Ilustración de portada: Augusto Ferrer-Dalmau
“También nosotros hemos estado en la isla de los niños perdidos”
Peter Pan, la icónica creación de J. M. Barrie, es una figura central en la literatura y el cine desde su aparición, a principios del siglo XX. La historia de un niño que no quiere crecer, junto con su Tierra de Nunca Jamás y sus entrañables personajes, atrapó, y sigue haciéndolo, la imaginación de sucesivas generaciones. Y dentro de este universo mágico, el Capitán Garfio, el malvado por excelencia —cualquier novelista narrador envidiaría un personaje como ése—, se erige como uno de los antagonistas más memorables y complejos jamás escritos, con una profundidad psicológica fascinante.
Eternidad literaria aparte, debo confesar que de esta obra siento una predilección especial por el Capitán Garfio, el principal antagonista, sujeto esencial para la comprensión general de Peter Pan, pues ofrece esa rica complejidad que trasciende la simple maldad. Garfio no es un villano unidimensional, sino todo lo contrario. Su carácter está lleno de matices que lo hacen singular y memorable. Volviendo a leer esta deliciosa novela, sesenta años después de la primera vez, me asombra el efecto que vuelve a causar en mí, pues no la recordaba tan divertida, irónica y llena de ritmo. Jaime Garfio, ese villano magnífico, se espesa y se hace más complejo ahora, visto desde la perspectiva de mis años y mi trabajo como novelista, pues mi mirada ya nada inocente, de lector avezado, encuentra en él matices interesantísimos, insospechados, atemporales.
Con su obsesión por el tiempo y su búsqueda de venganza, Jaime Garfio —¡qué espléndido nombre, Dios mío, para un malo literario!— representa la inevitabilidad del envejecimiento y la pérdida. El personaje está marcado por su conflicto interno, simbolizado por el tic-tac del reloj del cocodrilo que lo persigue, recordándole a cada instante que su tiempo está contado. Esto contrasta con la luminosa inmortalidad de Peter Pan, intensificando el conflicto entre la juventud eterna y la realidad del envejecimiento, entre la irresponsabilidad heroica y la consciente villanía. La complejidad del capitán Garfio se trasluce en cada uno de sus actos y palabras; su odio mortal hacia Peter Pan no es solo una cuestión de rivalidad, sino que está arraigado en una profunda herida personal y una sensación de traición, y eso confiere a Garfio una asombrosa modernidad. El pirata perdió su mano en un enfrentamiento con Peter, lo que le suscita un odio desmedido. Su anhelo de venganza se convierte en una fuerza que lo consume, haciendo de él un personaje trágico en su obsesión, casi melvilliano, en la línea del gran y trágico vengador literario por excelencia que es el capitán Achab de Moby Dick. Y adentrándonos un poco más en esa relectura actualizada, descubrimos que Garfio también representa una versión singular del liderazgo moderno. Mientras Peter Pan es un jefe natural, encantador, libre y sin ataduras, Garfio es un líder oscuro, tiránico y calculador. Libertad y creatividad del mando, en fin, frente al despotismo y la intransigencia.
Es inevitable regresar, aunque sea de modo breve, a la importante relación de esta historia con el cine. Con las adaptaciones cinematográficas, especialmente en la mejor de todas, la famosa versión animada de los estudios Disney de 1953, el capitán Garfio acabó convirtiéndose en un icono visual y emocional que trasciende fronteras. Su presencia en la pantalla se caracteriza, en todos los casos, por un diseño dramático y una personalidad dominante que lo convierte en un antagonista perfecto, inolvidable. La manera en que se le retrata en el cine resalta sus características más temibles, pero también su carácter sombrío y melancólico, ampliando su impacto en el público. No todos han leído Peter Pan —esta magnífica edición de Zenda-Edhasa pretende corregir eso—, pero pocos entre nosotros ignoran quién es el capitán Garfio.
