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No te diré

Hay una expresión del valle de Baztán utilizada para no querer revelar más de lo que ya se ha intentado sugerir, usada para cuando insisten en las explicaciones que no quieren dar los que son de naturaleza resguardada, celosa de sí mismos. Son tres palabras que dejan en el aire una duda que se añade a la pronunciada, consiguiendo un tono misterioso, lírico y desconfiado. La añadidura de lírico no es solamente por el autor de estos poemas —fue a él a quien se la escuché—, sino porque verdaderamente creo que se ajusta a ese matiz de la poesía que la dota de una importante característica. Que no te haga saber o comprender del todo, pero aun así se permita transparentar su potencial de incertidumbre, de ensoñación compartida.

‘Un poeta debe contarte sus visiones,/ hacerte ver sus visiones,/ debe suscitar tu perplejidad,/ contagiarte su inquietud,/ su incurable melancolía,/ su humor sombrío y vagabundo’, dice en Manual de instrucciones, uno de los títulos de las creaciones recopiladas en Geografía de la ventura (Antología), donde, finalmente, la poesía del navarro Miguel Sánchez-Ostiz se presenta con una autoridad independiente y reivindicada con respecto a las demás trochas de su obra: la novelística, la ensayística y la diarística, todas secreta e íntimamente conectadas.

"Los poemas de Geografía de la ventura, que abarcan desde Pórtico de la fuga, de 1979, y Espuelas para qué os quiero, de 2022, quedando fuera de la selección el reciente Osadías y descalabros"

El trabajo de edición, selección y prólogo a los textos ha corrido a cargo de Alfredo Rodríguez, declarando su entusiasmo —febril, según qué línea— pero adquiriendo el libro un valor de justo reconocimiento hacia la poesía de Sánchez-Ostiz, a menudo en un segundo o tercer plano a pesar de la notable productividad desde sus inicios en la década de los ochenta del siglo pasado.

Tal y como indica Rodríguez, la de Sánchez-Ostiz es una poética que ha pasado del culturalismo velado a la parquedad verbal. De principio a fin, la predilección por una serie de motivos que han alimentado sus versos; a veces embriagadores como las volutas sueltas de una quema de rastrojos, otras cortantes e hirientes como la madera astillada, pero en ninguno falta el sello de su inconfundible visión lírica y vital. Es un poeta que busca la valentía de echarse a la soledad aventurera y por ende la ventura que depara esa determinación. ‘De ese viajero que interroga constelaciones/ mapas de países desaparecidos,/ raras historias naturales,/ verdaderas relaciones/ que nunca, nadie, quiso escuchar,/ y engañosas memorias ajenas, no sé gran cosa./ Tan solo su temor humillante a la vida,/ su extenuante aventura inmóvil/ y ese ciego y obsesivo volver y volver/ a recorrer reinos devastados’, escribe en De un inmóvil viajero, y entre los varios álter egos que encontramos en estas páginas, el más aguerrido, y por el que Sánchez-Ostiz ha venido demostrando su preferencia, es el que hace su viaje alrededor de su cuarto. O el que hallándose en un confín cuya belleza no bastase —fuera el bosque baztanés o un acantilado de la Tierra de Fuego—, necesitara pronto otro destino, una nueva huida ‘atado a la inservible pesa de piedra/ del reloj de las horas fugaces/ con una soga que huele como la hojarasca/ en esos días calurosos del final del verano’.

"No nos dirá de las brumas otoñales, de las palabras verdaderas que hurgan en los malentendidos y los vuelos que se alejan de las extrañezas y los restos de naufragios"

Los poemas de Geografía de la ventura, que abarcan desde Pórtico de la fuga, de 1979, y Espuelas para qué os quiero, de 2022, quedando fuera de la selección el reciente Osadías y descalabros, son también la evidencia de la fidelidad del autor por la editorial navarra Pamiela, que ha publicado el grueso de su obra desde que empezó. Sánchez-Ostiz ha vuelto a ella igual que en su lírica es reiterado el regreso a esa casa de la vida que el tiempo ha arrasado vilmente, obligando a la memoria al recuento insistente y doloroso que dejó su pérdida. La casa de Obanos, las casas en el campo, Gorritxenea, Zamarrenea. Son nombres familiares para sus lectores. En cierta medida, uno puede pasearse por sus menciones como se haría entre los menhires de un crómlech, queriendo sacar preguntas a la superficie que aguanta los embates y generosamente permite que a su alrededor prosigan la marcha, ‘los rostros, las voces, las chanzas’, toda esa barahúnda que es cualquier existencia y debería tener más espacio reservado a lo que nos contenta, normalmente insuficiente. Casi siempre.

‘Acaso no haya regreso feliz./ Ni siquiera en el recuerdo’, termina considerando en uno de sus poemas. Pero sin renunciar a la verdad incontestable que esconde una perspectiva más dura de este oficio, Sánchez-Ostiz es consciente de la vigorosidad mantenida —con más tesón o recuperándose, dependiendo de qué época nos refiramos— por y hacia el ejercicio poético, hacia el ejercicio literario en general.

No nos dirá de las brumas otoñales, de las palabras verdaderas que hurgan en los malentendidos y los vuelos que se alejan de las extrañezas y los restos de naufragios. Lo contará. Lo inventará. Aunque nada haya sido visto, no se dirá. Se escribirá.

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Autor: Miguel Sánchez-Ostiz. Título: Geografía de la ventura (Antología). Editorial: Bartleby. Venta: Todos tus libros.

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