Eran las ocho de la mañana del 20 de julio de 1923, hace un siglo, cuando Pancho Villa salió de su hacienda del Canutillo, en Durango, con destino a Parral, Chihuahua, para celebrar una fiesta familiar. Le había dicho a su chófer que él iba a manejar el imponente Dodge en el que se movía y así lo hizo. Salió de la finca y condujo despreocupado avanzando por la Calle Benito Juárez, hasta que llegó a una curva en la calle Gabino Barreda, donde bajó la velocidad debido a un gran charco de agua y lodo. El motor guardó silencio desacelerando. En ese momento, un grupo de hombres que se habían ocultado en una casa frente a la curva le salieron al paso. Ya no volvió a escucharse el motor del Dodge, sino una sucesión interminable de detonaciones de rifles M-40 y M-50 y revólveres calibre 44, 45 y 50, que acribillaban a los pasajeros del automóvil. El general Pancho Villa quiso reaccionar pero fue inútil. Lo alcanzaron 16 disparos causándole la muerte. Acababa de cumplir, el 5 de junio, 45 años de vida y apenas trece desde que el general Abraham González, jefe del maderismo en Chihuahua, lo invitara a incorporarse a la Revolución, designándolo como su escolta personal. José Doroteo Arango Arámbula, Pancho Villa, tenía 32 años y la mitad de su vida la había vivido a salto de mata. Hijo de medieros de una hacienda (gente que rentaba la tierra al hacendado para sembrar a medias con él), Pancho quedó huérfano de padre muy joven. Nunca tuvo una educación formal y siendo aún adolescente vivió de bandolero social de poca monta, echado al monte por la persecución y la opresión del régimen porfirista que gobernaba México desde finales del siglo XIX y comienzos del XX. Dice el historiador Pedro Salmerón, uno de los que más en profundidad han estudiado su vida, conocimiento que ha plasmado en su excelente libro La División del Norte (Booket Paidós), que el propio Villa contaba que se había enemistado con la ley porque no le había hecho justicia cuando unos desalmados abusaron de su hermana, anécdota que nunca ha podido ser confirmada. Lo cierto es que desde 1901 buscó salir de esa vida de forajido trabajando de albañil, arriero, criador de gallos finos y escolta de la plata de las minas que llevaban a las estaciones de ferrocarril, y así adquirió experiencia dirigiendo a gente, afinando su habilidad en el mando de pequeños grupos, tejiendo una red de amistades por todo el suroccidente de Chihuahua. Fue un jinete infatigable; espléndido tirador de pistola y carabina; un hombre carismático que se ganó fácilmente a la gente, cualidades que lo hicieron triunfar cuando fue jefe revolucionario y caudillo. También era perfectamente abstemio y no tomaba ni un trago. Pero no sólo eso, sino que trataba de que sus hombres no bebieran. Se pueden contar anécdotas de que, Pancho Villa, retorciéndose el bigote, llegaba a la barra de una heladería y pedía una malteada de fresa porque era fanático de las fresas en todas sus formas: batidos, helados, fresas con crema, pasteles. También se le acusó de violador, pero John Reed, hostigado por sus editores, le preguntó a Villa sobre ese tema. Y entonces el Centauro del Norte lo miró largamente y dijo: “Usted ya tiene mucho tiempo con nosotros, amiguito. ¿Conoce usted a un padre, un hermano o un amigo de alguna mujer que yo haya violado?” Y luego, pensativo, agregó: “¿O un testigo o alguien?” Pancho Villa, como jefe revolucionario de la División del Norte (de 1913 a 1915), sostiene Salmerón, prohibió el saqueo y condenó la violación con pena de muerte. «Soldado en la División del Norte acusado con pruebas de violación es fusilado y punto», asentaba la orden villista. Así que Villa no fue ni saqueador, ni violador, ni borracho, como apunta su leyenda negra. Lo que sí es cierto, como pudo comprobar Salmerón, fue su odio y encono con toda clase de autoritarismo y con los hacendados. Como dice Salmerón, «las dos palabrotas contra las que se levantan en armas miles y miles de mexicanos y mexicanas en 1910 y, sobre todo, en 1913, se pueden reducir a dictadura y latifundio. Es decir, al abuso político y a la falta de libertad. Por un lado, a la persecución política, y por el otro, al despojo de la riqueza de los pueblos y la concentración de la riqueza en muy pocas manos a costa de la pobreza de las mayorías». Ese odio al hacendado y al dictador llevan a Villa a identificarse con Gustavo I. Madero y luego a acoger a los maderistas en las filas de la División del Norte, cuando Carranza no los quiere. Y según Salmeron «a dar sentido a una visión de democracia que es