Open Range (2003), es un western. Así, sin más. Clásico, así, sin más, de nuevo, sin más. Lo digo porque en estos últimos tiempos, tan líquidos que se diluyen en sí mismos, la semántica se usa de manera digamos que tan interesada como despachada, y el rigor para con los géneros cinematográficos apuesta por conceptos abstractos como fusión, maridaje o simplemente falsificación. Llamar western a ciertas novelas de Cormac McCarthy, a la serie Yellowstone o a Los asesinos de la luna me parece que es descontextualizar, ampliar en exceso y fijándolo solo en geografía o tipos la idea del western.
“No hay razón para correr, no hay razón para ocultarlo”. Ese es el lema vital que mueve al pequeño equipo de Bluebonnet Boss Spearman (Robert Duvall, por una vez en el lado correcto), expistolero, viudo, que lleva sus reses por las estribaciones de las Rocosas. 1882 es el tiempo en el que las vastas praderas, los pastos, los ríos, se puntúan de vallas, alambres de espinos, propiedades y no open ranges. Junto a Spearman cabalga Charley Waite (Kevin Costner), silencioso exsoldado del Sur, perdedor y con un pasado no muy legal, el joven gigante Mose Harrison (Abraham Benrubi), un joven mexicano huérfano supuestamente llamado Button (Diego Luna) y el perro Tig. Vida nómada, hogueras, mucho y duro trabajo con el ganado y los caballos, café, pocas palabras y algunos sueños perdidos o por ejecutar. Su llegada, a por provisiones, en Harmonville, les sitúa ante su némesis, el poderoso Denton Baxter (Michael Gambon), un gran villano, cruel y despiadado, poco amigo de pastos libres e individuos con ética. Es el amo y todos callan. Y de esa manera Open Range se alinea, se entrecruza, se alimenta y comparte maneras con Pasión de los fuertes, Río Rojo, Río Bravo, Sin perdón, y tantos otros hermanos y cofrades de la Costa Western.
Las idas y venidas del guión, espléndido, obra de Craig Storper y Lauran Paine, adaptando una novela de ésta, permiten un fabuloso tiroteo, sin piedad, final, el esbozo de un romance, enormemente pudoroso entre Waite y Sue (una maravillosa Annette Bening), hermana del médico del pueblo, con entrega de un medallón familiar antes de la batalla, para la que se preparan Spearman y Waite comprando unos muy caros chocolates suizos y sendos habanos. Costner filma todo con el clasicismo de quien cree firmemente en el género y en sus valores de decencia moral, individualidad, lealtad en la amistad y profesionalidad ante el peligro, así como en su imaginería visual. Quizás haya llegado el final de las vidas errantes, pero eso es sólo un vivac, un café, una hoguera, un buen cigarro, el frío centellear de las estrellas, una canción a la armónica y los secretos del pasado al buen recaudo de un corazón generoso y no olvidadizo.
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Open Range (2003). Producida y dirigida por Kevin Costner. Guión de Craig Storper y Lauran Paine adaptando su novela, The Men Open Range. Fotografía, J. Michael Muro. Música, Michael Kamen. Montaje, Miklos Wright. Vestuario, John Bloomfield. Diseño de producción, Gae S. Buckley. Interpretada por Kevin Costner, Robert Duvall, Anette Bening, Michael Gambon, Michael Jeter, Diego Luna, James Russo, Abraham Benrubi, Dean McDermott, Kim Coates. Duración: 139 minutos.
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Si la película es puro amor al cine, está reseña es puro amor a la crítica. Cómo dice el detective cinéfilo Kinderman en El Exorcista: “Me gusta salir y criticar, desmenuzar las películas…”
Aquí en México, estaba hace mucho en Netflix, pero la eliminaron, y jamás a vuelto a aparecer en ningún sitio
Excelente columna, la disfruté leyendo tanto como espero disfrutar de la película algún día.
Gracias por escribir tan bien
Muy buena fotografía, paisajes e interpretaciones, pero lo siento, la película no me llegó a enganchar. Y con Eastwood me pasa lo mismo. Ya sé que ambos admiran a los grandes maestros del clásico, (yo también, por supuesto), pero no doy un duro por las películas de Costner e Eastwood excepto Bailando con Lobos y Banderas de Nuestros Padres, las cuales sí que me gustaron.