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El origen del culto a los árboles y el túmulo inglés

El origen del culto a los árboles y el túmulo inglés

Es bien conocida la pasión que el señor Sherlock Holmes tenía por este extraño libro del que raramente se separaba y cuyo título original era The Origin of the Cult of the Trees. En una entrevista que tuvo Watson en la primavera de 1894 con el afamado librero español don Luis de Luis, precisamente cuando se produjo el asesinato del Honorable Ronald Adair, le rogó que investigara todo aquello que Holmes supiera relacionado con este raro ejemplar, ya que aparentemente no existía ningún volumen en lengua inglesa con ese título, ni tampoco en otras lenguas conocidas. El motivo era que el afamado librero español tenía un cliente muy interesado en conocer la procedencia del mismo y publicar una docta referencia en un catálogo muy especial relacionado con ejemplares esotéricos.

Holmes había regresado por esas fechas del Gran Hiato y a Watson le pareció prudente esperar unos días para cumplir el encargo y averiguar todo lo posible sobre el libro y satisfacer la curiosidad de don Luis de Luis. Además, Holmes se había embarcado en la aventura de solucionar el asesinato del honorable Adair por diversos motivos, fundamentalmente dos: el primero de ellos era demostrar que el disparo se había realizado con un rifle de aire comprimido que utilizaba balas de revólver blandas, y el segundo que el coronel Sebastian Moran tenía mucho que ver en el asunto.

"Watson le formuló al detective la pregunta y Holmes tuvo a bien aclarársela"

Cuando una noche estaban los dos sentados junto a la chimenea fumando sus pipas, Watson le formuló al detective la pregunta y Holmes tuvo a bien aclarársela. Para empezar, el libro era un manuscrito que le había regalado el Secretario de Estado para la India, junto con un manual descriptivo de las magníficas ilustraciones que incluía y lo que significaban. El obsequio era el pago por unos servicios prestados que no se pueden desvelar en esta simple página explicativa de los apuntes de Watson en su agenda.

Según se supo con posterioridad, las citadas ilustraciones se remontaban, según la mitología y el arte en la India, a los siglos I y IV DC. Y todas ellas habían sido copiadas de los topes budistas con el correspondiente permiso del Secretario de Estado, a quien ya hemos citado anteriormente. Por lo tanto, hasta la fecha la documentación del libro tenía la correspondiente exégesis.

"Holmes se levantó con paso parsimonioso y se dirigió a su biblioteca. A los pocos segundos regresó con un volumen forrado en plena y extraña piel muy fatigada e inspeccionó su interior"

En ese momento, Holmes se levantó de su sillón, consultó en su archivo monográfico que contemplaba todas las ramas de la ciencia y le dijo a su ayudante: «Un tope en hindi, o stupa, y hasta en sánscrito, es una estructura que se asemeja a un túmulo funerario, donde los budistas indios custodiaban sus reliquias». Todo esto lo aclaró Holmes mucho antes de que eminentes estudiosos (como S. Tupper Bigelow, juez e investigador del Canon) llegaran a tan sabias y valiosas conclusiones, por otros caminos y 60 años después. «El manuscrito es bastante pesado —añadió Holmes—, y por lo tanto no me parece probable que fuera el libro que yo llevaba junto con otros cuando me tropecé de forma voluntaria con usted para ir poniendo en escena mi regreso. No obstante, veamos el libro original y las anotaciones que guardo en su interior».

"Por causas que nunca llegaron a esclarecerse del todo, el árbol, al derribarlo, fue a caer sobre la casa de un funcionario forestal llamado Addleton"

Holmes se levantó con paso parsimonioso y se dirigió a su biblioteca. A los pocos segundos regresó con un volumen forrado en plena y extraña piel muy fatigada e inspeccionó su interior. Para su sorpresa cayó sobre la alfombra un opúsculo redactado por Algernon Blackwood en 1890, cuando empezaba su carrera de escritor, quien lo había recibido de manos de un tal David Bittacy, antiguo funcionario del Departamento Forestal Inglés y miembro de la Honorable Orden del Baño, uno de los hombres que más sabía sobre los sentimientos de los árboles hacia las personas y de sus posibles venganzas. Este sujeto, a su vez, lo había rescatado de un antiguo túmulo inglés, descubierto entre las raíces de un árbol gigantesco que se taló porque estaba pudriéndose, y junto a él aparecían inquietantes gusanos de origen desconocido para la Ciencia. Se especula con el hecho de que uno de estos horribles gusanos con dos cabezas, y ambas de apariencia humana, es el que llevaba el periodista Isadora Persano en el interior de una caja de cerillas cuando fue hallado en un estado catatónico. Por causas que nunca llegaron a esclarecerse del todo, el árbol, al derribarlo, fue a caer sobre la casa de un funcionario forestal llamado Addleton, que había sido amonestado en varias ocasiones por sus superiores por introducir clavos en los gigantescos cedros sin una finalidad determinada.

Huelga decir que el árbol al caer destrozó la casa y lo mató a él y a su mujer. Posteriormente se filtró información por parte de un compañero de trabajo referente a que Addleton insertaba los clavos en ese cedro como venganza por el hecho de que cada día se acercaba más a su casa, extremo que se pudo comprobar con suma precisión.

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