Oriol Alonso Cano (Martorell, 1984) es doctor en Filosofía, profesor universitario, poeta, ensayista y puede que muchas más cosas, pero hoy lo que nos interesa de sus muchas capacidades y talentos es un libro suyo que acaba de aparecer, sobre uno de los cineastas más fascinantes de la historia del cine: David Cronenberg: Infecciones y mutaciones narrativas (Ediciones del Subsuelo). Aunque se trata de un libro sobre cine, yo no lo considero un libro cinéfilo; es decir, creo que podría interesarle a cualquiera al que le interese el cine pero también la literatura, la ciencia o el arte. Por si fuera poco, en él su autor es una persona que se multiplica a cada página y a cada página nos presenta a un Cronenberg igual y distinto, adaptándose a diferentes intereses a lo largo de su filmografía y a diferentes circunstancias a lo largo de su vida. Supongo que porque no estamos ante un cineasta convencional, sino ante un cineasta que supo prever el efecto de la industria química y la tecnología en el cuerpo humano y en sus metamorfosis a lo largo de las últimas décadas, tampoco este libro podríamos considerarlo en ningún caso convencional.
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—El David Cronenberg que nos presentas en tu libro es en primer lugar un lector y un escritor.
—Sí, porque Cronenberg, desde que tiene memoria y conciencia, está atravesado por la escritura y la lectura. Vivió su infancia y su juventud rodeado de libros (sus padres tenían, literalmente, paredes hechas de libros) y además, su padre fue escritor y articulista en varias revistas y diarios. David, desde bien pequeño, siempre estaba leyendo y escribiendo, esa fue y sigue siendo su manera de relacionarse con el mundo. Estudió la carrera de Lengua y Literatura Inglesas porque su objetivo inicial era convertirse en escritor.
—También te detienes a explorar su interés por la ciencia.
—Cronenberg tiene algo de mutante cultural: pese a su devoción por la escritura, a él cuanto se relaciona con lo científico también le interesa muchísimo. Sobre todo las cuestiones relacionadas con el experimentalismo y el cuerpo. De joven le interesó tanto que se matriculó en Química Orgánica en la Universidad de Toronto. Pero rápidamente se dio cuenta de que el ideal científico que a él le fascinaba estaba más cercano al romántico (hablo del Romanticismo alemán del siglo XIX) que no al de su presente. Le asfixiaba la rigidez metodológica del mundo académico, y por eso abandonó la carrera y comenzó a estudiar Lengua y Literatura Inglesas.
—Para su desgracia y para nuestra felicidad, Cronenberg era y seguramente sigue siendo su peor crítico y decidió que todos sus experimentos literarios no eran más que fracasos y entonces concentró sus energías creativas en el cine.
—Cronenberg suele comentar en las entrevistas que cuando era joven carecía de la paciencia, la capacidad introspectiva y, sobre todo, de la voz propia para poder escribir algo de calidad. Siempre fue muy duro consigo mismo, quizás porque tiene mucho respeto por cuanto se relaciona con la escritura y es muy autoexigente. Sus «fracasos», obviamente, le resultaron muy frustrantes. Una manera de canalizar su frustración fue escribiendo los guiones de sus primeras películas (si exceptuamos el de Fast Company) y narrando a partir de las imágenes.
—¿Cuál fue tu hoja de ruta para escribir este libro, además de ver las películas de Cronenberg una y otra vez?
—Además de revisar una y otra vez su obra fílmica y leer con atención su única novela publicada hasta la fecha, leí mucho sobre su obra: todo lo que está escrito en castellano y muchísimos estudios que no están traducidos. También leí y releí varias de las novelas que marcaron a Cronenberg, las de Vladimir Nabokov, Franz Kafka, T. S. Eliot o William Burroughs. Y vi películas de otros cineastas que me recuerdan a él, por diferentes motivos, como Jonas Mekas, Federico Fellini o Nicolas Roeg, entre otros muchos. A pesar de esto, tenía claro que no quería escribir un libro académico. Me fijé ese propósito desde el principio, y por eso no he incluido ninguna nota a pie de página ni bibliografía, pese a todo el trabajo de documentación y lectura.
—¿Es un proyecto que ya tenías en la cabeza desde hace tiempo o surgió casi en paralelo a la escritura?
—Es un proyecto que nace tras releer por enésima vez las entrevistas que le hizo Chris Rodley y comprobar en ellas cómo destaca su deseo de ser escritor. Al ver hasta qué punto tuvo importancia en su vida esa voluntad, ese anhelo de escritura, pensé que había un Cronenberg desatendido, que no se había trabajado en castellano, y que yo podía encargarme de hacerlo.
—Normalmente, un libro sobre la obra de un cineasta podría compararse con un documental. El tuyo, sin embargo, me parece más una novela.
—Ese fue mi deseo desde el comienzo. La lógica del libro siempre fue más la de seguir un camino literario que no fílmico, pese a que ambos al final convergen y se contagian entre sí de manera irremediable. Como Cronenberg, también yo soy un mutante cultural y me gusta hibridar géneros, espacios, perspectivas y caminos.
