La oración que se supone más fiel a las palabras del presocrático Heráclito de Éfeso, la cual se centra en la tesis del flujo universal de los seres, procede de Cleantes y se recoge en Stoicorum Veterum Fragmenta, diciendo así: «En los mismos ríos entramos y no entramos, [pues] somos y no somos [los mismos]». Esto es algo que se adscribe no sólo al campo filosófico, sino también al literario. Por ejemplo, señalar Las versiones homéricas de Jorge Luis Borges, donde se deja claro la existencia de múltiples interpretaciones irradiantes sobre la Ilíada y la Odisea —debido a la labor de traducción—, las cuales presentan la misma validez que la que lleguemos a considerar definitiva. Pues bien, Patrick Rothfuss (1973) conjuga estas percepciones con su nueva obra: El estrecho sendero entre deseos (Plaza y Janés, 2024).
Como comenta el propio Rothfuss en su nota de autor de El estrecho sendero entre deseos, la narración original que se incluyó en el volumen de Martin y Dozois quedó semieclipsada, sin que muchos lectores supiesen que la había escrito. Por ello consideró la publicación de esta historia en un nuevo formato. Sin embargo, después de casi una década tras su publicación, Rothfuss observó que se podía escudriñar aún más en la obra original. Así pues, la reelaboró, incorporando unas 15.000 palabras nuevas y contando con ilustraciones de Nate Taylor. Esto es importante tenerlo en cuenta, para que el lector piense que no se trata de una mera reedición de «El árbol del relámpago», sino de una versión expandida pero diferente a la recogida en Canallas.
Bast se muestra aquí cual fauno retorciendo su labia y carisma, con el fin de lograr trueques con los infantes de la localidad de Newarre (el perspicaz Kostrel, la pequeña Viette, el desacreditado Rike…): consejos, soluciones a problemas y venganzas a cambio de secretos, comida o favores en la colina del árbol del rayo. Todo ello estructurado, con diálogos naturales, a base de capítulos que corresponden a momentos del transcurso de un único día.
Y siguiendo la mencionada doctrina heraclítea del cambio, este nuevo volumen muestra también muchos paralelismos con otra obra de Rothfuss: La música del silencio (Plaza y Janés, 2014), la cual se centraba en la joven Auri y sus obsesiones durante siete días. Y si La música del silencio era un libro rara avis (y no una continuación de la historia de Kvothe), en El estrecho sendero entre deseos nos encontramos casi con las mismas teclas. Digo casi pues ambos libros actúan de forma diferente aun buscando un mismo propósito: si en La música del silencio no había diálogos y apenas acción, aquí Rothfuss construye lentamente un conmovedor rompecabezas de diálogos, de jugadas con las palabras y emociones, permitiendo explorar la figura de Bast y su naturaleza mágica, pese a que no se resuelvan muchas de las incógnitas ya planteadas en El nombre del viento (2007) y El temor de un hombre sabio (2011).
Con todo, El estrecho sendero entre deseos tiene el sello Rothfuss: la riqueza narrativa, la abundancia de detalles y la poesía se hallan intrínsecas en cada párrafo y frase, usándolas para abordar el maltrato infantil, la búsqueda de conocimiento, el deseo o la autoexigencia.
En verdad, no cuenta casi nada nuevo el escritor con esta obra, pero está tan bien llevado todo que, aunque vuelva a las mismas aguas narrativas, consigue embelesar al lector. Y eso solo lo consigue la buena literatura.
Además, si El estrecho sendero entre deseos es el empuje que necesita Patrick Rothfuss para volver a escribir más (teniendo presente sus problemas de salud), démosle una fuerte y nueva bienvenida, deleitándonos con el sibilino candor de Bast.
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Autor: Patrick Rothfuss. Título: El estrecho sendero entre deseos. Traducción: Gemma Rovira Ortega. Editorial: Plaza & Janés. Venta: Todos tus libros.
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Con este tenía mis dudas. El primero me encantó. El segundo me decepcionó y me pareció que el autor tenìa problemas para desarrollar la historia. Este que acaba de publicarse no es el tercero de la serie. Es una cuña o, quizás, una coña.
Como tenìa mis dudas, he ido a la librerìa y lo he estado hojeando y leyendo algún pasaje. Cuál es mi sorpresa al ver que es un librito breve con letra grande y lleno de ilustraciones. Una nimiedad de libro, vamos, a un precio super caro. Algunos autores tienen el síndrome del recaudador. Mi decisión ha sido no comprarlo. Antes se decía “a robar a la vìa”, ahora es “a robar a un ministerio”.
Mi conclusión es que el autor no diseñó el mapa de una historia completa y que le salió un primer buen libro pero sin un plan de futuro. El segundo ya fue un tanto forzado y al tercero no le encuentra el camino que encaje con el resto de la historia. Mientras, está sacando cuñas o coñas para recaudarle el pecunio a los lectores. Resultado: decepción.
Me extraña bastante que Zenda lo recomiende, la verdad.