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No es país para ciencias

Fotos: cortesía de la RAE

Apenas son las seis y media de la tarde, pero ya ha anochecido. La mole de la Real Academia Española, iluminada por dentro, parece un palacio veneciano del Gran Canal flotando en las sombras. Saludo a Jorge, uno de los vigilantes de seguridad y brevemente nos ponemos al día de pandemias, trabajos, familia. Siempre fue conmigo generoso, diligente y muy educado. El salón de actos está casi vacío porque la convocatoria ha sido prudentemente limitada a prensa, editores y algunos académicos, aunque se retransmitirá en streaming en la web de la institución. La ocasión lo merece, pues se presenta el nuevo libro del académico don José Manuel Sánchez Ron: El país de los sueños perdidos. Le acompañan el director de la casa, don Santiago Muñoz Machado, y el novelista y académico don Arturo Pérez-Reverte.

El comienzo era previsible e inevitable: se debate sobre el título que Sánchez Ron ha elegido para un libro sobre la historia de la ciencia en España. Los tres hombres reunidos inician una reflexión en torno a él, quedando muy pronto establecidos los tres puntos de vista: Sánchez Ron, el científico, desarrolla, explica, justifica con argumentos históricos los hechos objetivos y la imposibilidad, en numerosas ocasiones, de alcanzar los logros científicos que eran de esperar en una nación tan antigua y potente como lo fue España; Muñoz Machado, el actual director de la institución y reconocido jurista, plantea la defensa de un innegable prestigio de la memoria de la historia y la ciencia de este país, y el novelista Pérez-Reverte destaca el rostro humano, terriblemente humano, de nuestra singular historia. Los tres razonan y, tras una inteligente, generosa introducción del libro por parte de Pilar Reyes, directora del grupo Random House y responsable de la edición, prosigue el viaje de una hora por el gran tour de esta magna obra del académico y científico José Manuel Sánchez Ron.

"La ruta se inicia con la aclaración del autor de que este libro es, ante todo, un compromiso moral consigo mismo"

La ruta se inicia con la aclaración del autor de que “este libro es, ante todo, un compromiso moral conmigo mismo”, continuando el diálogo a tres en un orden cronológico. El origen, San Isidoro y sus Etimologías, compendio del saber del momento. Le siguen los árabes, “a los que tenemos que agradecerles el haber sido el eslabón que conserva y mejora el conocimiento griego, produciendo una cultura altamente sofisticada”, aclara el científico. “La correa de transmisión es la Escuela de Traductores de Sevilla, donde se mezcla con riqueza y fertilidad el mundo árabe, el hebreo y el castellano-latino. En ese momento éramos el centro de la cultura científica universal”, afirma, casi entusiasta, el académico.

“Y entonces llegamos al siglo XVI español, retoma Pérez-Reverte. Con Felipe II y un imperio donde no se pone el sol, aquel auge científico presa de los servilismos de uno de los estados más poderosos del mundo acalla la ciencia para evitar filtraciones al enemigo. Ese secretismo termina asfixiándola”.

"Se perdió mucho, interviene el director, pero no podemos olvidar que España llevó una nueva civilización a América"

“Sí, responde grave Sánchez-Ron. La razón de Estado se impone a la razón del conocimiento, y es una lástima, porque en los siglos siguientes en Europa soplarán tiempos de desarrollo de la ciencia en sí misma; no para buscar aplicaciones prácticas del conocimiento (en navegación, astronomía, medicina), sino para hallar respuestas a las grandes preguntas que plantea el universo”.

“¿Cuánto se perdió en España con la expulsión de los judíos?”, plantea el novelista. Sánchez Ron hace un gesto de impotencia. “Uff. Los mejores astrónomos, los mejores médicos…”. “Se perdió mucho», interviene el director, «pero no podemos olvidar que España llevó una nueva civilización a América. No es verdad que España haya aportado poco a la ciencia, desde este punto de vista es muy lo contrario: América permitió el desarrollo de las técnicas de navegación, el estudio e invención de nuevos instrumentos de marear, de la geografía, la astronomía, la geología y, sobre todo, la botánica”.

