Con el vaticinio de la metamorfosis de la doliente Hécuba en una perra de ojos de fuego finaliza Eurípides su tragedia Hécuba. Con ello los dioses tratan de evitarle el sufrimiento de vivir como esclava tras la destrucción de Troya y la muerte de su esposo e hijos. De esta manera salvan los dioses a quienes aman, transfigurándolos en animales o elementos de la naturaleza. La Humana protagonista de la última novela de Sabina Urraca, El celo (Alfaguara, 2024), también sufre un proceso de animalización, con el fin de ser domesticada, aunque, precisamente, será esa transformación la que le permitirá salvarse.
El celo une el presente y el pasado, los instintos de La Perra y de La Humana. La Perra y su celo son el recuerdo de lo natural, son el reflejo de quien era La Humana antes de. La simbiosis entre ambas es urdida a través de un doble lenguaje que domina con precisión y recursos tan diversos como cercanos para esbozar esa metamorfosis zoológica de La Humana y captar con extraordinaria habilidad nuestra lectura: ¿Porque cómo podría relacionarse una perra llena de temblores y sobresaltos con animales normales que corren al sol? Y en ese vínculo, que, sin pretender, se forja entre ambas, La Humana reencontrará su naturaleza alejándose de esa animalización y le posibilitará liberarse, ahora sí, del pasado que la encadena. No obstante, no sólo La Perra le impone salir de su aislamiento, sino también la obligación de asistir en la unidad de salud mental a una terapia de grupo para mujeres maltratadas: La Humana encuentra una tranquilidad inmensa en resistirse a hablar, en la rebeldía ante lo que le parece una nueva domesticación. Los lazos afectivos allí gestados, esa sororidad femenina, en especial con Mecha, real tanto como necesaria en un entorno hostil donde la incomprensión y el miedo cohabitan, la empujan a desnudarse de ese disfraz impuesto y ajeno de bestia. Probablemente, uno de los mayores aciertos de esta novela respecto a la violencia machista sea no sólo el haber puesto la mirada en el después de las víctimas, sus secuelas psicológicas, que las conducen no pocas veces a una adicción a los antidepresivos y otras drogas, así como esa dependencia emocional o sexual que las atrapa sin solución: Aunque se los saquen de la vida no se los pueden sacar de adentro; sino el explorar las muchas aristas dispares y complejas del maltrato. Todas las vivencias son válidas porque todas las vivencias son traumáticas. Y ello nos lo ofrece, más allá de la crudeza de lo insinuado, pues la elipsis es un recurso que utiliza con acierto y habilidad, no sin cierta dosis de ternura.
A pesar de la corporalidad y la biología que fundamentan El celo, envuelve a la protagonista un cierto halo sagrado-mágico por medio del cual busca respuestas y soluciones que, finalmente encontrará dentro de sí: Él tiene el poder que tú le diste. Si El Predicador se nos presenta como un “iluminado” que tiene contactos con otra dimensión llegando a fundar un grupo de adeptos, dejando entrever su capacidad para sugestionar y manipular a quienes tiene a su alrededor, La Humana intenta un asidero en las creencias bien de la religión con sus santos y reliquias, como en los ritos de la santera o las oraciones místicas de la yogui: Se lanza a lo católico porque ya no sabe en qué estante colocar los temores o No cree en Dios, pero lo echa de menos, para concluir en una bella certeza: no son otros quienes la pondrán a salvo, sino ella misma quien se salvará. Y ese mundo de lo divino y espiritual la liga a su infancia y adolescencia, a los veranos con sus abuelos maternos y a la palabra de la abuela. Será ella quien le deposite en herencia el poder del silencio y el enriquecedor caudal de la tradición oral con sus cuentos, leyendas y poesías que, más tarde, serán germen de su trabajo como publicista y de su aspiración a convertirse en escritora. Esta abuela entrañable, que pierde poco a poco la cordura a causa del Alzheimer y cocina recetas imposibles, evoca, en ciertos momentos, a la de Panza de burro de Andrea Abreu, a la cual la editora de la novela parece hacer un pequeño guiño en la suya. Y frente a estos abuelos, una madre distante cuya relación flota en una superficie de convencionalismos al no saber cómo amar a su hija ni comunicarse con ella.
El lirismo de la prosa de El celo se nutre de distintos mecanismos para explorar los límites de los géneros y del lenguaje al incorporar poesía, cuentos, mensajes de WhatsApp, correo electrónico, blogs, foros de internet… y reflejar distintas variantes del habla coloquial, haciendo de la novela un fiel espejo y testimonio del ingente patrimonio lingüístico social actual.
Nos entrega Sabina Urraca una espléndida fábula contemporánea donde la ausencia de nombres propios ahonda en la universalización del relato y refuerza su esencia al retornársela a una Humana que ha sido despojada de ella. Sólo, al final, La Perra tendrá nombre, no como un acto de domesticación, sino de arraigo y de vínculo, de inicio y de fin. Nombrar para sanar. Contar para sanar.
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Autora: Sabina Urraca. Título: El celo. Editorial: Alfaguara. Venta: Todos tus libros.
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