Foto de portada: Pablo Sequero con sus socios del estudio Salazarsequeromedina
Pablo Sequero es un joven arquitecto español afincado en Estados Unidos, y ha sido elegido, junto a sus socios del estudio de arquitectura Salazarsequeromedina, para diseñar uno de los pabellones al aire libre de la Bienal de Seúl, llamado The Outdoor Room, (La Habitación Exterior): se trata de un pabellón temporal, construido en el céntrico parque de Songhyeon Green Plaza para la 4ª edición de la Bienal de Arquitectura y Urbanismo, celebrada entre el 1 de septiembre y el 29 de octubre de 2023 en la capital coreana, bajo el título Land Architecture, Land Urbanism. El pabellón es una de las siete instalaciones temporales que han sido diseñadas por estudios invitados reconocidos internacionalmente, entre los que se encuentran Pezo von Elrichausen, Plastique Fantastique, Kimchi and Chips o Riccardo Blumer. La intención de esta edición de la SBAU es, además, reclamar el valor de Songhyeon Green Plaza como un espacio público central en la vida de los ciudadanos, invitándoles asimismo a participar en este evento.
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—Cuéntanos algo sobre la bienal de Seúl, de su importancia en el mundo.
—Es un poco más joven que la de Venecia, solo lleva cuatro años en funcionamiento. Este año la bienal se centraba en la tierra, en la reflexión sobre el territorio, buscando reencontrar la identidad del urbanismo de hoy en día. La relación de la arquitectura con las montañas y el agua (el río enorme de Seúl como parte del casco urbano) y una mirada de futuro, un pensamiento temporal y creativo: de aquí a un siglo cómo se va a desarrollar la ciudad de manera sostenible. La novedad de esta edición es que se ha decidido sacar la bienal a la calle, lo que no había ocurrido en las anteriores, que se celebraban en un pabellón. Pero tenía sentido hacerlo así, porque se conmemoraba la apertura o reapertura en Seúl de un parque urbano donde antes había estado alojado el ejército americano. El rol de la bienal era encontrar una estrategia de acupuntura a través de siete pabellones diseñados por siete arquitectos de distintos orígenes, relacionados de alguna manera con Corea.
—¿Cómo surge el estudio Salazarsequeromedina?
—Hay muchas cosas a nivel generacional que nos unió a los tres socios, que, por cierto, andamos por la treintena: todos somos expatriados. De hecho, Juan y yo trabajábamos juntos en Berlín durante la pandemia: hacíamos concursos online y operábamos en distintos contextos. Nuestro estudio es colaborativo, es decir, tratamos de buscar sinergias con arquitectos o artistas de disciplinas tangentes o de otras disciplinas. Los tres socios estamos en Estados Unidos porque damos clases aquí, pero trabajamos en tres continentes.
—¿Cómo llegan a seleccionaros para la Bienal de Seúl?
—Nosotros fuimos invitados a la construcción del pabellón. Teníamos relaciones académicas con Frank Barkow, de la Syracuse University, en el estado de New York, en la frontera con Canadá, y él pensó que estábamos preparados profesionalmente para afrontar este reto y emprender el proyecto del pabellón al aire libre. Para nosotros fue una alegría y una gran responsabilidad. Nos enorgullece ser los únicos participantes hispanohablantes de la Bienal de Corea.
—¿Qué buscáis en vuestra arquitectura?
—Lo que buscamos en nuestra arquitectura es la domesticidad; crear un espacio doméstico amable, un espacio abierto, sin obstáculos, que invite al ciudadano a disfrutarlo.
—¿La sostenibilidad, tan a la moda?
—Bueno, nosotros creemos que somos honestos en nuestro trabajo. Nuestro estudio afronta la sostenibilidad lanzando otras preguntas. Frente a la green fever, creemos que la eficiencia no es hacer un edificio gigante y verde, sino hacer construcciones mirando y cuidando los materiales, hasta el punto de que defendemos la reutilización de los mismos en nuestras construcciones, y así lo hemos hecho en este pabellón, construido con materiales reutilizados. Creemos firmemente que ese es un discurso que ahora se está poniendo de relieve frente a los pasados grandes gestos arquitectónicos.