Acabemos. Peter Pan fue y sigue siendo una obra fundamental de la literatura y el cine, no solo por su celebración de la infancia y la fantasía, sino por la hondura inolvidable de sus personajes, y también por invitar a una reflexión sobre el tiempo, el crecimiento, la nostalgia y la naturaleza del poder. Esta obra, en mi opinión casi perfecta, demuestra que un delicioso cuento de hadas puede ser, también, una gran novela de aventuras. Las experiencias compartidas en Nunca Jamás, desde batallas con los piratas hasta exploraciones en la selva, refuerzan los lazos de amistad y odio entre personajes cuyo humorístico retrato a menudo nos arrebata. Las peripecias del travieso e irresponsable Peter Pan, de los hermanos Darling y de los Niños Perdidos, además de la luminosa presencia femenina —encarnación del amor más puro y leal de mujer— que es Campanilla, no sólo son ejemplos de coraje y lealtad, sino también de la fortaleza de los vínculos entre los seres humanos. J. M. Barrie explora de modo asombroso, como sin pretenderlo, esa rica complejidad; demostrando que, aunque la vida nos termina expulsando a todos de la isla de Nunca Jamás de manera irremediable, los sueños y la imaginación suponen nuestra mejor fuerza; tal vez la única que, de vez en cuando, aún nos hace volar. Porque, como señala el propio autor, también nosotros hemos estado en la isla de los niños perdidos; y aunque ya nunca más podamos desembarcar allí, todavía oímos el murmullo de las olas.
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Autor: J. M. Barrie. Título: Peter Pan. Editorial: Zenda-Edhasa. Venta: Amazon.
Este comentario del señor Pérez Reverte me motiva a reflexionar sobre un aspecto complejo de nuestra sociedad, en donde no creo que exista una hoja de ruta seria y transparente para fundar las bases de la sociedad del futuro. ¿Cómo debemos de instruir a los niños?, ¿qué cosa pueden leer, o no leer?, ¿cómo debe ser su inserción en el mundo digital?, ¿qué juegos son los aconsejables?, ¿debemos cuidarlos dentro de una burbuja irreal?, o deben interactuar con la realidad de la vida de los adultos y niños con otras realidades, ¿Cómo debemos de enfrentarlos con la muerte?. Se suma a todas estas preguntas, el conflicto que se produce al romperse el vínculo de los padres y el de las familias ensambladas.
Tal vez el camino de la niñez se tan intrincado y espinoso, que aunque queramos, se lastimaran por algo.
El bullying, yo creo que es inmanejable, solo se llega a actuar después de ocurrido. El trabajo infantil.
Las drogas, las amenazas que siempre están de enfermos hijos de puta, o solo hijos de puta.
Con solo enseñarles, dónde está el bien y el mal, no alcanza, porque hoy el mal es muy sofisticado, y puede estar oculto en una muñeca de plástico o en un cochecito de bomberos, ni que decir de un aparente e inocente juego electrónico; que nadie controla; reitero, nadie controla.
Me dirán que todos nosotros de un modo u otro, llegamos a ser adultos como se pudo, tal vez a los tumbos o a los golpes. Es muy cierto que no existe un manual para aprender a ser padres; y con el correr del tiempo tampoco se aprende del todo a ser hijos.
Creo yo que la vida, queramos o no, es una cuestión de prueba y error, con la lamentable consecuencia que los errores pueden ser groseros y dolorosos.
En fin, este es el pensamiento que me provoca el comentario del maestro, y también me traslada obviamente a mi niñez, la cual, considero que transcurrió sin contratiempos…o quizás están allí, pero me los guardo.
Cordial saludo
Yo no había leído el libro, silo visto alguna adaptación en película. Hace poco a mi hija le dieron el libro para leer y el final, el verdadero final, no el de las películas me dejó una sensación de tristeza, casi llorar. En fin, seguro que es porque uno se hace grande 😛
Sin duda alguna mi clásico favorito. Distintas ediciones llenan mis estanterías y sin duda alguna ésta será una más. Una historia que de pequeña me hizo soñar cuando vi la película de Disney en el cine y que leí hace mucho tiempo. Tras este magnífico y acertadísimo artículo me planteo seriamente su relectura, algo que no suelo hacer o que más bien no hago nunca. Un placer leerle nuevamente