El pasado viernes 11 de octubre se inauguró la exposición Objetivo Mordzinski, un recorrido por cuatro décadas de trabajo del fotógrafo argentino Daniel Mordzinski. Organizada por Acción Cultural Española (AC/E) y comisariada por el propio fotógrafo, la exposición reúne en Casa de América una muestra de su amplio catálogo de imágenes de escritores. Desde el Buenos Aires de 1978 en el que fotografió a Borges hasta el Madrid de 2019 en el que retrató a Patricio Pron.
Mordzinski es el único hombre que conozco que pide permiso para abrazarte el alma. “Toda fotografía contiene un relato” y Mordzinski sabe manejar este género como un gran narrador contemporáneo. En él parece fácil convertir lo premeditado en casual. No captura momentos, los pone a vivir; no es un fotógrafo que inmortalice o aprese los instantes, deja la vida correr.
En este recorrido, por muchos de los abrazos que dio Mordzinski a escritores, descubrimos la magia de Enrique de Hériz, la soledad de Ricardo Piglia cabizbajo frente al mar de Cartagena de Indias, el claroscuro caravaggiesco en el que fotografió en Gijón a Leonardo Padura, la subida a los cielos de Madrid de Ángeles Mastretta, la felicidad de César Aira rodeado de globos en Querétaro, la placidez de Mempo Giardinelli tumbado al sol con un bañador rojiblanco, a Carme Riera conmovida en una playa frente al acordeón de Juan Carlos Mestre, a Gamoneda recortado en una sombra con vistas a la catedral de León, al reciente premio Liber Juan Villoro en Madrid o a César Antonio Molina observándole por el hueco de una cerradura en Salamanca.
Durante la presentación se resaltó el humor de Daniel Mordzinski en su trabajo, como aquella ocasión (Gijón, 2016) en la que enterró en la arena a Marcelo Luján o cuando fotografió a Claudia Piñeiro con una calavera en brazos.
Hay algo de narración en la obra de Mordzinski, como también lo hay de escenografía teatral. Sus fotos son puestas en escena. Como el mago de Montreuil, Méliès, Mordzinski utiliza —en muchas ocasiones— herramientas escenográficas para contar sus historias: la ya famosa tela de terciopelo negro que han sujetado varios escritores, como Fernando Iwasaki, o que sirvió de marco a una imagen de Miguel Munárriz, Miguel Barrero, Aute y Fernando Beltrán.
Mordzinski ha acompañado a José Luis Sampedro en la soledad de una playa al atardecer, ha desmelenado a Almudena Grandes con una pluma al viento, ha visitado la casa de Xalapa de Sergio Pitol y atrapado la calidez de la voz de Berna González Harbour tumbada sobre la hierba en Gijón. Daniel Mordzinski ha presenciado el amor a los animales que tenía Manuel Vázquez Montalbán o la fuerza de la maternidad de Margarita García Robayo.
Son muchos los escritores que han sido sorprendidos, acariciados, por el objetivo de Mordzinski. Muchos de ellos se encontraron con él en la inauguración de esta exposición, celebraron 40 años de imágenes, 40 años de relatos, 40 años de amistad, entre ellos: Mario Vargas Llosa, Rosa Montero, Berna González Harbour, Juan Cruz, Jorge Eduardo Benavides, Miguel Munárriz, Palmira Márquez, Yolanda Guerrero, Fernando Beltrán, Karina Sainz Borgo, Luisgé Martín, Encarnación Molina (editora de Páginas de Espuma, Premio Nacional a la Mejor labor editorial cultural del 2019), Marta Sanz, Jesús Marchamalo, Daniel Samper, José Ovejero, Juan Carlos Chirinos…
“Toda fotografía contiene un relato”. Con estas palabras de Víctor Andresco se abre la exposición de fotografías de Daniel Mordzinski que podrán ver hasta el próximo 30 de noviembre en Casa de América en Madrid.
Hablando de relatos, me encuentro con Jesús Marchamalo, que descubre para Zenda la historia tras su fotinski: “Estábamos en el lago Managua, por un festival organizado por Sergio Ramírez”; o Karina Sainz Borgo que nos desvela el contexto del retrato que le realizó el fotógrafo argentino: “Era el día que presentaba mi novela. La presentación era a las 13h y eran las 12.30h y aún estábamos en el metro. Casi la lió parda”, ríe cómplice la escritora al contárnoslo, y continúa: “Mordzinski no te hace posar, te coloca en una situación”. Mario Vargas Llosa destacó sobre el trabajo de Daniel: “sus retratos son algo más sutil y profundo que meras imágenes”.
Tras las palabras de presentación intervino el zendiano José Manuel Fajardo, que rescató su amistad de tres décadas nacida en Estrasburgo, y definió a Mordzinski como peligroso y creativo. A modo de conclusión, antes de abrazar nuevamente con su objetivo a todos los asistentes, Mordzinski confesó que en su trayectoria ha hecho miles de fotos, pero cientos de amigos. Ante la pregunta sobre qué foto le queda por hacer, Mordzinski sonríe a Zenda: “La hice hoy: la de todos mis amigos”.
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