Hace poco más de una semana, cuando todos dábamos por sentado que estaría organizando su llegada al Fondo de Cultura Económica, la escritora Margo Glantz hizo pública su decisión de renunciar a dirigir el sello editorial del Estado mexicano durante el próximo gobierno de Andrés Manuel López Obrador, luego de que el futuro secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma, hiciera público su nombramiento a ese cargo, y en un comunicado dijo que había enviado una carta de renuncia “por razones estrictamente personales», según publicó la autora en su cuenta de Twitter. El relevo lo ha asumido de inmediato el escritor Paco Taibo II, quien a pesar de su fuerte implicación en la campaña electoral se había mantenido al margen en la danza de nombramientos en materia cultural del nuevo ejecutivo. Taibo ha dicho con extrema cautela y falsa modestia que no tiene ninguna preparación. Pero todos los que le conocemos sabemos que en su cabeza rondan desde siempre infinidad de proyectos relacionados con el libro. Las tres décadas de éxito indiscutible de la Semana Negra de Gijón son un ejemplo de su capacidad de organización y dirección de un proyecto cultural a largo plazo. Pero además ha dirigido con acierto ferias del libro, ha diseñado campañas de promoción de la lectura y ha estado a cargo de colecciones de editoriales en España y en México. O sea, como Paco reconoce, no es un marciano, sino todo lo contrario, aunque, en efecto, una cosa es no ser marciano y otra cosa es tener un conocimiento profundo del sector cuya responsabilidad va a tener en las manos en poco tiempo. Por eso estamos seguros de que ya se ha arremangado la camisa para ponerse manos a la obra, sin importarle la inmensa tarea que lleva por delante esta faena. A nadie le es ajeno que su nombramiento representa en sí mismo un giro de 180 grados en la manera como el FCE ha sido manejado en los últimos gobiernos, donde el sello ha sido una plataforma para todo menos para la buena gestión editorial y donde sus puertas han estado cerradas a cal y canto a nuevos autores y a aquellos que no formaban parte del mainstream literario de turno. Por otra parte, como bien señalan algunos observadores, Taibo es reconocido por su activismo político de izquierdas, por su filosa opinión y por aborrecer el protocolo y la formalidad. De hecho, afirma que, como director del FCE, él seguirá siendo el mismo y ni siquiera va a usar corbata. “Lo decidí en 1967 cuando no nos dejaban entrar a un baile en la prepa si no traíamos corbata, y dije: «Ésta es la última vez; desde ahora no entro a ningún baile donde pidan corbata». En el caso del FCE lo de menos es el protocolo y desde luego no importa si despacha en camiseta. Lo destacable es que de entrada Taibo ya ha avanzado que respetará la libertad de expresión y no tratará de imponer una visión exclusiva de la cultura. “Dejemos que floten las flores”, asegura. Y añade: “Una sociedad sana es aquella en la que las opciones de lectura —y edición, apuntamos— son múltiples”. Que sea para bien.
J.M.SERVÍN, CRONISTA FACINEROSO
Ser contracultural en un país de impunidad como México, ha llevado al escritor J. M. Servín a reflexionar sobre qué funciona ahí como “la cultura”. En México, dice, lo que domina es la contracultura: los narcocorridos, el narcotráfico, el consumo de drogas, las bandas y cárteles y la narcoliteratura, manifestaciones relacionadas con actitudes, diálogos y transgresiones que surgen contra la autoridad y el estado de derecho. El problema, observa Servín, es que cuando se habla de contracultura, la gente solo piensa en Jack Kerouac, los beatniks y el rock. Pero a él la contracultura le ha ayudado a agitar las convenciones, cuestionarlas, transgredirlas y a veces hasta establecer un diálogo ríspido con la sociedad. De eso va su nuevo libro Nada que perdonar: Crónicas facinerosas, (Literatura Random House), un recorrido cuasi autobiográfico por esos territorios, en el que el escritor asume la carga criminal que conlleva vivir en la Ciudad de México, donde de alguna manera todos sus habitantes son una especie de criminal en incubación, en potencia, y lo facineroso no solamente está relacionado con el crimen, sino también con desenvolverse en circunstancias en las que la ley y el orden se encuentran en una confrontación constante. “Vivir en el imperio de la ley (en Ciudad de México) es muy difícil, porque aquí la ley no funciona: vivimos en un país con 98% de impunidad, donde todo lo que puedas conseguir te llevará a dar una mordida”, afirma Servín. ¿Se culpa o se absuelve a los chilangos por dejarse hundir en el remolino de un Estado fallido? Para Servín está claro: no hay “nada que perdonar”.
POESÍA EN LENGUAS AMERICANAS
Para México, el 12 de octubre se ha convertido en la celebración de su memoria ancestral. Con este gesto, se transforma un acontecimiento de choque de culturas en una oportunidad para abrir el amplio espectro de lenguas que hoy, más de 500 años después de la llegada de los españoles a América, siguen vivas y sintonizan pasado y presente en muchas regiones del continente, como ha hecho patente el Festival de Poesía Las Lenguas de América, que celebraron poetas mayas, zapotecos, seris, mapuches, náhutal y cho’ol junto a españoles, franceses, portugueses e ingleses, en la Sala Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario de la Ciudad de México. Autores como Sara Monroy, Juany Peñate, Fredy Chicangana, Víctor Terán, Briceida Cuevas, Elicura Chihuailaf o Natalio Hernández elevaron sus voces en lenguas autóctonas americanas para reivindicar una literatura hasta ahora marginal que pese a ello se ha modernizado y reclama con poderosa belleza su espacio en el imaginario cultural del siglo XXI. El lema lo decía todo: “La poesía es un arma cargada de futuro”. Vale.
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