Nota: Sorteamos ejemplares de Alex Colt. La batalla de Ganímedes, de Juan Gómez-Jurado, desde el viernes 6 hasta el lunes 9 de octubre, a las doce del mediodía. Tres libros se sortean en Twitter, entre quienes retuiteen o den a me gusta a este tuit. Y otros tres libros se sortean en Facebook, entre quienes escriban un comentario en esta anotación o pinchen en me gusta.
Ante todo, ¡no leas este libro! Son muchas las razones por las que te lo decimos: pueden pasarte aventuras increíbles; es posible que te rías sin parar; y lo peor de todo que pases un rato de lo más divertido.
Si pese a nuestras advertencias, estás empeñado en vivir esta aventura: aquí tienes las primeras páginas de Alex Colt. La batalla de Ganímedes, de Juan Gómez-Jurado.
ALEX
Era pequeño para su edad, espigado como una cerilla y ágil como un mono nervioso.
Lo segundo compensaba lo primero buena parte de las veces, ya que allá adonde iba solía ser el blanco de matones y chicos mayores que él. En sus doce años de vida en la Tierra, tenía escasos recuerdos que no estuviesen dedicados a pelear, correr o esconderse, dependiendo del número de los que lo persiguiesen.
Un día lo secuestraron unas setas verdes chifladas y todo cambió para él. Pasó de huir de los matones en las calles de su barrio a huir de los matones en una nave espacial. Hay que decir que también tuvo que escabullirse de las ratas mowam y pelear contra un saboteador zarkiano, así que, al menos, el repertorio de peligros se había hecho más grande.
Se llamaba Alex Colt y estaba muy enfadado.
Alex no estaba enfadado con Blop, a pesar de que se encontraban en la Gran Cantina y, como siempre, la galleta de VantriCao del chico había desaparecido de su bandeja. Hay que tener en cuenta que la comida que le daban a Alex consistía en repulsivos batidos de proteínas. Vasos enormes de una sustancia marrón y desvaída, muy salada, llena de grumos.
Era como beberse un vaso lleno de mocos.
Lo único que estaba rico (de hecho, muy rico) era la galleta de VantriCao que le daban de postre. Pero, cada día, en cada comida, esta desaparecía de la bandeja de Alex antes de que lograse comérsela.
Por supuesto, el responsable era siempre Blop.
Blop el sabelotodo, Blop el tragón, Blop el empollón, Blop el que siempre tenía migas marrones a un lado de su gelatinosa boca. Blop, al que Alex nunca lograba cazar con las manos en la masa. Y mira que era torpe para todo lo que no fuera empollar holomemorias y calcular cartas de navegación, porque, como todos los de su raza, estaba hecho de cerebro puro. Ni siquiera podía desplazarse sin la ayuda de su aerodeslizador.
Y, sin embargo, día tras día, lograba robarle la galleta a Alex sin que este se diese cuenta. El humano ya había convertido en una cuestión de orgullo el pillar a su mejor amigo galleta en mano, por eso no se la comía en cuanto se la ponían en la bandeja.
Pero ese día, aunque había vuelto a ser víctima del robo, Alex no estaba enfadado con Blop.
Blop era Blop y no te podías enfadar con él por ser Blop.
Alex no estaba enfadado con Maia, a pesar de que esa misma mañana, cuando cada uno había salido de su cilindro de sueño, le había vuelto a ganar en la carrera hasta la transportesfera, camino de clase.
A Maia hay que quererla como es, y Maia es, por encima de todo, competitiva.
Si Maia participa en una carrera, quiere llegar antes que los demás. Si hay simulación de tiro en clase de MultiCom con el profesor Diviak, querrá ser la que más robots asesinos destruya. Si hay examen de BioFormas, querrá sacar un mil sobre mil. Si no lo consigue, se conformará con sacar un punto más que todos sus compañeros.
Blop dice que esa necesidad de ser siempre la mejor tiene que ver con sus padres, que deben de ser muy exigentes. No lo sabemos seguro, porque la niña antareana nunca cuenta nada de su pasado.
Pero ese día, aunque había vuelto a perder en una carrera con ella, Alex no estaba enfadado con Maia.
Maia era Maia y no te podías enfadar con ella por ser Maia.
Alex no estaba enfadado con Havee, a pesar de que hacía pocos ciclos el pequeño mulkachiano le había arrancado los brazos.
