Eslava Galán ya nos había sorprendido con las tres anteriores entregas, hermanas de la aquí presente, en las que analizaba la Primera y la Segunda Guerra Mundial, así como la Historia del Mundo, contada a ese ejército cada día más numeroso de escépticos que no terminamos por dar credibilidad a lo que relatan los libros forjados en uno y otro bando. Esta vez es el turno para la tan traída y llevada Revolución Rusa. No en vano, durante los primeros meses del 2017, se cumple el primer centenario de aquellas huelgas y motines de Petrogrado, así como del regreso de Lenin —con el que Eslava Galán ajustará cuentas a lo largo de estas páginas, calificándolo de dogmático, intolerante, manipulador, cruel e indiferente al sufrimiento ajeno— del exilio, con recibimiento triunfal incluido.
Hace ya unos cuantos años que los historiadores (García de Cortázar es un buen ejemplo de ello) llevan a cabo su trabajo utilizando, sin escrúpulo alguno, técnicas propias de la ficción narrativa. Tratan así de interesar al lector desde la primera línea, administrando la información de que disponen, no atosigándole con datos, fechas, nombres y demás elementos un tanto mareantes. Eslava Galán, como excelente novelista que siempre ha sido, maneja a la perfección las fórmulas necesarias para lograr que lo didáctico y lo instructivo se convierta en el condimento necesario para que los datos históricos sean mucho más digeribles. El gen lúdico del autor, siempre presente en sus relatos, en todos sus conocidos ensayos, contrarresta el posible tedio de un género necesitado de nuevas fórmulas, de un tratamiento más novedoso para ir ganando adeptos. Ya en el primer capítulo, cuando apenas ha arrancado su libro, Eslava Galán, al hablar de sus conocimientos sobre este asunto en el pasado, no tiene inconveniente en reconocer su dificultad para distinguir entre los dos Marx más famosos: Karl y Groucho.
A lo largo de este casi medio millar de páginas asistimos a la lectura de dos diferentes libros que se complementan a la perfección: de un lado, las páginas convencionales de la obra, y, por otra parte, los más de tres centenares de notas a pie de página, que se revelan como un libro en la sombra en el que el autor no se dedica tan sólo a completar y ampliar la información que nos ofrece. A través de estas notas, de obligada visita para el lector, conocemos, por ejemplo, detalles aparentemente insustanciales, como el hecho de que la ensaladilla rusa —¡quién lo iba a decir!—, que no se parece en nada a la nuestra, fuera creada hacia 1860 por Lucien Olivier, chef del restaurante moscovita Hermitage; y, junto a ello, pormenores sobre otros asuntos de más hondo calado como todo lo relacionado con la hemofilia, heredada por la zarina Alejandra de su abuela, la reina Victoria del Reino Unido y que la esposa de Alfonso XIII transmite al heredero de la corona española. Para los más curiosos, Juan Eslava concluye su larga nota apostillando que “la Casa Real española se ha librado ya de esa lacra al renovarse con las sangres genéticamente irreprochables de doña María de las Mercedes, Marichalar, Urdangarín y Letizia”.
La obra de Eslava Galán es, sin renunciar nunca a sus típicas bromas, a esos comentarios que mueven incluso a la carcajada y que hacen más agradable y amena la lectura, de carácter científico, y así lo testifica la amplia y bien seleccionada bibliografía en la que no falta nuestro Chaves Nogales junto a los clásicos e ineludibles estudiosos de la Revolución Rusa, como Reeves, Knox y Price. Amén de fotografías en color y blanco y negro (no conviene perderse la instantánea de la ficha policial de Lenin, o aquella otra en la que aparece disfrazado de obrero en la estación Razliv, en la que con la ayuda de sus rasgos asiáticos tiene todo el aspecto de un auténtico sacamantecas), mapas, cuadros sinópticos, etc.
Especial atención merecen los capítulos dedicados a los inicios de la Revolución, con la presencia, entre real y ficticia a través de la herencia del cine, del acorazado Potemkin, así como aquel otro en el que Rasputin (nos recomienda pronunciar acentuada la “u”), “el monje loco” acaba sus días de manera trágica, cosido a tiros y ahogado después en el río, hasta convertirse en un cadáver exquisito. El autor sabe, sin embargo, que lo que el lector está esperando con impaciencia es que se le cuente, con pelos y señales, el final del zar y de toda su familia, que no por sabido resulta menos espeluznante. Eslava va retrasando el momento, ofreciendo, desde el principio, ciertos detalles, como una especie de aperitivo para lo que luego se convertirá en una gran bacanal sangrienta. Una ejecución que, nos aclara, no fue, como se pretendía, ni limpia ni rápida, sino una auténtica chapuza llevada a cabo por verdugos del tres al cuarto. El capítulo de las ejecuciones es escalofriante, y también conmovedor. Nada edificante, ni siquiera tratándose de un tirano que vio, con total pasividad, cómo su propio pueblo se moría de hambre. En una de las notas a pie de página, Eslava va más allá y nos ofrece los nombres y los apellidos de quienes integraron el piquete que se ensañó con los Romanov. Poco antes, todo eran escenas familiares repletas de ternura y felicidad: la vida en los distintos palacios, los inocentes juegos de las niñas que de ningún modo podían sospechar el destino que les aguardaba a la vuelta de la esquina. Y junto a ellas, el zar Nicolás II, Nicky, al que en su vertiente infantil le encantaba el tiro y la equitación, los paseos fluviales y el tenis, los desfiles y la fanfarria, “aficiones que quizá merecieran un par de hostias bien dadas, pero que en ningún caso justifican su ejecución por los bolcheviques”. Que quede claro.
Autor: Juan Eslava Galán Título: La Revolución Rusa contada para escépticos.. Editorial: Planeta. Venta: Amazon y Fnac
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