—Yo creo que esa cualidad lo abre a un público lector mucho más amplio que el de otros libros de cine, escritos solo para cinéfilos.
—Es un libro dispuesto a dialogar con lectores que conozcan la obra de Cronenberg y con quienes quieran adentrarse en ella por primera vez. Va más allá de lo estrictamente cinematográfico, busca hacer dialogar al cine y a la literatura con el arte, la política, la religión y, en general, los grandes temas que dominan nuestro presente.
—Cronenberg no es un simple cineasta, también es un explorador. ¿Hasta qué punto crees que esa cualidad suya la has hecho tuya a lo largo de la escritura del libro?
—Si no exploramos estamos muertos. Y no hablo solo como escritores. Cronenberg (su figura y su obra) consigue que su cine trascienda las imágenes e interpele a nuestra condición humana. Explora lo diferente, lo anómalo, pero también lo que es más cercano, para ofrecer un punto de vista desconocido sobre ello. Esa visión exploradora, abismal, es importantísima y, por eso mismo, he intentado que estuviera muy presente en mi trabajo.
—El cine para Cronenberg parece el arte total, el único que es capaz de absorber todas las demás artes. Pero su relación con el cine es turbulenta, de adaptación y subversión continuas, intentando ajustarse a los códigos del cine de género (en especial a los del cine de terror y al de la ciencia ficción), para luego dinamitarlos.
—Cronenberg se adentra en un género para sabotearlo a través de incisiones, hibridaciones y mutaciones. Es un autor que trasciende cualquier adscripción a cualquier género, alguien que utiliza varios discursos para generar el suyo propio y a partir de ahí meditar sobre los elementos que constituyen la condición humana.
—Al no seguir una cronología convencional, tu libro resulta muy sorprendente e impredecible. La vida personal y artística de Cronenberg a veces se mezclan, como si biografía y arte no pudiesen desligarse. Hasta cierto punto, tu libro podría considerarse una biografía rota, cuyas piezas encajan a lo largo de la filmografía de Cronenberg, pero sin seguir un orden lógico.
—Uno de los objetivos de la escritura del libro fue situar determinados temas de la obra de Cronenberg y ver cómo estos estaban íntimamente relacionados con determinadas circunstancias en su vida. No hay que reducir la obra de Cronenberg a su biografía, porque precisamente él intenta huir de ello en su trabajo, pero tampoco hay que caer en la ingenuidad de que escribe o filma desde un vacío vital. Por eso nunca me aparté demasiado de su vida, para ver de qué manera dialogaba con su obra, muy a menudo de manera retrospectiva y no inmediata.
—¿En qué medida Cronenberg es distinto de otros maestros del cine de terror, ciencia ficción y fantástico?
—Cronenberg es distinto porque para él el cine es un lenguaje capaz de conectar el inconsciente de un artista y el inconsciente del propio medio, algo que ha utilizado para crear imágenes que nadie más había sido capaz de crear antes de él. Sus intereses iniciales al hacer una película puede que sean narrativos y visuales, pero jamás se olvida de explorar los abismos de la condición humana y el impacto de la vida moderna en el cuerpo y la mente de los seres humanos. Para él lo importante son los interrogantes, las preguntas, por eso utiliza el cine como un dispositivo de interrogación que sabe que jamás obtendrá certezas, aunque sí generará un impacto implacable e inapelable a quien se adentre en sus propuestas, como comprobará quien vea Videodrome o El almuerzo desnudo por primera vez.
—La pregunta que se me ocurre ahora es ¿en qué medida es tu libro similar y diferente de otros libros de cine de género?
—Mi libro es diferente en primer lugar porque intento jugar con diferentes registros (narrativo y ensayístico principalmente). Luego porque más que un libro es una aventura que intenta hacer cómplice al lector de la necesidad de abismarse a la mente de un autor tan complejo y brillante como Cronenberg. Finalmente porque no me interesaba hacer un recorrido por su trayectoria cinematográfica y ver cómo evolucionaba su propuesta desde sus inicios hasta la actualidad, o bien analizar sus imágenes de una manera académica; me interesaban otras cosas y, sobre todo, ver la relación de Cronenberg con su deseo de escritura.
—Los libros de cine sobre géneros como el terror o la ciencia ficción o sobre sus maestros suelen ser más teóricos que los que abordan otros géneros y cineastas. Si estás de acuerdo, ¿a qué dirías que obedece algo así?
—El cine de terror o el de ciencia ficción siempre han sido laboratorios donde se plasman las inquietudes del presente y donde se analiza la manera de abordarlos (para rechazarlos, criticarlos o problematizarlos). Fíjate en George A. Romero: sus películas están conversando en todo momento con las circunstancias socio-políticas de su tiempo; es imposible pensar su cine al margen de sus reflexiones sobre la sociedad norteamericana. Si esto es así con propuestas cinematográficas como la de Romero, los libros que abordan el cine de terror o el de ciencia ficción no se quedan a la zaga e intentan problematizar los análisis y abordajes teóricos de dichos géneros.
