Zatopek hizo escala ferroviaria en la Dresde de 1945. Se dirigía a Berlín para participar en unos campeonatos de atletismo que enfrentaban a los países aliados. Llegó solo, a medianoche. “Ni una luz en las calles arrasadas, nadie que le indique el camino, Emil está hambriento, cansado, tiene sueño y por si fuera poco llueve a cántaros”, escribe Echenoz en su monumental miniatura Correr.
Durmió apenas un par de horas en un banco de un antiguo refugio antiaéreo. Su tren salía a las cinco de la mañana. Llegó a Berlín en la tarde del día siguiente y muerto de cansancio buscó el estadio temiendo llegar tarde a la carrera. Afortunadamente, le dicen, los 5.000 metros son al día siguiente. Con un culillo de té frío en el cuerpo, Zatopek duerme como un tronco en unos barracones que les han asignado a los participantes. Al día siguiente es el único atleta checo que desfila en la presentación de naciones. Los periodistas se ríen de su soledad ante el cartel que dice Checoslovaquia. Luego se revuelve haciendo lo que sabe: correr. Zatopek sale picado y le saca una vuelta entera a todos sus rivales sin especial esfuerzo. Les dobla. Los 30.000 espectadores del estadio olímpico que construyó Hitler para los Juegos de 1936 jalean al súper campeón inesperado. “No es normal”, dictamina Larry Snyder, el que fuera entrenador de Jesse Owens. Las muecas, los aspavientos, los cabeceos de Zatopek horrorizan a los preparadores técnicos. “Este tipo hace exactamente lo que no debe hacerse y gana”.
Cuento esta historia, primero, porque es buena, segundo, porque el libro es magnífico, y tercero, para hablar de guiones de radio. En general, la radio la escribimos intentando hacer lo contrario que Zatopek.
Redactamos con las orejas. Oímos lo que tecleamos para comprobar que no sonará ridículo cuando se diga en voz alta. No puedes pasarte con los adjetivos. No conviene fallar con los sustantivos. La escritura de radio debe pasar la prueba de la oralidad sin las licencias retóricas que admiten el teatro o la poesía. No se perdonan los accesos de literatura. No se toleran los grumos en antena. No se puede correr como Zatopek. Se debe flotar como Federer. Hacerse invisible como Busquets.
Por eso, escribir en la radio es una cura de humildad diaria. Más aún en 2020. Hemos tenido que deslocalizar un programa que, como tantos, vive de los codazos que nos damos charlando de las cosas que nos gustan. Ahora intentamos encadenar monólogos no muy largos que merezcan la pena y generar un poco de conversación. Y así está bien. Hemos sobrevivido y hemos seguido contando historias como la de Emil Zatopek. “No tengo suficiente talento para correr y sonreír a la vez”, dijo una vez el triple campeón olímpico, proletario del esfuerzo agónico. Los guionistas corremos la milla aspirando, si se puede, a no tocar el suelo.
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Puedes escuchar el programa completo de La Cultureta en este enlace.
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