«Centones, repeticiones, fragmentaciones, citaciones, reconstrucciones, reinstalaciones…». Esta línea, extraída de la obra de Margo Glantz Por breve herida, no solo describe el modus operandi de la mexicana, sino también la teoría de la narrativa que se halla detrás de la tetralogía del escritor neoyorquino David Markson: La soledad del lector, Esto no es una novela, Punto de fuga y la publicación que hoy nos ocupa, La última novela (Sexto Piso, 2024). ¿Estamos ante un cuarteto de novelas o nos enfrentamos a otra cosa? En este ciclo, encontramos un rico anecdotario literario, sin delimitación epocal, trufado de escuetas intervenciones de la voz protagonista: el Lector, el Escritor, el Autor y el Novelista, respectivamente; y cuyas reflexiones, como las referencias que pueblan el texto, giran en torno a la literatura, la soledad, la memoria o la mortalidad.
Su trabajo final encaja bien en lo que se ha dado en llamar «escritura no-creativa»: ¿por qué añadir más textos a un mundo que ya cuenta con ejemplares extraordinarios? La virtud, pues, estaría en mover la información previamente existente, en copiar y pegar, sí, pero acertando qué, cómo, cuándo y dónde; reciclar así el pasado y rescatar las huellas estilísticas de los predecesores, en un ejercicio posmoderno. A esto se aplica Markson: «El género personal del novelista. Pese a su aparente fragmentación, obstinadamente lleno de referencias cruzadas y de una críptica sintaxis interconectiva» (p. 58). Como observamos, el collage y la fragmentación son mecanismos ilusorios que esconden una urdimbre con sus centros, dependientes de una lógica dictada por el autor, es decir, se trata de un mapa elaborado a base de recortes convenientemente colocados. Y, en consecuencia, posee un destino.
En efecto, el grueso de La última novela son frases de otros e historias ajenas, pero ¿acaso el celebrado Libro de los pasajes benjaminiano no está compuesto de un 75% de citas, como ha remarcado Richard Sieburth? Pese a que en su interior leamos otros libros, al mismo tiempo leemos un nuevo libro con algo que contar. La experiencia de lectura se abstrae de fragmentos que se fingen inconexos, los cuales, al contrario de lo que daría a entender una lectura superficial, conforman un orden que tiende a la reflexión metaliteraria (en especial a la pregunta ¿qué es narrar?), el estiramiento del círculo hermenéutico, la naturaleza de la ficción, el paso del tiempo o el balance entre aciertos y fracasos a lo largo de una vida. Algunos de estos procedimientos ya los había anticipado Markson en su obra cumbre, La amante de Wittgenstein, alabada por David Foster Wallace, y que fue publicada también en español por Sexto Piso, donde el argumento, sin embargo, resulta más palpable: con un personaje, Kate, que, bajo el pretexto de ser la última persona sobre la faz de la tierra, engaña continuamente al lector con sus imprecisiones, incoherencias y errores flagrantes, yéndose de una divagación a otra cada pocas líneas. En sus peripecias, a bordo de un flujo de conciencia incontenible, dudamos, en realidad, no solo de si la narradora nos está mintiendo, sino de qué es la propia experiencia. En esta atmósfera, La última novela lleva al límite lo que Fredric Jameson denominó el «sublime posmoderno»: un éxtasis de información que no logras amarrar. El lector, por tanto, debe luchar para atrapar ese pez que se le escurre de las manos, situarse en el mapa y, si no localizar, sí escoger un camino por el que transitar la novela, haciéndola.
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Autor: David Markson. Título: La última novela. Traductor: Mariano Peyrou. Editorial: Sexto Piso. Venta: Todos tus libros.
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