muy claramente democracia popular municipal, y que luego, en conferencia con el zapatismo, se traduce en la idea de la democracia casi directa y la democracia parlamentaria. Se vincula así con la mejor parte del maderismo, representada por Felipe Ángeles, por Federico González Garza, por Roque González Garza, que Villa lleva a la presidencia interina». Por otro lado, Villa busca la destrucción del latifundio y el reparto agrario, y lo primero que hace como gobernador de Chihuahua es confiscar los bienes de la oligarquía mediante decreto, un decreto muy poco conocido del 12 de diciembre de 1913. Finalmente está el mito de la invasión villista a Columbus, Nuevo México, Estados Unidos, que representa la reivindicación de la soberanía mexicana, pues Pancho Villa entra allí con un propósito político muy claro, expresado en manifiestos previos que dicen: “Estados Unidos quiere doblegar al gobierno de México y someterlo a sus designios. Esa época ya se acabó. México es un país soberano”. Todo un símbolo que permanece en México, donde los retratos de Villa, junto a Emiliano Zapata, siguen colgando en cantinas, cafeterías, restaurantes, talleres mecánicos y habitaciones de estudiantes. Como dice Salmerón, hay muchas calles en México llamadas Álvaro Obregón, pero fotos suyas no encuentras en ninguna parte.
AUTORITARISMO Y LIBROS DE TEXTO
En México se hacen libros de texto como si fueran fanzines. Se quiere educar a millones de niños bajo el criterio de unos cuantos ideólogos como si de una página web se tratara, bajo el dictado de unos influencers con ínfulas de autoridad porque el Gobierno les ha nombrado en cargos que se les quedan tan chiquitos que los tienen que hacer valer a fuerza de tuits y no por medio de procedimientos ya establecidos y consensuados por decenas de profesionales responsables. Es, en resumen, lo que ha denunciado la investigadora del Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav), Alma Maldonado, quien ha criticado, como muchos otros especialistas de la educación, los procedimientos de la Secretaría de Educación Pública (SEP) en la reelaboración de los libros de textos en la por ellos así llamada «Nueva Escuela Mexicana», donde se ha procedido a editar dichos libros sin consultas y sin siquiera contar con unos programas de estudio que fuesen elaborados con la participación de especialistas en cada materia. Por ello y con toda razón jurídica, la jueza tercera de distrito en Materia Administrativa de la Ciudad de México, Yadira Elizabeth Medina Alcántara, dictó el pasado 29 de junio una “Audiencia incidental por exceso o defecto en el cumplimiento de la suspensión definitiva” para la elaboración, edición e impresión de los libros de texto gratuitos, tanto de primaria como de secundaria, para el ciclo escolar 2023-2024, que fue dictada el pasado 25 de mayo. Dicho en claro, ordena que se suspenda la edición de los libros de texto al entender «que existe incumplimiento a la suspensión definitiva, pues en todo caso, las autoridades Titular de la Secretaría de Educación Pública, del Titular de la Subsecretaría de Educación Básica, del Titular de la Dirección General de Materiales Educativos y Directora General de la Comisión Nacional de Libros de Texto, dentro de sus facultades, tenían la obligación de implementar algún mecanismo que permitiera: a) publicar programas en el Diario Oficial de la Federación y b) [que] la impresión de los libros de texto se realice conforme a los programas y planes que sean aprobados, con las formalidades legales respectivas: escuchar la opinión de las autoridades locales educativas, diversos sectores de la sociedad, organizaciones como la quejosa [organizaciones de profesionales demandaron paralizar la edición al comprobar que era una chapuza] y posteriormente, la publicación en los medios de difusión respectiva, a saber en el sitio web, como lo establece el artículo 113, fracción IV de la Ley General de Educación”. Ante estos hechos, el funcionario de la SEP responsable de estos libros, un tal Marx Arriaga, respondió haciéndose la víctima: “¡Ya entiendo! ¿Según la élite, qué no somos lxs maestrxs? No somos ilustradores, no somos científicos, no somos académicos, no somos pedagogos, no somos especialistas… ¿Disculpe usted Dra, pero cómo podemos servirle? ¿Como sus esclavos, sus obreros, su capital humano, sus votos?”