En las novelas de Claudio Cerdán no hay descanso. Encajas unas hostia tras otra sin poder abrir la boca para protestar. El hígado te duele de tanto puñetazo, el estómago lo tienes reventado de sus rodillazos, la boca rebosa sangre por tanto golpe recibido en tan poco tiempo.
Si en sus anteriores obras no hay tregua, en su última novela —novelón—, Los señores de humo, no hay el más mínimo atisbo de ella; es una guerra continua. Cerdán coge el Kalashnikov y no lo suelta hasta que escupe la palabra «fin», sanguinolenta y supurante.
Las primeras páginas del libro nos ponen el cinturón para poder emprender el viaje en esta terrorífica montaña rusa que es Los señores de humo. Pero ojo, aquí solo hay loops, giros a 200 kilómetros por hora y bajadas de infarto.
“CJ estaba nervioso. Aquello no era el desierto afgano, ni la selva china, ni las calles de North Las Vegas. Era un despacho enorme que servía de antesala a un despacho aún mayor. Allí, tras la puerta flanqueada por la secretaria flaca y varicosa, aguardaba el Mormón.
[…]
La secretaria bulímica levantó el interfono. ¿Ha llegado ya ese negro? Aquí lo tiene, señor Levy. Las puertas de caoba se abrieron con un chasquido eléctrico. Todo mecanizado, todo eficiente.”
Los señores del humo es la historia de una ciudad que rezuma corrupción. Un Madrid oscuro y salvaje en el que ha puesto sus ojos un mafioso peligroso, un ladrón de traje y corbata, Harrelson Levy. Un multimillonario americano, mormón, que quiere traer a la capital de España el sueño de todo político corrupto, Eurovegas. Ahora que los nuevos mandatarios de la ciudad y de la comunidad han vuelto a abrazar el sueño —o pesadilla, según se mire— del «olimpismo» es una buena ocasión la que nos brinda Claudio para tomar perspectiva de qué es el progreso y qué no lo es. Recapacitar qué esconden todos esos grandes proyectos que solo sirven para aumentar los ceros de las cuentas corrientes de los poderosos. En este contexto es en el que se mueven los tres protagonistas de la novela, tan distintos y tan parecidos. Tres antihéroes de manual. C.J., un antiguo mercenario a las ordenes de Levy; Faura, un policía retirado que trabaja como detective privado sin licencia, obsesionado con un caso que ocurrió hace 30 años; y Aldo —uno de los mejores personajes que ha parido Cerdán— un proxeneta, enganchado a la farlopa, que huyó de México con una condena a muerte y que vive cada segundo de su existencia en el lado salvaje de la vida. Y por si fuera poco, nos encontramos con un asesino al que le ha dado por arrancar cabezas a machetazos en la capital del reino.
“Aldo se despertó de golpe. No se había dormido. La cabeza se le había ido a otra dimensión. Eso no era dormir. Miró la hora. Apenas había pasado un minuto. Una rubia esquelética dormía en el suelo. Un grupo de quinceañeros se hacía fotos con el móvil mientras le tocaban el pecho plano.
Decidió bajarse un par de paradas antes de lo que le tocaba. Quería ver a Habib. Hacía unos kebabs cojonudos.
—¿Cuándo me vas a dar una bomba, Habib?
El moro ni le miraba. Paso de tu cara, tío.”
Los señores del humo es un artefacto atómico que hay manipular con precaución. No te recomiendo que te lo leas del tirón. No caigas preso de la ansiedad. Dosifícate. Haz «paraditas» de 50 en 50 páginas. Sírvete algo fuerte del mueble bar. Tómate algo del botiquín. Tu estómago y tu cabeza te lo agradecerán y disfrutarás aún más de esta gran novela que ha firmado Claudio Cerdán. No solo lo digo yo, sino también Lorenzo Silva: “Claudio Cerdán, que ya empezó fuerte, sube la apuesta a lo bestia en esta novela”. Que yo no me invento nada. Creo que con este libro Claudio, como bien dice el maestro Silva, confirma todo lo bueno que ya había apuntado en su dilatada carrera de escritor de novela negra, y da un paso más; grande, enorme. Me queda el regusto amargo de ver que todavía Cerdán no llega a alcanzar el reconocimiento que merece. El escritor murciano está ya para ganar un Tour, deben quitarle el cartel de promesa. Con Los señores del humo no deja lugar a dudas: es uno de los mejores autores de thriller de nuestro país.
“Cerradura antigua. Cerrajero anticuado.
Faura lo hacía todo al estilo de la vieja escuela. Odiaba el país para niñatos en el que vivía.
[…]
Que se joda el progreso: los vejestorios aún podemos plantar batalla.”
Cerdán no busca la victoria a los puntos, quiere un KO. Después de esta descarga de adrenalina de 560 páginas llega el final. No te voy a hacer un «destripe». Sí que te diré que te dejará exhausto. Claudio ha hundido su estilete en tu pecho, en tus costillas, en tu corazón. Una, dos, tres… catorce veces. Antes de guardarse la navaja en el bolso, pasa la lengua por su filo para limpiar la sangre. Ya está lista para una nueva pelea. Estoy convencido de que volverá a ser épica.
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Autor: Claudio Cerdán. Título: Los señores del humo. Editorial: Ediciones B. Venta: Amazon y Fnac
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