Cuanto más sencillo es un truco de magia, más efectivo. Un mago es bueno cuando con sus manos y una simple baraja de cartas es capaz de dejar a su audiencia con la boca abierta. Si la misma ilusión necesita distracciones, humo, mecanismos complicados y elementos que desconcierten al espectador, es que el truco no es bueno o simplemente está mal planteado. No conseguirá llevar al sujeto a ese estado en el que su incredulidad se convierte en la sensación ilusoria y placentera de que la magia existe.
Por eso, a la par que investigaba los perfiles reales, la documentación y las escenas del crimen de los cien asesinos en serie más importantes de la historia, seguí consultando el libro de magia, anotando sus recomendaciones y planteando la escritura de la obra como un juego. Con el paso de los años he llegado a la conclusión de que las cosas realmente importantes de la vida tienen que enfocarse siempre como un juego. Primero para disfrutar con lo que hacemos. Y segundo, para que el miedo a fallar o el exceso de responsabilidad nunca te haga desfallecer o ni siquiera intentarlo.
Llegaron las tardes de análisis. Las peticiones de manuales extraños sobre la historia de la criptografía, sobre musicoterapia, sobre la influencia de la música en distintos aspectos de la vida, sobre psicología criminal. Se apilaban en la mesa desde artículos relocos sobre los pliegues del espacio-tiempo hasta tesis doctorales sobre la música de Bach. Incluso intenté contactar sin éxito con un especialista de Perú que promocionaba la hipnosis negra y mantenía ser capaz de generar por este medio los síntomas de determinadas enfermedades para que los doctores supieran lo que estaban sufriendo sus pacientes. Llegó entonces desde EEUU un manual publicado solo allí con las patentes sobre control mental que se han registrado en los últimos 50 años.
Poco a poco, la novela fue cobrando forma, y de la mano de las notas decidí otorgar una banda sonora concreta a cada uno de los personajes y escribir muchos de los capítulos y de sus acciones escuchando siempre ese perfil musical. Les dejaré dos pistas: muchas de las páginas sobre el inspector Héctor Lobo fueron escritas escuchando piezas como «Graze», de Moux. Para La Dama, la mujer más enigmática, sonaba de forma regular «I’m No Good For You», de la cantante de blues británica Chantel McGregor. Les invito a leer algunos de los pasajes de estos personajes con esa misma música sonando de fondo, en un proceso de creación inverso. Al final, este libro no es más que un juego. Y por eso es tan importante.
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Autor: Dani Montero. Título: No te haré ningún daño. Editorial: La Esfera de los Libros. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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