Conocer a Óscar y pasar un rato agradable es todo uno. Este burgalés afincado en Madrid me recibe amablemente en su domicilio. Me enseña su acogedora casa y me invita a que elija dónde quiero hacerle los retratos para este blog. Quizás me interesa menos el lugar. Estoy más preocupado en cómo captar esa sensibilidad y carisma que derrocha que en hacerle una “foto bonita” con sus libros.
Charlamos un buen rato, acompañados por una riquísima cerveza artesanal de unos amigos suyos de Segovia. Hablamos sobre periodismo, de la evolución de los libros, del momento social, tan rico y a la vez incierto, que estamos viviendo. También comentamos el futuro de nuestras profesiones. Hablamos sobre algunos “Zendianos” —amigos en común—. Incluso terminamos hablando de fotografía, de la que me confiesa —con gran humildad—, que es un gran apasionado.
Óscar Esquivias
Óscar Esquivias (Burgos, 1972) ha publicado los libros de cuentos La marca de Creta (Premio Setenil, 2008), Pampanitos verdes (Premio Tormenta, 2010) y Andarás perdido por el mundo (2016). También es autor de las novelas El suelo bendito (Premio Ateneo Joven de Sevilla, 2000), Jerjes conquista el mar (Premio Arte Joven de la Comunidad de Madrid, 2009) y la trilogía compuesta por Inquietud en el Paraíso (Premio de la Crítica de Castilla y León, 2005), La ciudad del Gran Rey (2006) y Viene la noche (2007), publicada por Ediciones del Viento. En el catálogo de Edelvives figuran sus novelas para jóvenes Huye de mí, rubio (2002), Mi hermano Étienne (2007) y Étienne el Traidor (2008). Junto al fotógrafo Asís G. Ayerbe ha editado La ciudad de plata (2008), En el secreto Alcázar (2008), Secretos xxs (2008) y Calle Vitoria (2015).
Nos recomienda este libro: Dos Crímenes de Jorge Ibargüengoitia
Dos crímenes cayó en mis manos por casualidad. Estaba yo en Oaxaca, había terminado de leer la novela que había llevado a aquel viaje (cuyo título he olvidado; bueno, no solo el título, la obra entera se ha borrado de mi memoria) y me entró esa desazón de quien no sabe salir a la calle sin un libro bajo el brazo. Así que entré en la primera librería que encontré, en la que solo había un muchacho joven que iba sacando libros de las estanterías y les pasaba el plumero, silencioso y metódico, muy serio. Después de curiosear, me llevé Dos crímenes de Jorge Ibargüengoitia y otros libros (cuyos títulos y autores he olvidado igualmente). Así, en el autobús de vuelta a la Ciudad de México, descubrí a Ibargüengoitia y pasé algunas de las horas más felices de mi vida. Todo en Dos crímenes es divertido, sorprendente. Es una fiesta del idioma y del ingenio, una novela llena de sabiduría narrativa, donde se ve a un escritor en plenitud de facultades que maneja las palabras y los hilos de la trama a placer. En cuanto llegué a Ciudad de México, compré todos los ejemplares de Dos crímenes que encontré para regalárselos a mis amigos, y con ese cargamento criminal volví a España. Pienso en esta novela e inmediatamente me entra un cosquilleo de felicidad y unas ganas irreprimibles de releerla.
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