Cuando aún era estudiante, J. M. Plaza publicó Pequeña historia sagrada, prologado por José Hierro, evocación sentimental de los mitos de la infancia; y poco después Nuestra Elegía I, una especie de epitafio experimental sobre los años gloriosos de la universidad antes de entrar en el mundo adulto. Tras estos dos libros, y desencantado por la invisibilidad de la poesía, guardó un silencio editorial de más de tres décadas, aunque continuó escribiendo poesía (y otros libros).
Balada para Clara, ya lo dice el subtítulo, es el «Diario del amor», y a su vez, «un canto enamorado», como señala en el prólogo Luis Eduardo Aute, quien apunta que es «la manifestación de un estado de gracia amoroso», donde el autor, «al recrear con exactitud las anécdotas y los detalles más íntimos, no ha hecho más que universalizar el amor con poemas tan sencillos como profundos». El libro, que contiene 112 poemas, es una reflexión sobre el amor y del desamor, escrito «con palabras de todos y de todos los días», como se confiesa en su poética, y nos anuncia : «he quitado lo poético / para dejar espacio a la poesía». La portada e ilustraciones son de Marta Ponce.
*****
ENCUENTRO
Nunca te busqué
porque no imaginé que existieras.
Si lo hubiese intentado, la impaciencia,
la zozobra, quizás la melancolía,
me habrían vencido
o no hubiera disfrutado del paisaje
que me rodeaba
antes de llegar a ti.
No te busqué
porque no sabía que existiéramos
***
DIAMANTES (POÉTICA)
Tras los cristales
de este café de la Plaza Dorrego,
donde una noche robaron el bolso
a la hija menor del presidente
Bush, escribo poemas que luego
he de mostrarte con regocijo:
no quiero que se me olvide nada
de una historia de amor
en la que sólo hay primaveras;
y sé bien que recrearte, pensar en ti,
es otra forma gloriosa de estar
contigo.
Son poemas sencillos, hechos
con las palabras de todos
y de todos los días, Clara: no necesito
metáforas, adornos, bisutería,
ni siquiera alhajas, porque el amor
obra el milagro
de convertir las piedras del camino
en piedras preciosas.
Por ello,
desde este café de San Telmo
escribo como si te hablara;
he quitado lo poético
para dejar espacio a la poesía.
Y la poesía, ya ves, la pones tú.
Tú, que iluminas;
porque todo brilla a tu alrededor
cuando apareces.
***
ESTACIÓN DE PASO
A veces pienso, y sé que exagero,
que mi vida no ha sido
más que una larga preparación
para llegar a ti. Que los amores
que he tenido eran sólo
aproximaciones al amor, ensayos,
simples bocetos a vuelapluma,
a pesar de la rotundidad
del trazo y los agujeros en el papel.
En ocasiones veo mi vida
anterior como un largo pasillo
por el que avanzaba hasta alcanzar
este amor, que no lo parece,
y que sigue firmemente asentado
en la cuerda floja.
A veces pienso en estas cosas,
y sé que son falsas, Clara,
pero no me miento,
Es muy posible que ese nosotros,
que nos mira y nos hace avanzar
tan a nuestro aire, tenga más de mí
que de nosotros, y no descarto la idea
de que dentro de unos años nos convirtamos
en otra estación de paso
hacia el amor.
***
LA FELICIDAD, JA, JA…
Después de unos días salobres,
separados, porque hay que hacer
equilibrios, y atender
las vidas de antes de nosotros;
después de unos días de incertidumbre,
me has llamado
para volver a vernos, y me has dejado
con las puertas abiertas:
!en vísperas de ti!
Y respiro como si despertara. ¡Voy
a verte!, me oigo
decir para creérmelo; salgo a la calle,
doy brincos en el aire, abrazo
a los árboles, entro en un bar, invito
a todos a una ronda, y sigo recorriendo
la ciudad de un Buenos Aires,
que se ha vuelto tan cercana,
y me hablan los gatos y las farolas,
y hasta las estrellas se acercan
a saludarme, aunque sea mediodía.
Me has llamado
y yo me pregunto, mientras mis pasos
vuelan, ¿quién puede estar más feliz?
Vienes. Vendrás. ¡Ven deprisa,
amiga! Ven despacio, amada.
