Con El ocaso de los dioses comienza la serie Las resistentes. Primera colaboración del escritor Andrés Barba en Zenda, donde el autor de República luminosa rescata grandes libros de pequeñas editoriales.
Es inevitable sentir desconfianza ante las promesas de “clásico inédito hasta la fecha” a las que nos tiene acostumbrados nuestro mundo editorial. Se nos ha vendido demasiadas veces la villa italiana para tratar de endilgarnos el apartamento en Benalmádena como para que no miremos con desconfianza los elogios demasiado mayúsculos de las solapas. Y sin embargo, para que la vida no nos haga más cínicos de lo necesario, hay una deidad tutelar que hace que de cuando en cuando, solo de cuando en cuando, la promesa sea cierta. Cuando leí las primeras páginas de esta maravilla de El ocaso de los dioses, de Élémir Bourges (autor al que hasta la fecha no había oído nombrar ni en pintura), me di cuenta al instante de dos cosas: que estaba leyendo un clásico y que la obra no encajaba en la categoría con la que se anunciaba, un hecho que también apunta —con bastante gracia, por cierto— la traductora y editora del libro, Susana Pietro Mori. El primero de los descubrimientos lleva directamente a la endiablada e irresoluble pregunta de qué es un clásico. Tal vez la respuesta más apropiada sea cercana a la que dio el juez Hays en los años 70, cuando en Estados Unidos se trataba de legalizar la pornografía y todos los legalistas del país intentaban describir infructuosamente (por centímetros de piel o grosor de erección) cuándo una cosa dejaba de ser simplemente estimulante y se convertía en ilegal. Ofuscado por los malabarismos verbales, el juez resolvió la cuestión con un: “No sabría describir qué diablos sea lo pornográfico, pero le garantizo que sé reconocerlo en cuanto lo veo”. A mí me pasa con los clásicos lo que le ocurría al juez Hays con el porno: hay cierta obnubilación mental, cierta fascinación, cierto cosquilleo que me resulta inconfundible. Tanto es así que por un instante me ha resultado indignante que no me hubiese llegado noticia hasta la fecha la existencia de Bourges.
La trama de El ocaso de los dioses reclama interés desde el principio: narra la historia de Charles d’Este, un soberano de un ducado alemán al que derroca la invasión prusiana en la década de 1860. Obligado a la fuerza a abandonar sus tierras, Charles d’Este, su familia y buena parte de su séquito se instalan en París bajo el auspicio de Napoleón III en un palacio de su propiedad e intenta lo que todo buen negador de la realidad trataría de hacer; continuar como si no pasara nada en esa Francia imperial, en una larga y oscura decadencia que poco a poco va acabando primero con su riqueza, luego con su salud y al final hasta con su dignidad más elemental. No hace falta ser un genio para darse cuenta de que esta novela se propone un retrato en grupo de la caída del Antiguo Régimen. Como en el bombero del chiste, esas cualidades son tan fáciles de identificar como la manguera y el casco: el título “wagneriano”, el tono supuestamente decadentista, la minuciosidad descriptiva… La diferencia de este libro es su extraordinaria imprevisibilidad. Estoy absolutamente convencido de que el propio Flaubert habría aceptado firmar esta novela tan desconcertante como minuciosa en la que los objetos tienen una presencia tan poderosa como las personas. Pertenece a esa estirpe de grandes novelas de la decadencia, como La marcha Radetzky, de Joseph Roth, Al este del Edén, de Steinbeck, o Bel Ami, de Maupassant. Igual que en la gloriosa novela de Roth en la que el emperador viejo repasaba las tropas con el moquillo colgando, en esta novela Charles d’Este es también un personaje tragicómico, perfectamente humano y hasta enternecedor. La traductora afirma que esta novela está en el germen de Las cosas, de Georges Perec, no lo veo en absoluto improbable, y cita con mucha perspicacia La conjura de los necios como referencia mental. Yo pensaba en las películas de Lucrecia Martel. El libro tiene algo de todo ello, y como en todas las grandes obras clásicas, el humor es aquí un signo de complejidad y ambigüedad, no de su contrario.
Resulta difícil saber si esta joya tallada va a tener la atención que se merece entre tanta oferta de baratillo, tanta promesa de villa italiana y de genio en la sombra. Por lo pronto, a casi seis meses de su publicación, apenas ha tenido unas pocas reseñas. Y así nos luce el pelo. Pero nunca es tarde. Si una deidad lo ha traído hasta mis manos, no es improbable que lo lleve también hasta las suyas.
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Autor: Élémir Bourges. Título: El ocaso de los dioses. Editorial: Defausta Editorial. Traducción: Susana Pietro Mori. Venta: Web de la editorial
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