Ocurrió el 22 de julio de 1934, domingo para ser más precisos, a la salida del cine Biograph de Lincoln Park en Illinois. El entonces nombrado enemigo público número uno abandonaba la sala acompañado por su novia Polly Hamilton y la madame, empleadora ocasional de la propia Polly, Ana Sage, también conocida como La mujer de rojo. Curiosamente, ese día, ésta llevaba un llamativo vestido de color naranja. La señal convenida con el FBI. Minutos después, John Dillinger, figura de la cultura popular americana de la época, treinta y un años de edad —nueve de los cuales los había pasado en prisión— yacía en un callejón oscuro abatido por las ametralladoras de los hombres de J. Edgar Hoover.
La película que esa ya histórica jornada pasaban en la sala Biograph era, casualidades de la vida, El enemigo público número uno (Manhattan melodrama), de W.S. Van Dyke. Sus protagonistas principales, nada más y nada menos que Clark Gable, haciendo de gánster, Myrna Loy y William Powell. Esta cinta fue merecedora del Oscar a la mejor historia original en la ceremonia de 1934. Sin embargo, a pesar de ser como es esta producción de David O. Selznick tan icónica en sí misma como los hechos que la rodearon, contar con primeras figuras en su casting, dirección y resto de apartados técnicos y ser excepcionalmente bien recibida por la crítica y por el público- fue una auténtica sorpresa para la co-productora y distribuidora Metro-Goldwyn-Mayer habida cuenta su relativamente reducido presupuesto-, no fue la película del año. Es más, tampoco fue la de Clark Gable. Solamente con este hecho basta para poder hacernos una idea del nivel alcanzado por el séptimo arte en los años treinta, Gran Depresión incluida.
El distintivo de película del año, sin ningún género de dudas, se lo llevó, por méritos propios, Sucedió una noche (It happened one night), obra dirigida por Frank Capra para la Columbia Pictures y basada en el relato Night bus de Samuel Hopkins Adams publicado el año anterior en la revista Cosmopolitan, siendo éste uno de los casos en los que la obra literaria base cobra relevancia por su transposición cinematográfica. Para ser el autor más conocido por su trabajo como periodista sensacionalista y de investigación, el impacto de sus trabajos literarios, algunos de ellos publicados bajo el pseudónimo de Warner Fabian, en Hollywood es impresionante. Aparte de Night bus, al menos otras ocho de sus obras contaron con versión en la gran pantalla, incluyendo La pícara hermosa (The gorgeous hussy), dirigida en 1936 por Clarence Brown y protagonizada por Joan Crawford y Robert Taylor y Las chicas de Harvey (The Harvey girls), musical con Judy Garland de protagonista y dirigida por George Sidney en 1946.
Sin embargo, ninguna de estas películas alcanzó la fama y relevancia de la screwball comedy Sucedió una noche. Y no fue exclusivamente por el hecho nada despreciable de que el año de su estreno fuese premiada con cinco Oscar, los cuatro principales (Película, director, actor y actriz) más la categoría de mejor guion adaptado, o porque la recaudación en taquilla multiplicase por ocho su presupuesto de 325.000 $ en muy poco tiempo, amén de otra cantidad similar hasta la fecha en sus diferentes formatos de alquiler y venta. No, la reacción de la prensa a raíz del pase previo en el Colorado Theater de Pasadena fue espectacular, encumbrando a Capra al Olimpo de los directores. Igualmente, la cinta desató la fiebre Clark Gable, quien, repentinamente, abandonó el estatus de joven promesa pasando a convertirse, en términos actuales, en un auténtico y genuino fenómeno fan, poniendo de moda lo que llevaba en la película, como por ejemplo su bigotillo recortado del que ya no prescindió y lo que no llevaba, como era el caso de la camiseta interior, lo cual, aunque resulte jocoso, provocó una protesta de los fabricantes de esa prenda.
Sucedió una noche está repleta de elementos iconográficos que trascienden del plano meramente cinematográfico, quedando grabados en la retina del espectador como reflejos luminosos de la obra que perduran en el tiempo, aunque ésta se diluya en la memoria. Escenas como la del autostop, con Claudette Colbert luciendo pierna o el muro de Jericó en forma de manta colgada de una cuerda a modo de separación improvisada entre las camas de ambos protagonistas son, hoy en día, más famosas que la propia película, cuyo argumento sigue la estructura planteada en la obra literaria en la que se fundamenta el guion escrito por Robert Riskin.