El horizonte se ha hecho tan amplio
como íntimo. Y ahora sólo tengo
ganas de pronunciar tu nombre
en voz alta,
Clara,
y de reír, reír… Sí, la felicidad, ja, ja…
***
LA SED
No estaré triste,
me dije, si alguna vez te pierdo,
algo que no podía concebir, como
tampoco
imagino un círculo cuadrado.
No estaré triste si te vas, pensaba.
Y no estoy triste por haber vivido
ese luminoso tiempo de amor. Sin embargo,
tengo la sensación
de que han salado todo el agua
y me han regalado
la sed.
***
PRISIONERO
Te hablaba de la libertad del amor,
Clara, del buen amor,
del amor correspondido.
Te decía que contigo soy más libre
que sin ti,
algo que pude comprobar y sentir
cuando nos encontramos
tan adentro,
y así te lo repetía y lo celebrabámos a diario.
La libertad del amor. Fue
el gran descubrimiento de tantos días azules.
Sin embargo, esa libertad
la he perdido
al perder el amor.
Ahora,
que me has dado la espalda, vivo
pendiente de tu ausencia, y me arrastro,
en busca de una brizna de hierba
pisoteada que me permita seguir
el aire de tus pasos.
***
POLVO ENAMORADO
‘Polvo será, mas polvo enamorado’
-Francisco de Quevedo
Podría amarte más allá de la muerte,
y te lo digo como un hermoso verso
-casi una fantasía- que nos recuerda
a Francisco de Quevedo. Lo que no podré
es amarte más allá de ese día
en el que, diluida como un reloj
de arena, ya te habré olvidado
sin darme cuenta. Y ese día, que hoy
me parece inalcanzable, llegará.
Porque el amor -para que no deje
de serlo- necesita del latido, el tacto
y la respuesta, ser el reflejo
de ese mismo sentimiento que se expande.
Decir te quiero al vacío
es desperdiciar la vida y ni siquiera
es amor. Podría considerarse
obsesión, desesperación, soledad o un amor
propio
bastante equívoco.
Si no vuelven a mí tus ojos
gloriosos ni el calor de tu camisa blanca,
no sé
por cuánto tiempo podré seguir diciendo
-convencido, no vencido-
te quiero, como aún te quiero.
El polvo enamorado se convierte
en polvo del camino (y barro)
cuando la tempestad
su brillo
arrebata.
***
EPÍLOGO (Bonus track)
I
Cuando pasen los años
-ya han pasado- y regrese a esta historia
de amor,
no la recordaré tal como ocurrió,
sino como está reflejada en estos poemas,
que son tuyos, Clara, ya que tú los inspiraste.
Recordaremos nuestra historia de amor
mirando y admirando este libro,
recorriendo sus páginas, tocando
sus versos, porque la realidad
siempre la creamos después.
En el instante de vivirla, estamos
tan pendientes de no perder el paso,
de mirar adelante y de entretenernos
con cualquier bagatela
que se nos pasa la vida
-y pasa-
sin darnos cuenta.
Lo que se ha vivido hasta entonces
se limita
a meros apuntes de una historia
que, como en este caso, alguien recupera
para darle cuerpo y vida.
Y eso será -esta es- la historia real
del amor, de nuestro amor, sucediera
como sucediese, porque la memoria
siempre es una mezcla de retales
y espejismos, islas que hacen agua,
añoranzas…
II
Ahora que hemos recuperado
nuestra historia de amor, y no
se ha quedado en torpes imágenes
que pudieran confundirse con otras
vivencias gastadas o repetidas,
festejémoslo, amada, celebrémoslo,
amiga,
y hagámoslo en Buenos Aires, la ciudad
que me hizo respirarte.
Podemos regresar a Palermo y cenar
en aquel restaurante de la calle Borges,
si es que aún sobrevive,
como sobrevive el poeta a quien
nunca hicimos demasiado caso,
salvo en nuestra visita turística
al Café Tortoni, ¿te acuerdas?…
Posiblemente, alguien que elogiaba
la sombra no podía estar invitado
a una historia con tanta luz,
donde al amor brillaba y hacía brillar.
El amor es una mirada. Una forma
de mirar. Así me lo enseñaste,
entonces. Y yo, cerrando los ojos,
sólo te veía a ti, Clara.
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Título: Balada para Clara (Diario del amor). Autor: J. M. Plaza. Prólogo: Luis Eduardo Aute. Portada: Marta Ponce. Editorial: FuendeFrida. Distribuidor: Amazon.
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