Siempre se dice que hacer reír es lo más complicado de todo. Cada uno tiene su propio sentido del humor, y lo que a algunos les parece hilarante, a otros les despierta sólo una leve sonrisa y a otros más una absoluta indiferencia. Pero con el terror sucede algo muy parecido. Mantener el clímax adecuado, asustar en el debido momento o crear la atmósfera enfermiza perfecta exige el mismo esfuerzo que la comedia.
Para ello, echa mano de los personajes de su obra anterior y los introduce en un escenario totalmente diferente. No es en absoluto una segunda parte de nada sino una obra por completo autónoma. Empuja al protagonista, Daniel Lonces, a su familia y a un puñado de desventurados a una vorágine de casas encantadas, fantasmas, dientes parlantes, asesinatos y suicidios misteriosos.
La trama se desarrolla de forma rápida, con capítulos muy cortos en los que ningún personaje queda a salvo de la imaginación del autor para provocarles sufrimientos sin fin. La lectura se vuelve cada vez más ágil sin que el lector se dé ni cuenta, haciendo honor a su conocido “ritmo cinematográfico”. Prescinde de florituras literarias y descripciones barrocas, y el uso de un lenguaje sencillo y natural hace que la entrada en la historia sea fluida y sin retroceso posible.
Es de destacar el tratamiento descarnado con el que autor trata el siempre delicado tema del suicidio, con una mirada honesta a la vez que cruel y despiadada, así como también el abordaje del acoso escolar, con avisos y recomendaciones a las administraciones sobre los fallos del sistema en la atención de sus víctimas.
Y, como en toda obra de terror que se precie, hay unos cuantos giros argumentales, indispensables para crear una atmósfera cada vez más malsana en una novela de estas características. Hay que lamentar, tal vez, el abuso de los flashforwards, esas frases que, sin ninguna necesidad, informan al lector de lo que sucederá unas páginas más adelante, saboteando esos plot twists que hubieran sido sorprendentes de no haber sido publicitados.
Para terminar, la obra es completada por el humor negro de Jasso, una seña de identidad propia que siempre ayuda a relajar al lector después de alguna escena de alta intensidad. Un leve descanso hasta el siguiente susto, lo cual siempre es de agradecer. No pasan por alto las referencias metaliterarias del autor al reflexionar sobre cuál es la mejor manera de documentarse para escribir sobre el terror y si eso le conduce a entrar en dinámicas enfermizas, lo cual narra a caballo entre la introspección y el humor.
En resumen, una novela entretenida, con momentos espeluznantes (a destacar las apariciones de la mujer desmadejada) y unos claros homenajes a Stephen King y a Clive Barker que harán las delicias de los incondicionales del autor y de aquellos que lo pasan bien pasándolo mal.
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Autor: David Jasso. Título: La casa de los cien escalones. Editorial: Obscura. Venta: Todos tus libros.
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