. El mártir añadió que ellos no negocian “con caraduras, con cínicos, con transas”, que ellos se deben al “pueblo bueno silenciado, olvidado; a los oprimidos”, a lo cual Maldonado respondió contundente: “Ay @MarxArriaga. A mí la verdad sí me da mucha pena que no entiendas la responsabilidad que tienes como funcionario público: hacer los mejores libros posibles. Lamento tu desprecio a los y las expertas en didácticas específicas. O al trabajo de ilustradores profesionales.” Y agregó: “No entiendes @MarxArriaga. Lxs maestrxs NO son ilustradores de libros. Es una actividad profesional que requiere experiencia y estudiar diseño o área afín. Si critico sus ilustraciones no desdeño su esfuerzo ¡estudiaron p/otra cosa! Al contrario. Lo que tú haces es pura demagogia». A partir del allí el director de Materiales Educativos respondió a un mensaje que ni le dirigían a él, pero que aprovechó para irse contra los “progres”, la “élite”, y los “especialistas”, como califica a los expertos en educación, quienes dijo que “están listos para arrodillarse ante empresarios” con “la esperanza del huesito y regresar los beneficios perdidos”, pero “sin arrimar el hombro y proponer algo”. Cuestionó que sean del Sistema Nacional de Investigadores, y los llamó a ir a normales y telesecundarias y que él les paga el camión. El problema que encendió al funcionario es que la investigadora escribió en su cuenta de Twitter que el tema de los libros de texto gratuito era escandaloso, pues en su elaboración no habían pasado por una obligada revisión de expertos ni por ilustradores profesionales. Es decir, han hecho un un fanzine queriéndolo pasar por libro de texto. Y que no se enoje el señor Arriaga. Chapucero.
¡CÁLLESE, SEÑOR PRESIDENTE!
La Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) confirmó que el presidente Andrés Manuel López Obrador debe abstenerse de realizar pronunciamientos sobre temas electorales, como determinó el Instituto Nacional Electoral. Los jueces confirmaron por unanimidad la tutela preventiva emitida por la Comisión de Quejas y Denuncias del INE en contra del titular del Ejecutivo, a fin de mantener los principios de imparcialidad y neutralidad, ya que don Andrés, en su conferencia matutina del 26 de junio pasado, descalificó por enésima vez a los partidos de la oposición y mostró su apoyo al partido Morena, su partido, cuando estamos en vísperas de un proceso electoral muy importante como es el de elegir presidente de la república. El INE le llamó al orden como garante de equilibrio y mesura institucional, cosa de la que adolece el mandatario, y precisó que el presidente de la República ya había emitido pronunciamientos vinculados con temáticas electorales en las conferencias matutinas del 27 de marzo, 19 de abril, 9, 11, 15 y 24 de mayo, motivo por el que ya se le había conminado a ajustarse a los parámetros constitucionales. Por ello se dictaminó, como corresponde en toda democracia que se respete y respete las reglas del juego legal y democrático, que el titular del ejecutivo federal se abstenga de emitir manifestaciones, comentarios, opiniones o señalamientos sobre temas electorales, de forma que cuide que su actuar se ajuste a los principios de imparcialidad y neutralidad que le marca (como una orden) la Constitución. Y ahí sí ya se alborotó el gallinero, pronunciándose en contra de esa determinación, como si la vida les fuera en ello, el director del Centro de Producción de Programas Informativos y Especiales, el coordinador general de Comunicación Social y vocero del Gobierno de la República y el mismísimo presidente de la República, quienes impugnaron ante la Sala Superior. El Tribunal Electoral, no obstante, determinó que la medida consistente en una abstención de pronunciarse sobre temas electorales se justifica en el posible riesgo de afectar los principios constitucionales de los procesos electorales, aun cuando estos no hubiesen comenzado. Pero como don AMLO no se calla ni debajo del agua, cabreado expresó que es «un tiempo decadente» en cuanto a la información en México por el papel de los medios (¿qué chingaos tendrán qué ver los medios en este asunto?), los cuales, acusó, están sometidos al poder económico. Y así, en este plan, don AMLO, quien dispone de teatro abierto desde el amanecer, se quejó lloriqueando que lo querían silenciar, y en su berrinche amenazó con aparecer con una cinta pegada a la boca. «Me quieren silenciar, no quieren que yo hable. ¿Dónde queda la libertad de expresión? ¿Y el derecho a la réplica? ¿Y el derecho a disentir?», cuestionó. ¡Cállese, señor presidente! No ve que no solo se lo ordena la justicia, sino que se lo pide el pueblo, harto de tanto ruido y grilla barata. Acabáramos.
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