A veces pasa. Que quisiera uno cambiar de profesión después de leer un libro. Y eso a mí me sucede siempre con los de Eduardo Martínez de Pisón, que quisiera uno ser geógrafo para ver lo que él ve, aunque a uno también le va quedando claro que lo que él ve no es lo que ven todos los geógrafos. Me pasó con el que dedicó en 2012 a la relación con el paisaje de los autores de la generación del 98, Imagen del paisaje; con el posterior, de 2017, La montaña y el arte, donde explora los retratos montañeros que ha dejado no solo la literatura, sino la música y la pintura; y me ha sucedido ahora con este, volcado en la escritura y más allá de la generación del 98 y Ortega. Aparecen en él, por supuesto, los Unamuno, Machado, Azorín, Ortega y Baroja, retratistas, pero no solo, de la montaña; pero también muchos otros autores, pertenecientes a otras literaturas, a través de los cuales se aproxima a otras miradas al paisaje, centradas ya en el desierto, ya en el volcán o, incluso, en el hielo.
Así, a través de sus páginas, nos asomamos a paisajes insólitos como el de El mundo perdido, de Arthur Conan Doyle, al río del Siddharta de Hermann Hesse o a los bosques de Giono o Buzzati. Difícil decir algo nuevo del mar, después de la Odisea, pero Edgar Allan Poe lo hizo en su Gordon Pym, con el que puso en el mapa de la literatura el puerto de Nantucket, que después recuperaría Hermann Melville con el resultado de todos conocido. Y están también, en fin, una abundante nómina de autores y paisajes que no puede uno más que consignar para que cada uno se acerque a este libro en busca de su favorito: la llanura, el lago, la isla, el campo, el jardín o incluso la ciudad; Loti, Thoreau, Defoe, Delibes, Chéjov, Baroja.
Porque de nuevo las partes que a quien esto firma más le han gustado han sido las dedicadas a los autores que Martínez de Pisón ya glosó en 2012 pero de los que, sin embargo, ha sacado brillos nuevos y alguna feliz sorpresa, la de un Pedro de Alarcón que, apartado del canon, reaparece aquí con firmeza como “el primer autor en nuestra lengua en abordar literariamente el paisaje de la alta montaña alpina”. Aquí se ve cómo estos autores han hecho al paisaje —entendido como territorio más cultura— y cómo el paisaje les ha hecho también a ellos; cómo ya poco queda de lo que comenzaron en la literatura actual —la excepción es Julio Llamazares— y cómo su mirada impregnó sus escritos más allá de los textos explícitamente dedicados al territorio. A este respecto, ilustrativo es Paz en la guerra, de Unamuno y de 1897, que Pisón disecciona en las primeras páginas, mostrándonos lo mucho que hay en él de lo que ahora llaman nature writing, y que supone, tal vez, una de las primeras respuestas a la llamada que en 1886 hiciera Giner de los Ríos en su artículo “Paisajes” al proclamar aquello de “rompamos […] los vínculos de la servidumbre cortesana y vayámonos al campo”.
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Autor: Eduardo Martínez de Pisón. Título: Atlas literario de la Tierra: Paisajes de palabras. Editorial: Fórcola. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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