Una heredera, tan rica como malcriada, pretende casarse con un caza fortunas contraviniendo así los designios y deseos de su padre, quien logra recuperar a su hija previamente a la consumación de la supuesta fechoría. Sin embargo ésta, contrariada y desairada, se escapa tomando un autobús nocturno a Nueva York. Su compañero de viaje resulta ser un periodista en paro que la reconoce y, de inmediato, olfatea la posibilidad de rentabilizar la casualidad —su golpe de fortuna— ofreciéndole dos opciones. Si le garantiza la exclusiva de su historia, le ayudará a reunirse con su interesado pretendiente y casi esposo; en el caso contrario, dirá a su padre dónde está y así podrá cobrar la recompensa ofrecida por éste último. A partir de este momento y sin solución de continuidad, una sucesión de aventuras y situaciones ocurrentes llevan de la mano al espectador hasta el desenlace final.
Para el papel de Peter Warne, el reportero desempleado, el primer candidato fue Robert Montgomery, pero éste rechazó el proyecto por estar ya preparando su papel en otra producción de la MGM, Fugitive Lovers. Curiosamente la trama de ésta última versa sobre una chica que huye de un gánster y, en un intento de escapar de él, se monta, también, en un autobús en el cual, por mediación del azar, se encuentra con un fugitivo que habrá de ser su salvador. La segunda, y definitiva, opción fue la por entonces joven promesa Clark Gable. Cuentan las habladurías que la Metro, como consecuencia de los problemas provocados por el actor en La bailarina (Dancing lady), producida el año anterior, en la cual compartía cartel con Joan Crawford, lo cedió a Columbia Pictures, al igual que ahora se hace con algunos futbolistas, como represalia. Me han enviado a Siberia, protestó el actor.
Con respecto a su contrapartida femenina, Myrna Loy, Miriam Hopkins y Margaret Sullivan rechazaron la oferta. Posteriormente Constance Bennett quiso protagonizarla siempre y cuando fuese productora al mismo tiempo, lo cual no fue aceptado. Igualmente, toda una estrella como Bette Davis quiso el papel, pero la Warner, para quien en esos momentos trabajaba, no se lo permitió. Otras candidaturas que, por diferentes motivos, no salieron adelante fueron las de Loretta Young o Carole Lombard. Finalmente se le propuso el papel a Claudette Colbert, quien, al igual que las otras, lo rechazó, entre otras cosas, porque se llevaba fatal con Capra. Se decía que a raíz de su colaboración en For the love of Mike, película muda de 1927 que supuso el debut de la actriz, surgió una intensa relación de odio mutuo entre ambos. De hecho, Claudette Colbert llegó incluso a valorar su retiro. Ésta, que ni quería volver a rodar bajo la batuta de Frank Capra, ni tenía intención alguna de adaptarse a las condiciones, para ella espartanas, acostumbrada como estaba a los lujos de la Paramount, de trabajo en un estudio modesto como Columbia, exigió incorporar a su contrato unas cláusulas prácticamente inaceptables. Su sueldo debería ascender a 50.000 $, que era el doble de su caché habitual. El rodaje, además, habría de concluirse en cuatro semanas, con un plus por cada día adicional de trabajo. Este extra diario era superior, por cierto, a lo que Gable cobraría por toda la película. Al final, la película se filmó de acuerdo con el programa previsto sin necesidad de desembolsar pago extra alguno a Claudette Colbert.
El rodaje de Sucedió una noche está plagado de historias y anécdotas, como cuando Claudette Colbert se negó en redondo a mostrar su pierna en la famosa secuencia del autostop. Capra, hastiado de la actitud de su estrella, sugirió traer una doble. Colbert, sintiéndose herida en su orgullo, rechazó la idea y accedió a rodar la escena. El muro de Jericó también fue ideado por el director, movido por las pudorosas protestas de la actriz.
Y es que, en palabras de Frank Capra, una película sobre el rodaje de Sucedió una noche, habría sido mucho más divertida que el propio filme.
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