Creo que el tema de la confrontación entre escolástica y humanismo, cuando se fragua el Renacimiento, no ha tenido por parte de la ficción literaria la atención que merece. Por eso una novela como El crepúsculo del hebraísta, del venezolano —español oriundo— Atanasio Alegre, autor de novelas, relatos y ensayos, psicólogo y filósofo, requiere especial consideración, máxime cuando, además, se trata de una singular pieza literaria, pues en ella se conjugan con especial destreza, sin que se pierda la estructura ficcional que la compone, la erudición del estudioso —que hace la crónica de un tiempo decisivo para la historia de la humanidad— y la composición psicológica de muy interesantes personajes: se trata pues de un libro que es al mismo tiempo, y sin que el conjunto se resienta de los dispares aspectos, una novela histórica, un ensayo y un análisis psicológico.
El personaje central es Johannes Reuchlin (1455-1522), notable humanista, magistral conocedor del latín, el griego y el hebreo, que a lo largo de su vida fue profesor, jurista, diplomático y religioso, y que en su interés por determinados aspectos de la cultura judía escrita —de la Cábala al Talmud— llegó a ser procesado inquisitorialmente en una causa que llegó hasta la instancia papal.
Es de resaltar la reconstrucción de los espacios y las atmósferas, en los lugares que va recorriendo el humanista a lo largo de los años, muy especialmente Florencia, Basilea, Stuttgart, Linz, Roma, Ingolstadt… y su evocación, mediante la escritura de un meticuloso documento en primera persona en el que el propio Reuchlin recoge los sucesos de su vida, de los académicos a los sociales —llegó a alcanzar la condición de noble— sin que nos oculte los sentimentales y explícitamente amorosos, y sus relaciones con sus dos sucesivas cónyuges y otras mujeres.
Precisamente esa alternancia, sabiamente tejida, de lo que pudiéramos denominar “documental” —la vida profesional de Reuchlin, las obras que va escribiendo, su relación con personajes muy conocidos, como Martín Lutero, Erasmo, Sebastián Brandt, Marsilio Ficino o Pico della Mirandola y otros también sugestivos, como Jacob Questenberg o el astrólogo Lorenzo Behaim…— con lo que pudiéramos llamar lo ficticio, le va dando al libro especial solidez, pues el autor, al hilo del memorial o confesión de Reuchlin, que constituye la parte más larga del libro, va interpolando textos de otros personajes —el padre Bruno, Jutta, Raquel, Joseph Pfefferkorn, el papa León X, Erasmo de Rotterdam…— que enriquecen con acierto la perspectiva.
Sin embargo, al hilo de los recuerdos de su vida, —estudios, amistades, amores…— lo que cobra en el libro singular importancia es, precisamente, el proceso que sufrió como consecuencia de su oposición, más jurídica que religiosa, a la quema de libros por el hecho de ser judíos.
Al cabo, el asunto central resultará el proceso que viene del libro de Reuchlin, Augenspiegel —que el autor de la novela traduce como Los lentes oculares—, entre los años 1513 y 1521. En este período tuvo la polémica con Johann Pfefferkorn. Este, judío converso, había obtenido del emperador el permiso para requisar de los judíos los libros religiosos que tuvieran y quemarlos. Al poner en práctica esta determinación, se produjeron desórdenes que indujeron al emperador a dar marcha atrás. Entonces, Reuchlin fue consultado sobre la licitud de la ley y afirmó que no se podía aplicar, por justificaciones ante todo de carácter jurídico.
Las discusiones se alargaron y el ambiente se agrió al punto que, tras ser absuelto Reuchlin de culpa, su obra Augenspiegel fue condenada oficialmente por la Facultad de Teología de Colonia, que en 1514 quemó públicamente el libro, con denuncia al inquisidor Jacobo Hoostraeten de posible herejía y simpatía con el judaísmo anticristiano por parte de Reuchlin. La condena de la Facultad de Teología de Colonia fue apoyada por otras facultades, y comenzó el largo proceso inquisitorial al que antes aludí, aunque otras facultades, como la de París, apoyaron al procesado. El debate suscitó la simpatía hacia Reuchlin de otros humanistas, como Ulrich von Hutten o Crotus Rubeanus, que escribió una sátira a propósito del caso con la colaboración de otros simpatizantes de Reuchlin: la Epistolae obscurorum virorum, sátira contra los enemigos del procesado… El caso llegó a Roma, y el papa Médici León X tuvo que intervenir.
Así, la supuesta memoria escrita de Johannes Reuchlin se va enhebrando con precisión y coherencia, de la mano de Atanasio Alegre, para ofrecernos el momento tan interesante que le ha tocado vivir al personaje: un mundo en ebullición, de controversias intelectuales y religiosas, corrupción y peculiar libertinaje, una Europa incipiente malograda para muchos siglos por la malicia luterana, contando, eso sí, con la soberbia papista.
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Autor: Atanasio Alegre. Título: El crepúsculo del hebraísta. Editorial: Kalathos ediciones. Venta: Casa del Libro
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