Hace poco escuché a alguien decir aquello de que no todo el mundo puede ser escritor. Es verdad que no todo el mundo puede, del mismo modo en que no todo el mundo puede ser muchas otras cosas. Lo que me llamó la atención, en este caso, no fue la frase sino el contexto. La pronunció un escritor para referirse a una persona que estaba intentando publicar su primera novela, pero no lo conseguía.
Qué fácil es decir que no se puede… ¿Y si te lo hubieran dicho a ti? ¿Habrías escuchado? ¿Habrías dejado de escribir? ¿De construir? ¿De imaginar? Esa es la pregunta correcta: ¿habrías podido abandonar? No hay otra clave. El arte tiene que ser una necesidad. Si no lo es, no llegará a ninguna parte.
Tienes que desearlo como se desea comer cuando tienes hambre.
¿Por qué vas a decirle a alguien que no puede ser escritor? ¿De dónde sale esa idea? Di la verdad: di que todavía no puede o que tiene un largo camino por delante. Eso puede ser cierto. Tú también lo tuviste, al principio, y te tocó trabajar, leer, intentarlo, volver a leer, volver a intentarlo. Y volver a equivocarte. Y volver a leer y volver a ver que otros sabían hacerlo y tú no. Y escuchar cosas que duelen de un modo que no puedes compartir con nadie. Y ser derrotado.
De las derrotas se aprende.
Cada uno será lo que quiera ser, si está dispuesto a seguir fracasando hasta donde esté su límite. Buscando ese límite es como avanzará; como luchará contra el mismo enemigo sin nombre contra el que luchamos todos. La némesis de los artistas.
Se habla mucho de la inspiración, pero no he escuchado ninguna palabra para definir lo contrario: la escurridiza incapacidad para terminar de explicar lo que queremos explicar. No me refiero al famoso bloqueo del escritor; eso es otra cosa y se soluciona. Es parte del trabajo. Me refiero a lo que no somos capaces de poner en palabras. La necesidad de poesía. Nos paramos, levantamos la cabeza y perfilamos ese gesto de concentrada molestia; de incomodidad. Nos quedamos a las puertas sin llegar a asomarnos.
Eso que falta y que solo logramos insinuar es lo que a veces nos dan desde el otro lado. Porque el arte no está en lo que uno crea, sino en lo que es capaz de dejar en los demás.
Cuando alguien escribe, en realidad está leyendo. Cuando pinta, está observando.
El proceso creativo es un camino hacia un resultado que, por suerte, nunca se alcanza. El arte está en lo inabordable, porque el artista intenta transmitir algo que no consigue explicar el todo. Y el receptor, al contemplarlo, se ve atrapado dentro de la misma búsqueda y forma parte de lo mismo que tú, por un instante. Se acerca a ti y, a veces, le gustaría tenerte delante para hablar contigo; para decirte que agradece que te hayas esforzado para hacerle pensar en eso. Que le hayas colocado en un lugar en el que antes no estaba. Es algo que nos gusta a todos: que nos hagan viajar a un rincón del mundo que no conocíamos, porque nos da la esperanza de creer que habrá otros muchos lugares por encontrar.
Lo que mejor hace el arte es agrandar el mundo.
Por eso, cuando escucho a alguien diciendo que no se puede, ya no siento ese rencor del que hablaba al principio, sino lástima. Siento que esa persona está tratando de elevarse por encima de otros, cuando, en realidad, está quedando por debajo. Está olvidando la más básica de las reglas: que todo esto, cuando falla, no es por falta de capacidad, sino de ganas. Aquí no triunfa el que mejor lo hace, sino el que más resiste. El que más dispuesto está a soportar los golpes, las decepciones, las soledades, las esperas, la incomprensión y, por encima de todo, las negativas de todos esos que le dicen que no puede. Ese es el artista. Pero tú, que dices que no puede, has dejado de serlo. Has alcanzado tu límite y tienes miedo de que otros te alcancen a ti y te superen. Tienes miedo de que otros sigan demostrando ganas cuando tú ya no las encuentras. No les hablas a ellos, sino a ti mismo.
Has perdido el hambre. Ya solo la recuerdas.
Lamentablemente eso pasa en todas las facetas de la vida, es que no va a poder… A lo mejor el que no puede llegar a más es el que pronuncia esas palabras…
Hay gente a la que le faltan ganas, no para hacer lo que le gusta, sino para prepararse para saberlo transmitir, buscando herramientas y formas correctas de utilizarlas… si no, fracasará en el intento y agotará su paciencia.
Como escritora, me sumo a las tesis de mi colega Rodrigo Palacios. Quién decide quién puede ser escritor y quién no? A lo largo de los años, he conocido a autores de gran prestigio y consagrado reconocimiento que siempre han tenido un hueco en su vida y en su profesión para escuchar y valorar a otros colegas noveles de indiscutible talento y mayor humildad; como también me he encontrado con otros, en el camino de la literatura que, habiendo firmado un texto con mayor o menor acierto, se han considerado a sí mismos gurús de las letras, mientras soñaban con su candidatura a premio Nobel. Estos son los más peligrosos. Por mi experiencia, un consejo: no se rindan, desechen los juicios provenientes de los egos desmedidos, o de aquellos que tratan de tapar sus frustraciones a base de los juicios negativos sobre otros, perseveren, exíjanse a sí mismos, pero nunca dejen de perseguir sus sueños. Cualquier manifestación artística es subjetiva, aunque quizá en ello resida su grandeza.