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Nombrar lo que duele

Pensar la vida, observar cada detalle para luego convertirlo en palabras que duelen, que son como una bofetada. Eso es lo que ha logrado Concha García con Cuota de mal, un poemario desasosegante, auténtico, escrito rozando los bordes del dolor y la ironía simultáneamente, a medio camino entre la amargura de ver el proceso de deshumanización, que es rasgo identitario de esta sociedad, y la melancólica ambición anhelante de que tomemos conciencia de ello, de que despertemos. Y es así que, en los 60 poemas que componen la obra de la cordobesa, tan ajena al retoricismo, a los juegos de palabras baldíos, encontramos la voz poderosa de una mujer que pone luz en los lugares exactos donde no queremos mirar desde nuestra posición acomodaticia; que contempla la angustia del mundo y reflexiona sobre la responsabilidad que tenemos cada uno para que las cosas se mantengan tal cual están, clara evidencia de que, aunque sea por omisión, todos tenemos una mínima cuota de mal sobre nuestra conciencia. Y por eso, para acallarla, miramos para otro lado.

"Para modificar esa realidad, ¿es útil la literatura? Únicamente si se compromete, si es voz de la conciencia que impele a propiciar una mudanza del comportamiento"

Hay dos citas de Simone Weil que traspasan Cuota de mal, marcando los límites y retratando la opresión de quien ha tomado conciencia de la angustia ajena, de quien en sus viajes, en sus paseos en soledad con el mar de fondo ha ido construyéndose una mirada honda y reflexiva, capaz de penetrar esencias que la mayoría se esfuerza en ignorar porque hacen daño. Los títulos de los poemas son tajantes, una palabra sola, para fortalecer la idea/imagen: “Acre”, “Partenogénesis”, “Postal”, “Asfalto”, “Mudez”… Busca su autora desnudar los conceptos, dejarlos en su médula desde las certidumbres adquiridas a lo largo del camino que supone vivir y que evidencian que “las preguntas que te haces / con el paso de los años / son apenas certezas, pensadas / y reabiertas como si hubieses / encontrado alguna vez / una perla. Tantas cosas / existen fuera de tu mente / que no concibes / mundo menor”, tal y como expresa en “Acre”. Y de fondo siempre el compromiso ético con el sufrimiento, con los inmigrantes, los refugiados, los marginados del sistema, como en “Postal”: “Les ponen una manta encima / tiritan con los ojos abiertos / y piensan en la fotografía de las montañas / del país donde han llegado”. Llegados a este punto, cabe la pregunta: para modificar esa realidad, ¿es útil la literatura? Únicamente si se compromete, si es voz de la conciencia que impele a propiciar una mudanza del comportamiento. Así, en “Mudez”, asevera de forma punzante: “Sobrecogía ver al poeta recitar una serie / de endecasílabos encadenados cuyo tema / no se apartaba un milímetro del discurso / que alinea sílabas y ordena el mundo / en un sinfín de dictados aprehendidos / apresados por el peso de la inacción” (“Mudez”).

"Pensar es sólo el primer paso. Por eso la poeta llama a la acción, al compromiso ético verdadero que trasciende al gesto"

Y al cabo, una vez que perdió la confianza en que la poesía ejerciese como una fuente estable de certidumbres (vid. “Anaquel” o “Acre”), únicamente la salva —y nos salva— la certeza de que el ser humano es capaz de cambiar el rumbo de esta sociedad displicente e individualista; ahora, con la templada madurez que la acompaña y la edifica, su aspiración es considerar que, aunque “las ideas que tenías sobre la poesía / cayeron de golpe, ahora te sostiene tu fe / en algunos seres humanos que hacen el bien, / aunque todos tengamos la misma posibilidad / de ser tan violentos como la furia” (“Matinal”). No se puede decir con mayor claridad.

En este ejercicio de eficaz introspección crítica donde cabe cualquier lector/a, desarrollada con tono meditativo intimista tiene razón García: “No se puede demostrar que algo tan pueril / como pensar en la justicia te convierta en justo”. Pensar es sólo el primer paso. Por eso la poeta llama a la acción, al compromiso ético verdadero que trasciende al gesto, a un necesario despertar humanista que nos saque de esta zona de confort donde hace tanto que nos hemos instalado. Ahí reside la esperanza para poder erradicar esa Cuota de mal que en mayor o menor medida nos habita, que nos condiciona en nuestro proceder y que tanta inquietud debiera producirnos.

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Autora: Concha García. Título: Cuota de mal. Editorial: Huerga y Fierro. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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