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Pandemia en cuarentena

Pandemia en cuarentena

Cuando a los libros a los que no se les puede pedir un final se les exige una última frase que les ponga cierre y valga como colofón, no está de más dar con una frase que contenga bastante dosis de verdad y algo de osadía, ni que sea para dejarnos pensando en ella durante un rato, el suficiente para reconocer que más allá de la retórica hay un modo de entenderse con el mundo afín a la elección de la lectura que uno acaba de concluir. “Literatura, filosofía, literatura: creo que no es un mal resumen de la vida.” Esa es la que elige Gonzalo Maier (Talcahuano, Chile, 1981) como punto final a su particular aventura biográfica.

El plan no puede ser más sencillo, casi un juego de ortodoxia oulipiana en el que la premisa limitadora se condensa en las palabras que dan inicio a los distintos capítulos del libro —32, no cuarenta, también como travesura para romper las expectativas—, eco obligado del título Cuando cumplí cuarenta, que Maier reconoce, si sale bien, como la mitad de la vida. ¿Y qué le pasó al autor de Otra novelita rusa, Leer y dormir, El libro de los bolsillos o Material rodante, todos ellos libros de engañosa brevedad donde se da cita la mejor literatura con las mejores armas para afrontarla? Pasó la vida, Santiago de Chile se llenó de polillas, tuvo un hijo, se le metió en la cabeza que debía probar el vino Château d’Yquem (originario de la finca de Montaigne, hoy propiedad del imperio Louis Vuitton), compró una casa, se hizo un seguro de vida, se quitó de encima unos cuantos complejos, se le empezó a caer el pelo, leyó un enjundioso ensayo sobre la bragueta de armar, quiso comerse un hotdog en toda regla, confirmó que hay cosas que se aprenden y no se olvidan, empezó a ver películas como si leyera libros, compró un cortaplumas, descubrió el consuelo raro de las plantas, releyó a Goethe, recordó a Heráclito, oyó una voz —sólo una— en la noche y, también cuando cumplió cuarenta miró una tormenta desde las alturas. Esa era la premisa; el resto es el silencio de la literatura, cuando el mundo pasa dentro de nosotros porque alguien ha elegido traspasarnos el testigo de las palabras y dejárnoslas para que concluyamos nosotros el proceso que se inició en la mente del escritor.

"Gonzalo Maier conoce las limitaciones de la existencia, por eso es partidario de la literatura como forma de conocimiento y de vivir, como una entretención, como la más grande herencia de la modernidad"

Un día habrá que hacer recuento de las cosas que dejó la pandemia. Hubo un tiempo en que creíamos que después de la dictadura franquista, salvado el velo censor, iban a aparecer obras maestras olvidadas en los cajones de la decencia o indecencia moral de la época, pero no fue así. Lo que apareció lo hubiese hecho de todos modos (de hecho, las imprentas del otro lado del Atlántico acogieron muchas de esas piezas que parecían destinadas a permanecer envueltas en un halo de misterio y omisión). No fue el caso. Ya se estudió el asunto. Los frutos de la pandemia están por ver, pero algunos ya han sacado la cabeza y se obcecan en permanecer con nosotros más allá de aquel tiempo ominoso, infausto y aciago, así, todo a la vez, que lo habrá que echar al olvido la que nos cayó. No es una exageración siciliana, de las que refiere Maier a veces, no. Aquello fue serio, y ahí seguimos, con la alerta encendida y el teléfono rojo a punto de ser utilizado. Gonzalo Maier conoce las limitaciones de la existencia, por eso es “partidario de la literatura como forma de conocimiento y de vivir, como una entretención, como la más grande herencia de la modernidad. Lo digo en voz alta y baja, creo sinceramente que Swift y Cervantes y Bolaño y Murdoch y Coetzee y Lispector no han escrito sólo novelas, sino exploraciones humanistas, obras de arte, tratados sobre la vida, que es casi lo mismo que la muerte solo que bastante mejor. Para qué vivir, por qué, cómo. La gran literatura puede lo mismo que la gran filosofía. Esas novelas me gustan como ejemplos, como casos de estudio, como faros morales, como pasatiempos y belleza pura.” Razón: Cuando cumplí cuarenta, capítulo 9, pág. 52. Son los ‘me acuerdo’ particulares de Gonzalo Maier, ese escritor que hace grande todo cuanto toca.

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Autor: Gonzalo Maier. Título: Cuando cumplí cuarenta. Editorial: Minúscula. Venta: Todos tus libros.

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