Cierren los ojos e imaginen: una niña afroamericana de ocho años es atacada por un hombre. A la pregunta “¿quién te ha hecho esto?”, la pequeña, aún conmocionada, responde: “Ha sido él, el novio de mamá.” El violador es juzgado y condenado: solo cumple un día de condena en la cárcel. A su salida recibe una paliza y muere. Siempre se ha sospechado que detrás de aquel ajuste de cuentas estuvieron los tíos de la muchacha.
Pero volvamos a su mutismo. La pequeña Maya se niega a hablar durante años, aunque su vecina y profesora, la señora Flowers, la seduce cada día con unas humeantes galletas y la introduce en el universo mágico de su biblioteca: los ciento cincuenta y cuatro sonetos de Shakespeare, todos los cuentos góticos de Edgar Allan Poe, los huérfanos victorianos de Dickens… pero sobre todo poesía. Cuenta la leyenda que Maya Angelou devoró todos y cada uno de los tomos de poesía de aquella cueva de Alí Babá para bibliófilos.
Cuando decidió volver a hablar, cinco años después… hablaba poemas.
Su cerebro se había amoldado al ritmo de los versos y se expresaba con tal desenvoltura y elocuencia que nadie nunca más dudó que era, tal y como la habían descrito durante un lustro, “just idiot”.
Maya escribió varias autobiografías. Nunca antes una mujer afroamericana se había colocado como personaje protagonista de ninguna narrativa. Su enigmático primer título, Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado, nos empuja a preguntarnos cuál es el secreto que guardaba aquella sonrisa cósmica, antigua como el agua o como la Pachamama.
Me inspiré en aquella dura anécdota en mi novela Aquitania para trazar la personalidad del personaje de Eleanor de Aquitania. En el libro, una Eleanor niña es igualmente forzada con ocho años por familiares de su peor enemigo. Su tío Raimond de Poitiers ejecuta allí mismo a sus agresores. Eleanor, horrorizada, deja de hablar al pensar que sus palabras matan.
La Eleanor histórica sí que sufrió a lo largo de su vida la eterna amenaza de ser tomada a la fuerza como medio de hacerse con su dote, el inmenso y rico ducado de Aquitania. En 1152, con apenas treinta años, recién conseguida la inédita nulidad matrimonial con su primer marido, el rey de Francia, Eleanor sufre dos intentos de rapto y violación por el camino de regreso a Poitiers. Del primero, planificado por el conde Teobaldo de Blois, nos cuentan las crónicas que “unos ángeles avisaron a la comitiva de la duquesa que Teobaldo el Tramposo tenía la intención de raptarla y hacerla su mujer a la fuerza”. Pocos días después consigue huir de una emboscada en Port-de-Piles. Un joven de dieciséis años, Godofredo de Anjou, pretende también forzarla.
Curioso que un par de meses después el frustrado violador se convirtiera en su cuñado, ya que Eleanor eligió casarse con su hermano, Enrique Plantagenet, futuro rey de Inglaterra. Pero esa ya es otra historia…
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