A los fans del autor de Juego de tronos quizá les ronda ya la pesadilla de que Vientos de invierno va a convertirse, al paso que vamos, en la obra póstuma del George R.R. Martin. Pero entretanto pueden consolarse con la novela corta Nightflyers, que Gigamesh ha reeditado en tapa dura y con su lujo habitual coincidiendo con el estreno en Netflix de la serie homónima, casi cuarenta años después de su primer alumbramiento en la revista Analog Science Fiction and Fact.
Adornada por una inquietante, sensacionalista y maravillosa portada del habitual de la editorial Enrique Corominas, y con las ilustraciones interiores de David Palimbo, que ayudan ciertamente a crear atmósfera, Nightflyers es un producto mucho más compacto que la serie de diez capítulos recién estrenada en la plataforma digital, donde la acción se alarga en base a las visiones y revelaciones psicológicas de los protagonistas. La adaptación que piden a gritos las doscientas y poco páginas a ancho espacio escritas por Martin sería, a simple vista, más bien la de una compacta y atmosférica película de terror como la que Ridley Scott rodó en aquella fundacional del octavo pasajero pero, cosas de los nuevos hábitos de consumo, modas y otras inseguridades de la industria contemporánea (y quizá tras el fracaso en la gran pantalla de obras tan infravaloradas como Life y Alien Covenant), la cadena Syfy consiguió adelantarse a cualquier gran estudio a la hora de realizar una adaptación en la que Martin, por cierto, se ha limitado a poner el nombre debido a las exigencias de su millonario contrato con HBO por Juego de tronos.
La historia sigue a la Nómada Nocturna, una nave con muchos paralelismos con el Nostromo de Alien e incluso la problemática existencial de 2001, con una tripulación reducida atrapada en un entorno limitado y, como comprobaremos pronto, insidiosamente hostil. El objetivo es interceptar y hacer contacto con una raza extraterrestre que cruza la galaxia llamada los volcryn, si antes no media la catástrofe. Y les adelantamos que sí, que media, iniciándose un fulgurante whodunnit en el que los tripulantes irán siendo eliminados de manera misteriosa pero, casi siempre, sangrienta, convirtiendo la Nómada Nocturna en una suerte de casa encantada en esa colina que ahora es el espacio exterior. Cabe mencionar que en su aleación de ciencia ficción y terror, géneros en los que Martin ha producido en abundancia al margen de la fantasía de Juego de tronos, y pese a la limitada extensión del libro, el autor no renuncia sin embargo a crear una cosmogonía compleja que remite al mosaico de reinos de Poniente en la que ha acabado siendo su obra más conocida. Nightflyer es una efectista pero madura novela pulp que va a lo suyo, pero a la vez se integra en el llamado Universo de los Dos Mil Mundos, donde también se ambientan otras historias como Los reyes de la arena o las historias recogidas en Los viajes de Tuf, todas ellas de George R.R. Martin.
Antes del contacto, la desconfianza. A lo largo del texto hemos nombrado varias veces Alien por la evidente semejanza estructural de ambas obras: como en aquella película, Martin caracteriza a un grupo reducido de personajes de manera somera (en lo que es, quizá, el mayor inconveniente de la obra) para a continuación ir librándose de ellos uno a uno, como si fueran fichas en ese tablero de ajedrez en el que juegan el capitán Royd Eris y la avanzada Melantha Jirl. A medida que la situación se vuelve apremiante (y lo hace pronto, limitada extensión mediante) la cosa se pone mejor, con unas cincuenta últimas páginas trepidantes donde Martin deja caer ecos de esos Caminantes Nocturnos que los fans de Juego de tronos conocen bien (aunque algunos jugaríamos más con la idea del muerto poseso de Posesión infernal) al tiempo que refunde en el texto las ideas más valiosas del conjunto, que encajan más en la ciencia ficción que el terror (que, por cierto, se desencadena de la misma forma: con un arrebato de puro body horror en la enfermería).
Aquí entra la otra gran referencia del texto (publicado en 1980) y que acerca Nightflyers a las desventuras de Hal 9000 en 2001: Una odisea del espacio, aunque la figura del traidor androide interpretado por Ian Holm en Alien también siga resultando relevante en virtud de esa estructura de puro slasher. Pero, por finiquitar este maremágnum de referencias, la incomprendida y abortada saga del propio Ridley Scott, concebida a modo de precuela de Alien y conformada hasta ahora por Prometheus y Alien Covenant, también tiene mucho que ver al respecto en el resultado final. Resulta curioso el intercambio de influencias entre ambos autores, escritor y director, siendo Martin continuador de los horrores del octavo pasajero cinematográfico en la novela, para a continuación, décadas después, influir éste en la confección de ese restituido universo cinematográfico en las dos películas protagonizadas por Michael Fassbender.
Nightflyers es una lectura terrorífica, francamente directa y a cuchillo, y pese a algún pasaje confuso y la escasa relevancia psicológica de sus personajes, acaba resultando intensa y con suficiente carga emocional. Los fans de la ciencia ficción ya pueden obtener la historia de manera independiente al gran volumen Híbridos y engendros de Gigamesh, donde hasta ahora estaba integrada, y a buen seguro que lo harán. Merece la pena.
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