Puede parecer que un adorable y minúsculo peluche no es capaz de mutilar a nadie, pero Havee es un mulkachiano. Los mulkachianos tienen dos características. La primera: nunca hablan con nadie que no sea mulkachiano. La segunda: si se enfadan son capaces de transformarse en bestias asesinas de tres metros de alto durante un breve período de tiempo. Pero ese día, aunque todavía le dolían un poco los hombros en el sitio donde los chubis le volvieron a coser los brazos, y a pesar de que el mulkachiano había vuelto a hurgarse la nariz y a limpiarse en el pantalón de Alex, este no estaba enfadado con Have.
Havee era Havee, y no te podías enfadar con él por ser Havee.
No, Alex no estaba enfadado con Blop, con Maia ni con Havee.
Por primera vez en su vida, Alex estaba enfadado con Tycho.
NO SABES LO QUE DICES
Sí, sé que parece imposible enfadarse con Tycho.
Al fi n y al cabo, Tycho era una tukxiana, y como todos los de su sistema, tiene una empatía de nivel 5, la más alta posible en el universo conocido. Eso quiere decir que era capaz de dominar cualquier forma de comunicación en cuestión de minutos, incluso sin el Chip Transcerebral, el dispositivo que los chubis implantan a todos los cadetes para que se comprendan entre sí.
Teniendo en cuenta que hay trece millones de billones de planetas capaces de albergar vida en el Universo, el poder de Tycho seguro que no te parece ninguna tontería.
Te lo voy a repetir, pero esta vez lo haré en números: 13.000.000.000.000.000.000 de planetas parecidos al tuyo.
Claro que no están todos habitados, pero aun así hay MUCHOS idiomas por ahí.
Pero Tycho no solo era capaz de asimilar cualquier lenguaje, también era capaz de amar, de comprender, de ponerse en el lugar de todas y cada una de las especies inteligentes del Universo.
Tycho era Tycho y no te podías enfadar con ella por ser Tycho.
Pero Alex se había enfadado, y mucho.
Los cinco se acababan de sentar en la Gran Cantina para comer durante el breve descanso entre clases. Había, como siempre, muchos cadetes haciendo cola ante los mostradores y máquinas que les repartían a cada uno una ración de comida adaptada a las necesidades de su especie.
El ruido era incesante, y había un solo tema de conversación: el zarkiano al que Alex había descubierto en pleno sabotaje del motor interdimensional el ciclo anterior.
El zarkiano casi había matado a Alex, y solo la oportuna intervención del profesor Diviak había impedido la tragedia. Había huido por los pasadizos de la nave, pero estaba herido y ya no podría transformarse.
Había sido gracias a Alex, por lo que las miradas de curiosidad hacia la mesa de los cinco amigos eran constantes.
Al fin y al cabo, Alex era el único cadete a bordo de MADRE que había logrado enfrentarse a un zarkiano y vivir para contarlo.
Y entonces Tycho dijo aquello.
—No creo que debamos matarlo.
Todos reaccionaron con sorpresa. Maia alzó al techo sus enormes ojos de dos pupilas. A Blop se le atragantaron los restos de las migas de la galleta de VantriCao de Alex. Havee gruñó, y los pelos azules de su espalda se erizaron un poco. Y Alex abrió la boca estupefacto.
—No sabes lo que estás diciendo, Tycho —repuso por fin, sin poder creerse lo que escuchaba.
—Mirad a vuestro alrededor. Lo que va a pasar esta tarde va a ser horrible.
Sinopsis de Alex Colt. La batalla de Ganímedes
No leas este libro. Podría pasarte que terminases en una nave espacial varada cerca de Ganímedes, asediado por una flota de zarkianos que amenazan con destruir la Tierra.
Podrías descubrir que tú y tus amigos, los más pringados de MADRE, la nave escuela de pilotos de la Confederación, sois los únicos que podéis ayudar en la defensa del planeta. Podrías averiguar cuál es el verdadero motivo por el que estás a bordo de la nave, que no es el que tú te imaginas.
No leas este libro, sobre todo, si no quieres reír, vivir una aventura emocionante junto a tus amigos, o te muerdes las uñas ante los finales impactantes. Y recuerda que todo lo que se cuenta aquí es verdad, TODO. Así que déjalo de nuevo en la estantería, porque corres peligro de convertirte en un héroe sobre cuyos hombros recae el destino de Madre y de toda la humanidad.
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Autor: Juan Gómez-Jurado. Título: Alex Colt. La batalla de Ganímedes. Editorial: Destino. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro
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