—¿Cómo es el pabellón que habéis diseñado?
—Se planteaba como una especie de patio abierto, en analogía con la experiencia de entrar en una plaza. En el centro, plantas nativas y sillas que te invitan a observar la ciudad a través del marco. La idea era recuperar el hanok o patio coreano, pero a una escala humana. Una habitación exterior. El patio como lugar de intercambio y de encuentro, no solo en el contexto español, sino también peruano y asombrosamente también coreano. Los patios han vertebrado los hogares desde todas las civilizaciones.
—¿Cómo sois los arquitectos del siglo XXI?
—La generación a la que pertenezco crece con la crisis profunda y duradera, estructural, financiera y global del 2008, y eso nos ha marcado definitivamente. En la arquitectura hemos tenido que volver a aprender, a trabajar con lo que tenemos, es decir, presupuestos muy limitados que nos obligan a ser inventivos gestionando la escasez. Pero no todo es precariedad, porque en este contexto creo que el resultado es una arquitectura más honesta, más sobria, que busca adaptarse al lugar donde se planta tanto como encajar en el contexto global. Frente al modelo de antes, que era la arquitectura de autor, ahora entendemos más los trabajos de autoría compartida. Los arquitectos de ahora, como la mayoría de los profesionales de mi generación, se enfrentan a una situación singular: están deslocalizados y a la vez operando localmente, envueltos todos en la globalidad. Este contexto complejo de relaciones y miradas nos hace ser lo que somos.
—¿Se puede innovar hoy en arquitectura?
—Pues tratando de entender el contexto actual, creo que la gran oportunidad de innovación es volver a preguntarse sobre las soluciones en un contexto global contradictorio de crisis enorme de vivienda frente a la imposibilidad de no construir masivamente. Esa innovación nos corresponde a nosotros. Los arquitectos de la última gran innovación, que fue el racionalismo, Le Corbusier o Mies, eran top-down, o sea, desde arriba abajo, entendiendo sus obras como objetos de arte. Nosotros debemos reposicionar nuestro rol en un proceso de construcción para facilitar la eficiencia territorial y energética. En la creación arquitectónica casi todo está hecho. La pandemia nos puso frente a nuestras viviendas y a cuestionarnos cómo vivimos y las necesidades reales de nuestros espacios. Para nosotros, el momento de la pandemia fue un momento de reflexión y creatividad. Por ejemplo: cómo podíamos replantear o reformar la arquitectura existente. Observar lo que ya está construido y pensar cómo podría ser mejor, con herramientas nuevas para hacerlo.
—¿Por qué un arquitecto español vive y trabaja fuera de España?
—Nuestra generación ha tenido la gran oportunidad de viajar al extranjero a precios muy baratos, y con la herramienta lingüística adaptada a nuestra vida. Es una experiencia poder vivir y trabajar fuera. Nos da herramientas para volver a trabajar en los contextos conocidos con una nueva óptica.
—¿Cómo ves el futuro de la profesión de arquitecto?
—Interdisciplinar, más conectada, de alguna manera operando globalmente, pero desde una posición local. En el futuro de la arquitectura la práctica colaborativa va a ser cada vez más importante. El contexto de hoy en día es muy distinto al de hace 20 años. Nosotros tratamos de mirar en las plataformas online a la gente que acaba de terminar ahora para ver cómo podemos refrescarnos con ellos, cómo podemos colaborar. Miramos a la gente que hace cosas como nosotros y en muchos países.
—¿Y la arquitectura clásica?
—La formación y el entendimiento de técnicas constructivas, materiales, ideación, dibujo, proyecto creativo… Esas cosas están ahí y no van a cambiar. La profesión se enfrenta también, como todo, a la Inteligencia Artificial, y nosotros no sabemos mucho de eso, pero sabemos que va a cambiar nuestro mundo y, consecuentemente, la manera de hacer arquitectura.
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