cierta manera es como la música y me gusta pensar que al leer todos seguimos cierta partitura con sus silencios, sus agudos, sus graves… Toda la novela está estructurada para que los amantes de la música descubran esos guiños. Además, las mujeres protagonistas viven y sienten la música intensamente y de alguna manera yo quería derramar esa música en la estructura de la propia historia. De hecho, estuve documentándome sobre ópera y ballet. Leí mucho, tal vez buscando de manera inconsciente alguna clave hasta que la encontré, encontré esos cinco actos. Entonces me di cuenta de que podía cambiar ciertos registros y así, cada capítulo se corresponde con un movimiento musical (interludio, obertura…).
—Nini y Claudine, las damas de la telaraña. Hablemos de ellas.
—Mis niñas (suspira). Sostienen esta historia desarrollando una amistad singular, pues son mujeres muy distintas pero leales hasta el fin. La lealtad es una de las corrientes que subyace en la novela: Nini es frágil y no encuentra su sitio en el mundo. Criada en una familia de clase alta, se verá zarandeada por un secreto de su niñez. Por su parte, Claudine es una superviviente de las calles, arrolladora,una fuerza de la naturaleza. Cada una es el contrapunto perfecto de la otra.
—En la novela se tratan temas eternos y complejos, como el amor, la amistad o la locura. ¿Cuál de ellos te ha costado más trabajo desarrollar literariamente?
—La locura, por supuesto. La amistad y el amor me resultan más cercanos porque los he vivido. Y es que meterte en una mente enferma con un pensamiento muy alejado del propio es un tema apasionante, pero muy difícil, y no solo de entender, sino también de contar, pues la locura se construye con pensamientos fragmentados. Por eso decidí contarla a través de la acción y que ésta, a su vez, transparentase para el lector el pensamiento distorsionado de la persona afectada por esta enfermedad. En eso la documentación fue fundamental; leí con verdadero interés y mucha sorpresa una ingente cantidad de documentación sobre catalepsia: casos reales, testimonios de médicos y por supuesto, la crónica periodística imprescindible de Nellie Bly, la primera periodista en contar desde dentro cómo era un psiquiátrico en la Inglaterra de principios de siglo.
—La novela se vertebra narrativamente en torno al destino. ¿Recurso literario o creencia vital de la autora?
—Recurso, recurso. No creo en el destino, pero los hados me atraen irremediablemente en la literatura.
—Eliges un lugar remoto para recrear una buena parte de la novela: Togolandia.
—Si. De hecho, esa ha sido la parte más difícil, aunque yo ya me había documentado para mi novela anterior sobre Togo, aquella “colonia modelo alemana” que se suponía iba a representar el ideal de civilización y en realidad se convirtió en el germen ideológico de la idea de supremacía. Togolandia me sirve para contar cómo era el pensamiento europeo respecto a África en aquellos tiempos.
—Llama la atención la oscuridad de los personajes de esta novela.
—¿Quién no tiene una parte oscura dentro de sí? Sin ella, los personajes siguen siendo planos. Hay que descubrirla y contarla. La oscuridad tiene mucho que ver con la parte de construir que yo tengo. El ser humano es así, brillante y peligroso al mismo tiempo. Fíjate que tardé tiempo en llegar a eso, cuando empecé a escribir relatos, mis personajes eran muy blancos, entonces una compañera y buena lectora me dijo algo que cambió completamente mi mirada: “tienes potencial como escritora, pero debes, además de escribir bien, producir emociones en el lector”. Y eso solo se consigue contando al ser humano en todas su facetas complejas y contradictorias.
—Las damas de la telaraña. ¿De dónde viene el título o adónde quieres llevar al lector que se acerca a tu libro con él?
—Me gusta hacer guiños a los lectores con significados ocultos en la novela, referencias y detalles que a veces pasan desapercibidos. En este caso juego con varios símbolos: la telaraña de la amistad de las protagonistas, la telaraña en referencia a las redes del espionaje que cruzan la novela, la telaraña de la parte más «esotérica» de Togolandia. Y una más: la telaraña de personajes e historias que tejo a lo largo de la novela.
—¿Qué tienen de atractivas las “novelas clásicas”?
—Yo me considero lectora todoterreno. Me inicié en la adolescencia con la fantasía de Tolkien y de ahí, tras muchas lecturas de todo tipo (incluida la literatura romántica, la novela de historia, por supuesto) hasta hoy, donde tengo preferencia por las historias de terror, la novela negra y la ciencia ficción. Los clásicos siempre estarán ahí y, si gustan a tantos lectores, es porque lo tienen todo.
—¿Qué lecturas favoritas recomendarías a los lectores de Zenda?
—Uffff. Vamos a ver. Quedará una lista de lo más incompleta, pero son lecturas que de una manera u otra me han marcado:
- Género histórico: León el Africano, me enamoró.
- Fantasía: mi primera novela de fantasía fue La Historia interminable y me terminé de rendir al género con El señor de los anillos.
- Misterio: la primera que leí fue El misterio del cuarto amarillo, me encantó
- Terror: soy fan de Edgar Allan Poe y Guy de Maupassant
- Romántica: me leí hace muchos años la saga de Ana de las Tejas Verdes y la releo de vez en cuando.
- La última lectura que me ha gustado es 1794 de Niklas Carl Bosson Natt och Dag, muy oscuro.
- En cuanto a la ciencia ficción, China Mieville me fascina. Un autor un poco transgresor, así que dejo aquí mi admiración por él, pero no me atrevo a recomendarlo porque o lo odias o lo amas. No tiene término medio.
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