El de Palestina es el último gran conflicto de la era colonial que aún hoy sigue sin resolverse. El sionismo surgido de los pogromos —los saqueos, linchamientos y matanzas contra la publicación judía en Rusia, Ucrania y otros territorios— que tuvieron lugar a finales del siglo XIX y principios del XX derivó en la creación del estado de Israel. El antisemitismo que se vivió en Europa durante ese periodo de nuestra historia trasladó el problema a otro continente. En el periodo de entreguerras, los israelitas consiguieron el primer gran apoyo para su causa, el de Reino Unido, y a los pocos años obtuvo la adhesión de su máximo patrocinador —económico e intelectual—: los Estado Unidos. En Palestina (Capitán Swing), Rashid Khalidi —tataranieto del alcalde de Jerusalén, que fue uno de los primeros en alertar, en 1899, sobre la amenaza que suponía para su pueblo la formación en su territorio de una nación hebrea— relata cómo han sido los cien años de colonialismo y resistencia a este proceso.
Los capítulos de esta obra están dedicados a las diferentes declaraciones de guerra —hasta seis—, que Khalidi identifica en su libro. El ensayo comienza con una introducción en la que nos presenta a Theodor Herzl, el padre del estado de Israel, que justificó a principios del siglo XX la inminente emigración judía con los mismos argumentos que usaban los estados colonizadores: «Será su bienestar, su riqueza individual, lo que acrecentaremos al aportar la nuestra«. El autor identifica la Declaración Balfour como el primer acto bélico del conflicto. Esta proclamación fue realizada en un momento terrible para los países de Oriente Próximo, que habían combatido en su mayoría al lado del Imperio Otomano en la I Guerra Mundial, y vieron sus tierras colonizadas por los británicos. La Declaración Balfour concedía la representatividad del territorio a un 3% de la población frente al 96%. Comenzaba a articularse la gran mentira: antes de Israel no había nada ni nadie en Palestina. Los palestinos se convirtieron en extranjeros en su propia tierra. En 1936 el ejército británico mató, encarceló y expulsó al 17% de la población masculina tras los levantamientos árabes, y en 1948 las tropas israelíes terminaron el trabajo de represión expulsando a la mitad de la población. El sionismo realizó una limpieza étnica después de haberla sufrido ellos mismos en Europa solo unos años antes. Había una narrativa que debía imponerse sobre tres puntos: los palestinos no eran una nación; la llegada de los judíos serviría para impulsar y mejorar el país; y el sionismo no era colonial, sino anticolonial. Pero los israelíes no se conformaron con lo obtenido y en 1948 conquistaron por la fuerza de las armas ciudades como Jaffa, violando de esa forma la resolución de la ONU, algo que se convirtió desde entonces en algo habitual. Los palestinos comenzaron a acostumbrarse a un sentimiento que los rompe por dentro, el desarraigo. Además tuvieron que soportar las aspiraciones territoriales de su vecina Transjordania —actual Jordania— y la falta de un apoyo sólido y unánime de la comunidad árabe. El duro y difícil viaje que han tenido que recorrer hasta nuestros días les ha tocado hacerlo en soledad, y también en una profunda y devastadora división interna.
Durante los años 50, la postura moderada de Egipto permitió a Ben-Gurión seguir con su política bélica como única forma de negociación. Comenzó entonces el gran castigo para una de las zonas más atacadas por Israel, Gaza, de donde salieron los líderes de los nuevos partidos políticos, como Fatah, la OLP, y los que surgieron más tarde y que dieron cobijo e impulsaron a los grupos terroristas, como la Yihad islámica y Hamas. La Guerra de los Seis Días, que enfrentó a Egipto e Israel en 1967, tuvo funestas consecuencias para Palestina, que recibió otro duro golpe con la Resolución 242, que terminó de apuntalar los límites territoriales impuestos por los sionistas gracias al poder de su ejército. Comenzó entonces una guerra sucia con asesinatos llevados a cabo por el Mossad, los servicios secretos de Israel, como el del periodista Ghassan Kanafani, y secuestros y ejecuciones sumarísimas como las de las Olimpiadas de Múnich realzadas por Septiembre Negro, una facción de la OLP. A partir de los años 70 el conflicto se extendió al Líbano y se generó una narrativa compuesta por acuerdos de paz —convertidos en papel mojado—, atentados, muros, campos de refugiados y miseria extrema. El sionismo, un siglo después de la Declaración Balfour —nos explica Rashid Khalidi en su ensayo—, ha conseguido uno de sus objetivos: que la dimensión bíblica de su lucha oculte el carácter colonial de su ocupación; pero también ha fracasado en otro: pensaban que los palestinos huirían del nuevo estado y, sin embargo, cada vez hay más y pese a su división siguen ejerciendo con fuerza la resistencia.
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Autor: Rashid Khalidi. Título: Palestina. Editorial: Capitán Swing. Venta: Todostuslibros
como consigo el libro ?
Está en las librerías de España. Puedes verlo en el enlace de Todostuslibros.com y también en la página web de la editorial. https://capitanswing.com/libros/palestina/
No puede tener 1 siglo de lucha porque los arabes, autodenominados palestinos unicamente desde 1967, son jordanos.
Los palestinos, tanto los cristianos como los musulmanes, no creen contradictorio ser árabe y palestino. Es como ser belga y europeo.
Sr. Santamaría: lo mínimo, en un conflicto, sobre todo si tiene una larga historia detrás, es dar la versión de la otra parte, que las hay, no solamente la versión partidista de una sola parte. Por lo menos, hay que aportar un análisis, que los hay, equidistante. En este tema y en este país, solamente se publicita una sola versión. Siempre. Incluso los medios. En el resto de Europa es diferente. No voy a entrar a analizar los fallos de su argumentación. Son muchos y sería inútil, a fondo perdido. Sobre todo en un país como el nuestro en el que todavía perviven las ancestrales tendencias antijudías. El libro hay que leerlo, no lo discuto. Pero hay que leer también otros muchos sobre el mismo tena y muchas versiones diferentes, muchos puntos de vista. Y formarse un juicio personal, no unas conclusiones ya masticadas y deglutidas que adolecen de un sectarismo muy acentuado.
Saludos corduales.
Es inatacable lo que usted dice, pero le recomiendo una tercera versión que suele desconocerse: la de la nueva generación de historiadores israelíes como Ilan Pappé y Shlomo Sand. A mí me han hecho replantearme todo.
Por supuesto, sr. Wales, estoy de acuerdo. La mejor de las críticas es la autocrítica sincera. Y hay que tener valor para hacerla, un par de. Siento decirle que yo todavía no he visto nunca autocrítica de verdad en la otra parte. Y hay mucho que censurar, patiendo del ya famoso pero olvidado eslogan «judíos al mar». Creo que este conflicto solamente es superable desde el diálogo y la comprensión. Faltan ambos. Yo solo veo odio e incomprensión.
En realidad, no hacen autocrítica, sino Historia, que es su oficio. No le falta razón en que hay poco de eso en el otro lado.
Samir Kassir, «La tragedia de ser árabe». Hay edición española. Una autocrítica en toda regla.