No es difícil para un adulto ponerse en situación y descubrir cuál pudo ser el origen intelectual de este libro: en un momento dado, la ilustración a doble página de una pipa de tabaco se despliega ofreciendo un tríptico y, por arte del juego de las imágenes combinadas, su boquilla se transforma ante los ojos del lector en la cola de un gato blanquinegro dispuesto a lavarse los dientes. Es entonces cuando se articula la exclamación que da título al libro (¡Oh!) —recordemos que estamos ante un libro mudo— y cuando el adulto recuerda la inscripción del célebre cuadro de René Magritte, artista belga, como el autor de esta obra: “Esto no es una pipa”. Pero esto es decir muy poco sobre el origen verdadero de una obra.
Incluso haciendo un ejercicio de análisis mayor y remontándose en el cauce de la historia, a veces se traza la genealogía de una obra como esta, creada a comienzos de la década de los 90, y uno puede retrotraerse cuarenta, cincuenta años atrás, y explorar los antecedentes conceptuales, hablar de los libros de solapas de Bruno Munari, por ejemplo, y tampoco eso será decir demasiado, pues seguiremos en la piel de los fenómenos.
Para ensayar una respuesta más completa, para intentar comprender por qué existe una obra como esta, de dónde procede aquello que la informa por dentro, trascendiendo los mecanismos necesarios de la cultura, de la técnica, del propio autor, sería necesario remontarse a fenómenos más antiguos, arraigados en el proceso de civilización del hombre. Pensemos, por ejemplo, en la magia, y en los actos de transformación, tan importantes en la Edad de los Metales por sus implicaciones prácticas y simbólicas, de naturaleza material y espiritual (de ahí nacerán la física y la alquimia, indiferenciadas durante muchos siglos). El arte de la transformación configura ante los ojos del hombre una imagen dinámica de la existencia, una idea integradora de espacios accesibles e inaccesibles a la vista. Esto es fundamental para acontecimientos tan importantes y hermanados en la evolución de la especie como son la dimensión religiosa o la dimensión artística, en las que podríamos rastrear el sustrato común del pensamiento mágico, un lenguaje de símbolos donde las cosas son capaces de comunicarse con las personas.
No olvidemos que en obras destinadas al público prelector, como puede ser Oh!, el componente oral es decisivo, pues interpreta la partitura muda de las imágenes tanto en actos de interrogación como de sorpresa en la conversación entre el adulto y el niño. Quien conduce la lectura actúa como un mago. El movimiento que desvela el interior de las imágenes y permite con ello el paso de una mano que señala el vacío a una mano que aferra la cola de un cocodrilo con una taza de café sobre el hocico y un sombrero de hongo en la cabeza; la conversión de dicha taza en la proa de un buque observado por un pez; de la cola de dicho pez en la cola de un pato con una pinza de tender en el pico; y la conversión de esta pinza en la cola de una trucha que se va a comer una manzana y así en un círculo perfecto hasta desembocar de nuevo en el cocodrilo que se asoma a la cubierta y que sigue con un sombrero de hongo y un ramo de flores en el hocico; todo este movimiento de sorpresa y transformación, este arte dinámico, habla de la posibilidad de un mundo en el que todo aparece vinculado por la magia y el juego, en el que una energía común es capaz de mostrar los límites de la percepción y el poder de lo invisible.
En la obra de Goffin esta circularidad mágica muestra una dimensión cómica (en los misterios siempre late una visión alegre, la risa de lo abierto a transformación), que en el caso de los niños mueve al disfrute de lo posible (y al hermanamiento de los reinos animados e inanimados) y en el caso de los adultos despierta la sonrisa del reconocimiento cultural (el cocodrilo que en alguna fase llegó a ser una pipa magritteana se despide al final de la obra, como se dijo, con un sombrero de hongo en su cabeza). Ambos, niño y adulto, se recrean en un mundo donde lo visible remite a lo oculto. Pero esto no es una película de Hitchcock, en el caso de Goffin lo oculto no es tanto un juego de sospecha ambigua como de transformación drolática, divertida.
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Autor: Josse Goffin. Título: Oh!. Editorial: Kalandraka. Venta: Todostuslibros
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