—¿Es Cronenberg uno de esos casos en que artista y obra son difíciles de disociar (como sucedería con otros cineastas: Tod Browning, Jacques Tourneur, Terence Fisher, Mario Bava o Dario Argento)?
—En algunos casos sí: hay películas que nacen de sueños suyos, como es el caso de Shivers, y hay proyectos que le han ofrecido y él ha aceptado porque su protagonista le recuerda a su manera de ser, como sucede en Spider. No obstante, Cronenberg siempre intenta separar su obra de su vida. Ese es su objetivo. Y es así porque su trabajo lo concibe como un arte que debe eliminar cualquier tipo de censura o limitación. Cronenberg es un sujeto bastante reprimido, pero su obra le permite fugarse de sí mismo; muchas de sus películas son como una especie de catarsis con respecto a ese estado más o menos apocado en el que él vive su vida.
—Supongo que al escribir tu libro una de tus inquietudes y uno de los peligros que tuviste que sortear (y lo hiciste magníficamente) fue la información. Tu libro, en ese sentido, es denso pero también tiende a lo esencial, no tiene una palabra de más y tampoco naufraga en océanos de información.
—Ese precisamente era uno de los objetivos: no saturar al lector con toda la información que tengo. Esta fue una exigencia: no caer en una erudición excesiva que provocase el aburrimiento o la pérdida de interés del lector. La escritura fue una construcción de un laberinto de referencias descargadas de cualquier pomposidad académica o egocéntrica.
—¿Podríamos decir que la bibliografía que utilizaste para documentarte fue más literaria que ensayística?
—Haciendo un balance, creo que hay un equilibrio. Leí todo lo escrito sobre Cronenberg pero también leí muchísimas de las novelas que han marcado a fuego la creatividad el canadiense. Disfruté enormemente volviendo a Nabokov, Céline o Bellow, entre otros muchos.
—Tu libro describe, como las películas de Cronenberg, al niño, al joven, al primer adulto, al compañero sentimental, al hombre de familia, al explorador, al hombre en crisis, al viejo y al anciano. ¿Qué películas suyas relacionarías con cada una de esas etapas?
—Muy buena pregunta. Vamos a ver… Con el niño, El almuerzo desnudo; con el joven, Videodrome; con el primer adulto, Spider; con el compañero sentimental, Inseparables; con el hombre de familia, Crash; con el explorador, eXistenZ; con el hombre en crisis, Shivers; con el viejo, La mosca, y con el anciano, Crimes of the Future (ambas versiones).
—Me encantó, mientras leía tu libro, la idea de que una obra creativa en definitiva no es otra cosa que una obra que da vida a sus espectadores y lectores, del mismo modo que es creada por estos últimos.
—Una obra está esencialmente inacabada y siempre dialoga con los diferentes agentes que intervienen en ella. Eso es crucial. El sentido de una imagen o de una página no se agota nunca y requiere, en todo momento, de cómplices.
—¿Cómo definirías el pasado, el presente y el futuro de Cronenberg?
—El pasado de Cronenberg fue experimental y glorioso. Lo que dirigió al comienzo de su carrera es difícilmente igualable. Ha generado su propia imaginería y su propio lugar de enunciación, y eso está al alcance de muy pocos. El presente es brillante. Ahora la propuesta de Cronenberg es más pura, abstracta, teórica, sutil, compleja y escurridiza. Tal vez no tan redonda, pero mucho más purificada a nivel narrativo, así como de puesta en escena. El futuro, si su salud y paciencia lo permiten, es alumbrador. Creo que The Shrouds (Los sudarios) será algo muy importante que, como siempre sucede con su obra, requerirá de años para ser comprendido y reconocido.
—¿Hay huellas de Cronenberg en la literatura o el cine actuales?
Creo que a Cronenberg le pasa como a los grandes maestros de cualquier área: en el momento en que intentas nutrirte de ellos y adaptar algo de su imaginería, vienen rápidamente las decepciones y los fracasos. Hay tentativas pero creo que son menores y decepcionantes, en la mayoría de los casos. Lo importante es tener un lugar de enunciación más o menos propio (que es algo, por cierto, que le costó horrores al propio Cronenberg literato).
—Espero que un libro tan luminoso e inspirador como el tuyo abone el terreno para que se hagan retrospectivas de Cronenberg muy pronto.
—Eso sería genial porque la obra de Cronenberg se disemina sin fin y es necesario revisarla y trabajarla una vez y otra y otra… Ojalá se animen las diversas instituciones y cines, porque su obra es la obra de un visionario que ha profetizado como nadie el rumbo de los tiempos.
—¿Qué preparas ahora mismo?
—Pues ahora mismo estoy escribiendo un libro sobre Inseparables para la colección Telemark de la Editorial Providence. Es, creo, la obra más oscura de Cronenberg, una de sus obras maestras indiscutibles y todo un reto para mí porque no es fácil adentrarse en sus misterios. Me parece una oportunidad fantástica para continuar penetrando en la mente cronenbergiana.
—Parece que Cronenberg y tú acabáis de forjar eso que en Casablanca Humphrey Bogart llamaba «el principio de una hermosa amistad».
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