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‘Parte de ausencias’, de Alejandro López Andrada

‘Parte de ausencias’, de Alejandro López Andrada

Alejandro López Andrada es un poeta y narrador nacido en Villanueva del Duque, Córdoba, en 1957. Es autor de poemarios como El Valle de los Tristes (1985), Los pájaros del frío (1999), La tierra en sombra (2008), Las voces derrotadas (2010) o El horizonte hundido (antología poética, Hiperión, 2017). Ha recibido premios como el Hispanoamericano Rafael Alberti, el Nacional San Juan de la Cruz, el Ciudad de Salamanca o el Andalucía de la Crítica. También es autor de más de una docena de novelas, entre las que destacan El libro de las aguas (2007), adaptada al cine por Antonio Giménez Rico, y Los perros de la eternidad (2016), Premio Jaén de Novela. En cuanto a su labor de ensayista, es autor de la trilogía del mundo rural, compuesta por los libros El viento derruido (2017), Los años de la niebla (2018) y El óxido del cielo (2021), todos ellos editados en Almuzara. Como autor de literatura infantil, ha publicado dos libros El país de Violeta (1990) y El bosque del arco iris (1996). Dedicado a la creación literaria, actualmente reside en Córdoba capital. Presentamos una selección de textos de su último libro de poesía publicado, Parte de ausencias (Hiperión, 2022).

***

HERENCIA

Medimos la estructura del silencio
que cae sobre la tierra.
No ha llovido, y hoy repartimos nuestra soledad,
la parte azul de nuestros antepasados,
lo que nos liga aún a su memoria.
Serena y reconforta
percibir la paz que arrastra el aire. En las colinas,
debajo de las nubes,
se cimbrean siluetas y alambradas. Como ardillas,
igual que hicieron antaño nuestros padres, sorteando la pobreza
y la fatiga,
salimos al campo a recolectar las flores del orégano
silvestre, la avena loca, el trigo, las gramíneas
segadas por el viento,
y compartimos, entre las malvas, la fraternidad,
la límpida textura del amor que envuelve este lugar lleno de ruinas.

***

ÁNIMAS

Los difuntos no morían del todo.
Aunque estuvieran relativamente lejos y su alma
descansara bajo un nicho
o alguna tumba gris, nunca se iban. De alguna forma
no solían marcharse
del todo de la casa y seguían vivos. Sus ojos
eran lámparas de aceite en el anochecer,
cuando los niños
volvíamos sudorosos de la calle para la cena. En el comedor
se bendecía la mesa y un olor de col hervida
agriaba los pasillos. Vibraba en las estancias silenciosas
en esa hora un resplandor genuino
de velas estremecidas por el viento que del corral llegaba
con el frío. Al fondo, en la humedad de la cocina, la vida oscurecía
en los pucheros, sobre el mantel de hule. Y los visillos
de la ventana humilde se irisaban
rozados por el halo de las sombras y la respiración de los espíritus.

***

LAGARTIJAS

Hay un altar de piedra
en la espesura,
en medio de una ermita abandonada.
Llego hasta él
cruzando un laberinto
de espinos, madreselvas y avellanos.
Dos lagartijas corretean felices
por el tocón de un olmo hecho pedazos.
La luz se crucifica
en el altar
como si fuera la hija de un dios triste
que hoy vuelve a disolver nuestros pecados.

***

PRIMER AMOR

No volveré a adentrarme en los caminos de aquel verano
de lagartos y sed. Pero si persevero
en lo amarillo de las colinas,
aún puedo ver la piel
del cielo desflecado entre las jaras y los escaramujos.
Abandoné
la casa hace una hora con sigilo
en busca de su aliento sin saber
en qué rincón hallarla. Las libélulas
muerden la brisa. El campo huele a miel y a moras agridulces.
Por el margen
de la vereda subo sorteando, desnudo, las adelfas. Arden mis pies
pisando los guijarros incandescentes. Muy dentro,
en la espesura, me recibe: sus brazos
son dos cañas de maíz en las que se refugia mi niñez.

***

SOLO

Se han comido el silencio
las hormigas.
Las últimas chicharras del verano
taladran los cimientos de la luz. Lleno de harapos,
sobre las colinas,
como un mendigo ocre ha muerto el sol.
Todos se han ido: el cielo,
las alondras,
los niños que chillaban enloquecidos
hace un instante apenas
en la ladera. Del campo va adueñándose un rumor
de muselina. Cruzo la arboleda
completamente solo.
Huyen los pájaros. Ya nadie queda aquí, en mi corazón.

—————————————

Autor: Alejandro López Andrada. TítuloParte de ausencias. Poemas del éxodo ruralEditorial: Hiperión. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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Julio Borromé
Julio Borromé
2 años hace

Qué buen poeta. Hallo en sus motivos y en sus imágenes memorias de dónde vengo. En esta tierra mía tan distante de aquella tierra del poeta, florece la flor del orégano, lagartijas y difuntos. La poesía es un milagro en esta casa común, que es la memoria.

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