"Pero, alza un dedo Muñoz Machado, no es menos cierto que no solo ocurría en España. A Miguel Servet, descubridor de la circulación pulmonar de la sangre, lo quemaron en Ginebra"

Mas con la Iglesia hemos topado, recuerda Pérez-Reverte. La inquisición, los libros prohibidos, la imposibilidad no ya de imprimir el conocimiento de los libros venidos de Francia o Inglaterra (¡nuestros enemigos, pardiez!), sino el terror por las consecuencias al mero hecho de escribirlos. “Sí, y tú, el novelista que imaginó a aquellos académicos viviendo mil aventuras para adquirir la Enciclopedia francesa en Hombres buenos, lo sabe mejor que nadie”, afirma Sánchez Ron. “Pero, alza un dedo Muñoz Machado, no es menos cierto que no solo ocurría en España. A Miguel Servet, descubridor de la circulación pulmonar de la sangre, lo quemaron en Ginebra por escribir un tratado sobre la Trinidad en otros términos menos, digamos, oficiales”.

“Sí, claro. Pero aquí están los casos sangrantes de Jorge Juan o el impresor Sancha, que debía andar con mil ojos puestos en sus impresiones. Y andando el tiempo, en España, por desgracia, no tuvimos una verdadera Ilustración gracias a la cual se habría, tal vez, retomado el hilo perdido: Jorge Juan, Ulloa y Celestino Mutis, nuestros tres grandes ilustrados, están sin remedio vinculados a América. De nuevo América”, suspira el científico, melancólico.

“Entonces», retoma Pérez-Reverte, «llega Trafalgar y luego los franceses destruyendo el observatorio Astronómico. Ellos, los que traen la modernidad de Europa, irrumpen destruyendo uno de los símbolos de la modernidad española». “Mal entraron y salieron aún peor», recuerda Sánchez-Ron. «¡Si hubiéramos tenido más tiempo y España se hubiera afrancesado de verdad!”.

"Cuando parece que los felices 20 cuajan en una mujer moderna, llega la Guerra Civil Española, y la gran perdedora, de nuevo la mujer. En cuatro años de guerra se retrocede un siglo"

“Pero nos quedamos sin tren al futuro, reflexiona Pérez-Reverte. Lo cambiamos por Fernando VII y el inicio de un siglo XIX turbulento, embarrado en política y censuras. Con verdaderos genios literarios, eso sí; un nuevo Siglo de Oro: Espronceda, Larra, Galdós, Clarín, Pardo Bazán, Gómez de Avellaneda… Por cierto, ese es el gran tema de este momento, José Manuel. La mujer”.

“Por supuesto. La mujer poco a poco va accediendo, con logros intermitentes y duras reivindicaciones, en una lucha que parece no tener fin, pues se prolonga hasta nuestros días, a la educación superior. Y ahí comienza a despuntar brillante, como siempre que se empeña en algo”.

“¡Por supuesto! Pero cuando parece que los felices 20 cuajan en una mujer moderna, llega la Guerra Civil Española, y la gran perdedora, de nuevo la mujer. En cuatro años de guerra se retrocede un siglo”.

"Alfonso X, Fernández de Oviedo, Servet, Celestino Mutis, Jorge Juan, Juan de Ulloa, Echegaray, Ramón y Cajal, Blas Cabrera… nuestra memoria científica"

“En efecto, ahí tenemos más que nunca la justificación del título de mi libro que, en realidad es un libro sobre nuestra historia; la Historia de España”.

“El tiempo se acaba, señores», advierte el director, «pero antes de terminar querría recapitular este recorrido por nuestra magnífica historia recordando algunos de los top ten (perdón por el extranjerismo) de nuestra memoria científica», concluye Santiago Muñoz Machado: Alfonso X, Fernández de Oviedo, Servet, Celestino Mutis, Jorge Juan, Juan de Ulloa, Echegaray, Ramón y Cajal, Blas Cabrera… Os dejo la propuesta de actualización o elaboración de estas biografías como los argumentos vivos más contundentes de la defensa del nivel científico de nuestra historia y nuestro país. Como pueden ver, señores, aún queda mucho trabajo por hacer», sentencia el director. Gracias a todos.

Vídeo: Presentación del libro El país de los sueños perdidos, de José Manuel Sánchez Ron, en la RAE

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