La nostalgia por Buenos Aires la ha heredado el actor y músico Jimmy Barnatán (Santander, 1981) por parte de su padre, el poeta Marcos Ricardo Barnatán. La nostalgia por Nueva York, en cambio, se la adjudica propia. Cree Jimmy que uno hereda muchas cosas de los padres (en lo cultural, en lo ideológico, en lo espiritual…). Por fortuna, él asegura que ha heredado infinitas características de los dos (la periodista Rosa Pereda y Marcos Ricardo). «Además de tener una relación paterno filial y materno filial, somos muy cuates. Todavía no ha habido ningún tema a esquivar. Hemos creado una relación muy bonita de padres e hijo único, porque yo sólo he tenido perros», ríe Jimmy, orgulloso de haber recibido de sus padres también las amistades, como la del escritor y guionista cubano Guillermo Cabrera Infante. Es consciente, sin embargo, que por sangre carga con algunos enemigos, y sabe de la ausencia de rencor en sus padres: «el nombre de los enemigos se diluye en algún recodo de su memoria y también de la mía».
Desde aquel viaje a Buenos Aires, Jimmy no ha querido volver; siente que allí, de alguna manera, se da de bruces con su abuela muerta. Sin embargo, a Nueva York hace peregrinación; es ir a «casa» para ver viva a Noemí. «Yo estaba muy unido a ella. No me acuerdo de no ir a Nueva York, y para mí no era nada exótico viajar allí». La abuela Noemí preguntaba cuándo quería ir «muñeco», su nieto, a visitarla y ella misma le mandaba el billete de avión. Su estancia podía alargarse, por ejemplo, desde el 23 de junio hasta el 31 de agosto y luego, ya de regreso a España, el pequeño Barnatán marchaba a Santander para estar con su abuela Marichu. «Mis aurículas son neoyorquinas y mis ventrículos son santanderinos».
Llegar a Ítala
«Empiezo a escribir este libro cuando vuelvo a Nueva York. Mi abuela se fue de allí entre 2001 y 2002 y desde que nací, en el 81, fui todos los años de mi vida por lo menos dos veces al año. Mi abuela cambió de sitio: primero vivió en Madrid unos años y luego voló hasta Buenos Aires para vivir los últimos años de su vida y volver a casa». Pasaron trece años hasta que Jimmy regresó a Nueva York, en el invierno de 2014. Ya no era un niño, sino un hombre casado, con mujer, con una vida más hecha, y estaba redescubriendo la ciudad con ojos de adulto.
En la página 21 de este diario secreto, su autor destaca una dirección concreta entre otras muchas: el 444 de la East 52 Street. Es tal la importancia de la seña que la lleva tatuada en el brazo izquierdo. «We are going to 444 East 52nd. Street between first and the river, please…», escribe Jimmy en la apertura del capítulo. Cuenta que así aprendió su dirección, la del apartamento de su abuela Noemí en el área de Sutton Place/Beekman. La tiene grabada en la piel por si se pierde o por si se precipita su homicidio. «Así aprendí a llegar a Ítaca y así, mientras los perros fieles me ladran primero que nadie en mi viejo barrio, maquillado de mayor como los camareros del Cipriani y con el frío congelando el regreso, le repito como un autómata a Rocío las señas de mi palacio de invierno». Recuerda la puerta E del octavo piso, que corría descalzo. También el descansillo enmoquetado con ese mismo color gris claro de siempre, así como el calor que hacía por una calefacción demasiado alta. «Se escucha tango en una ventana de Nueva York que mira al East River y a Roosvelt Island», escribe Jimmy. Suena la ciudad a Miles Davis (al entrevistado le hace llorar especialmente), a Bob Dylan, al punk del extinto CBGB, a Lou Reed y a blues. Como suele acostumbrar Barnatán en sus libros, en esta ocasión tampoco puede faltar la lista de temas para acompañar la lectura.
«Aún no has acabado conmigo, Ray»
Nueva York es un estado mental, un decorado de cine, una ciudad «con tiro», que diría Álex de la Iglesia. Jimmy conoce muy bien sus avenidas, sus calles y sus rincones. Incluso los garitos que han cerrado. «El paisaje neoyorquino ya está hecho. El resto es maquillaje. Si hay un garito estupendo y cierra, no estés triste; dentro de un mes abrirá otro garito muy bueno». Barnatán pone de ejemplo el dinner de Taxi Driver, hoy un restaurante pakistaní.
«Nadie importa. La ciudad tiene unas mandíbulas metálicas como las que salen en el videoclip de Leave me alone de Michael Jackson. Es un parque de atracciones genial, en el que te lo puedes pasar muy bien, pero si te pasas de idiota y no te adaptas rápidamente a su velocidad, Nueva York es muy desagradecida. Es una puta partida de cartas. Cada vez que vas, las cartas son distintas». Nueva York es un latido urbano tocado en acordes menores. La tierra prometida de este caminante de la legua que bebe whisky y adereza sus frases con expresiones anglófonas. «Pienso que yo, en algún momento, tendré que volver a Nueva York de manera permanente».
Un año en Nueva York. Diario secreto se terminó de escribir el 23 de febrero de 2023, 78 años después del cuarto combate entre Jake LaMotta y Sugar Ray Robinson en el Madison Square Garden neoyorquino que se saldó con la derrota de el Potro del Bronx. El boxeo fue el primer cuento de Jimmy Barnatán y hoy LaMotta cierra la página de su último libro. Advierte Jimmy que si uno va de chulo se va a comer más hostias que en la Comunión. You know?
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Autor: Jimmy Barnatán. Título: Un año en Nueva York. Diario secreto. Editorial: Jekyll & Jill. Venta: Todostuslibros
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