Dicen que está surgiendo una “nueva” narrativa en México, pero me parece que las novedades nacen desvencijadas si se toman muy en serio parámetros como el de la edad, ese ridículo esquema de lo “generacional”, donde se pretende encontrar una temática común, un estilo afín y novedoso o, en fin, una suerte de moda desde la que realizar enfoques críticos. Patrañas, creo yo. Me cuentan que las editoriales en México sudan por encontrar “nuevas” propuestas originales, aunque no paran de llenar las librerías de novedades donde abundan los lugares comunes, los falsos experimentos, el pretencioso esnobismo y una serie de nombres que se repiten año tras año como un mal augurio de desperdicio de papel cuyo único objeto es dar continuidad a unas “carreras” literarias que deberían hacerse una buena y merecida autocrítica. Pero al parecer los editores se parten el coco tratando de descubrir pepitas de oro, aunque en realidad se espantan con las obras literarias más exigentes justamente porque no les brindan la certeza de que con ellas conseguirán el oro que ansían. No debe culpárseles, claro, pues ellos, los editores, tienen que mantener sus navíos a flote y ello solo puede hacerse con dinero en los bolsillos. No obstante, como una vez me dijo el editor alemán Klaus Wagenbach, hay que saber meter billetes en el bolsillo derecho con el que poder pagar las cuentas (él lo hacía publicando un manual para navegar a vela que le reportaba miles de euros) y saber pasar el sobrante al izquierdo para mantener los sueños, las ilusiones y la literatura más ambiciosa, esa que no se sabe cuántos lectores y dineros dará en el momento de publicarla, pero que es indispensable editar porque cualquier lector exigente sabrá que se trata de auténtico arte literario. Así pues, ¿qué se está haciendo en México? Echando un vistazo a las más recientes novedades, se diría que poco, a no ser que pensemos que escribir historias que se les “revelan” a sus autores durante sendas conferencias en viajes todo pagado por universidades y festivales literarios sean la auténtica sustancia de la literatura, hoy infectada de una especie de plaga de la meditación del yo frente al mundo que se ha convertido en un sustrato de los “nuevos” narradores, sumidos en un ombliguismo de altos vuelos y metaliteratura donde, o bien se hunden sin remedio aportando manuscritos sin interés ad infinitum, o salen para volver a contarnos su primer libro (muy probablemente un buen primer libro) en versión sin corregir y muy aumentada, pero ya inútil. Lo más seguro es que en este trance serán los editores quienes tengan la penúltima palabra, porque escritores hay muchos, muy buenos, regulares y malos, muy malos, a pesar de que estén de moda unos y otros.
BRONCA LIBRERA
Paco Ignacio Taibo II pegó el grito en el cielo. Se le escuchó más allá de Copilco, la Roma y el Valle de México. El titular del Fondo de Cultura Económica, institución que absorberá la cadena de librerías estatales Educal, tronó: “Dirán misa. Me vale sombrilla lo que digan. ¿Estarían a favor de una quiebra?”. El cabreo venía a cuento porque Juan Arzoz, presidente de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem), le había exigido el pago completo de una millonaria deuda que la cadena librera adquirió en administraciones pasadas con el sector, y que, tras duros ajustes, negociaciones y quebraderos de cabeza, Fritz Glockner, nuevo director de Educal, ha intentando sufragar hasta conseguir cubrir el 80 por ciento de su pago, lo que no hizo gracia a los editores, que según Arzoz rechazan la oferta. Taibo daba vueltas por su despacho aduciendo que la vieja administración le debía a las editoriales 97 millones de pesos (4 millones y medio de euros) y que la secretaría de Hacienda ya había liberado una parte para cubrir el 80-82 por ciento. “Por eso les hicimos esa oferta”, dijo, y agregó: “El riesgo era que Educal quebrara. ¿Y sabes qué pasaba si quebraba? Que nadie cobraba nada”. Y entonces estalló. La cuestión es que según Taibo se negoció con 130 acreedores, 129 de los cuales dijeron sí a la oferta, pues no existe deuda nueva y Educal está pagando los libros que compró en este 2019, por lo que según la institución van al día. Otra cosa es lo que piensan algunos editores, como es el caso de Roberto Banchik, director de Penguin Random House México, quien expresó que quiere que se le pague lo que ya vendieron. Para él, “pagar sólo 80% de la deuda no es la posición correcta. Nos han dicho que ellos no son responsables, cosa que me parece terrible, pues uno trabaja con instituciones, no con personas. La nueva administración debe pagar”. Esa es su postura. Por su parte, la Caniem dio a conocer los principales indicadores del sector editorial privado en México correspondientes a 2018, así como una estimación de ventas para 2019, y se quejó de que con el nuevo gobierno federal las reglas del juego de la industria editorial estén cambiando significativamente, pues antes dependían del soporte del Estado para ciertas aventuras, como ir a la Feria del Libro de Frankfurt u otros encuentros internacionales, lo que se ha terminado, aunque los ha hecho mayorcitos, pues según Arzoz “ahora estamos procurando ir solos, sin la ayuda del gobierno, situación que también nos ha hecho crecer, cambiar y ver las cosas de manera diferente. Fuimos a Frankfurt sin ningún subsidio y nos fue bastante bien, y a Bolonia iremos igual”. En 2018 la industria editorial privada registró en México un descenso del 1,7 por ciento en ventas de ejemplares; sin embargo, en el rubro de facturación neta, el año pasado se generó un incremento del 4,5 por ciento, de acuerdo con datos de la Caniem. Históricamente el gobierno federal ha sido el principal comprador de ejemplares del sector privado editorial mexicano, por lo que el futuro del sector es una nueva incógnita que se abre para el mundo de la cultura mexicana actual. Que dios nos pille confesados.
LOS MEXICANOS Y LA LECTURA
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