Ochenta y una voces. Ochenta en efecto si seguimos respetando el anonimato de invisibilidad. Andaba buscando un adjetivo para describir este diccionario. Sin embargo, emergió rápidamente algo distinto: esta obra es un regalo. Es un regalo a oídos tanto de quienes conocen a los filósofos y filósofas que en él habitan, como de quienes los acaban de descubrir y a duras penas saben algo de filosofía. Juan Manuel Aragüés nos presenta una obra muy cómoda, un trabajo muy bien realizado, porque su lectura es limpia, novedosa, tremendamente útil. Una ya la imagina útil —al fin y al cabo, los diccionarios se caracterizan por ello—, pero hasta no completar su lectura, hasta adentrarse, y solo tras el baile, tras el movimiento de páginas, no consigue una entender que lo que tiene entre las manos desprende cierto aire de unicidad, de paradójica exclusividad compartida, de deseo de retomar el baile una y otra vez. No solemos esperar un contenido levemente masticado si este proviene del ámbito de la filosofía. Sin embargo, el autor ha derribado, con su propia práctica, esta errónea creencia de que la filosofía, si es, debe ser, siempre y seguro, enrevesada y oscura. Porque nos habla de aspectos de la realidad, del mundo, del sujeto, del arte, de la vida, tan complejos que cualquier otra manera nos suena a tontería, a argumento que no es digno de ser valorado siquiera. Precisamente, ser conscientes de que justo en este punto se alberga un peligroso pensamiento —que defiende ser además intrínseco a la propia filosofía— es de suma importancia, porque ser consciente es salvaguardar la posibilidad de, como hace Aragüés, seguir escribiendo un tipo de filosofía que facilita el entendimiento y la aproximación entre sí de sujetos que quieren ni más ni menos que entender su realidad, y quién sabe, si nos permiten, tratar de reimaginarla.
¿Es este un libro al uso de filosofía? No, no lo es. De esto ya nos damos cuenta al ver su especial portada. Pero también su título, con guiño, transmite cierto deseo de querer estar en tantas bocas como sea posible. Si lo que se nos da a probar es algo de ciencia, feminismo, psicología, teorías críticas, ética, metafísica, política, sociología, o literatura —entre otros tantos manjares—, ante lo que nos encontramos es sobre todo un ejercicio de inconformismo y de revolución. La esperanza de cualquier amante de la filosofía, a mi parecer, es despertar el interés del otro hacia este ámbito a veces tan denostado y siempre tan bello. La esperanza siempre habita en la ilusión y en esa complicidad eterna que se da en el efímero encuentro entre dos miradas con brillo simultáneo.
Pero bien, digamos más objetivamente qué es esta obra, si no es usual, y digamos qué se va a encontrar el lector del libro. Ochenta sombras de Marx, Nietzsche y Freud: Diccionario de filósofos y filósofas en la senda de la sospecha es, como bien indica el propio título, un diccionario donde se recopilan diversas voces de autores relacionados con la filosofía. Por sus páginas pasean desde nombres ya clásicos del pensamiento contemporáneo (Husserl, Adorno, De Beauvoir, Wittgenstein), hasta actualísimas referencias que resultan insoslayables para pensar nuestro presente (Comité Invisible, Žižek, Butler, Rivera Cusicanqui, Sousa Santos, Agamben), sin olvidar las aportaciones del pensamiento en castellano (Dussel, Zambrano, Ortega y Gasset, Sacristán). Brevemente, pero con precisión, se expone de cada uno de ellos sus aspectos más relevantes, a lo que se añaden dos apartados de bibliografía: las obras más destacadas del autor o autora y una concisa bibliografía acerca del autor o autora. Además, al final de cada breve texto —tres páginas a lo sumo— Juanma Aragüés nos enumera otros pensadores en relación con el presentado en cada caso. Sobra señalar la exquisita utilidad que un estudiante de filosofía puede encontrar por tanto en esta obra, aunque profesores o interesados en general por la materia también encontrarán en ella una magnífica herramienta. He aquí el regalo: una recopilación de pensadores y pensadoras contemporáneos —muchos de ellos todavía vivos—, en una misma obra, ordenados alfabéticamente. Doble regalo, porque es una obra que se comprende con facilidad —y no deberíamos asumir el entendimiento—, se disfruta, se consulta reiteradamente, y se percibe como fuente de descubrimiento. Si hay un aspecto que pudiera demandarse, en cualquier caso, sería el antojo de un elenco de filósofos y filósofas inagotable. Parecería complejo reflejar esta sensación, pero una siente que leyendo el diccionario adquiere herramientas con las que puede construir realidad. Lejos de ser una obra meramente teórica, que también lo es, el simple hecho de visualizar en imágenes y fotografías a los protagonistas del diccionario hace de este algo más palpable, material, recoge mayor sentido, por la información que nos ofrece, por la trascendencia de todo lo que en la obra se relata. Descubrimos en estas páginas un mensaje crítico, nos topamos con un lenguaje cercano, probablemente porque a su autor le definen ambas cualidades. Retomemos la oportuna pregunta que se hacía Luis Arenas, profesor de la Universidad de Valencia, hace unas semanas en una presentación del mismo libro, en la que decía “¿un diccionario, qué es?”; bien, para mí un diccionario es la emoción de la búsqueda y la sabiduría del descubrimiento alternándose, la una con la otra y la una para la otra. Ahora cabe preguntar quién habla en esta obra sino diversas voces que resuenan y sorprenden en un danzar coexistente. Celebremos lo sucedido, comenzando por estas ochenta sombras.
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Autor: Juan Manuel Aragüés. Título: Ochenta sombras de Marx, Nietzsche y Freud: Diccionario de filósofos y filósofas en la senda de la sospecha. Editorial: Plaza y Valdés. Venta: Todostuslibros y Amazon
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