Foto de portada: (c) Alfredo Ardanza Trevijano
La vida de Pau Mateo da para una novela intensa y cargada de emotividad. En su infancia perdió a su madre biológica, y durante su juventud padeció depresión y ansiedad. Quiso estudiar medicina, pero no consiguió ser admitido en ninguna universidad española; tiró de coraje y se marchó a hacer la carrera, ni más ni menos, que a Lituania. De vuelta a su país tuvo que volver a emigrar rumbo a Italia para poder ejercer. En su nuevo destino vital, Piacenza, un misterioso virus, procedente de China, empezó a hacer estragos en la nación transalpina.
Pau prefirió evitar la «Bildungsroman» y se decidió por un libro de no ficción en el que repasa sus pesquisas hasta lograr su objetivo de realizar el juramento hipocrático. Esta obra tiene el mismo título que su canal de Youtube, Diario de un MIR, en el que acumula miles de seguidores con sus vídeos, algunos con tantas reproducciones —casi medio millón ya— como el que le dedicó al presidente de México, AMLO.
Hablamos con Pau Mateo de salud mental, de vacunas, vocaciones inquebrantables y de los aplausos durante la pandemia.
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—Usted es de los que no se rinde. Cae y se vuelve a poner en pie al segundo. ¿Cuántas facultades de medicina le rechazaron?
—Realmente todas. Todas las facultades de medicina de universidades públicas en España no me aceptaron porque no había pasado la nota de corte.
—Viajó hasta Lituania para estudiar y a Italia para trabajar como médico. Ha hecho usted un master en resiliencia.
—Digamos que una de las cosas que más miedo me da en la vida es quedarme con las ganas. No quiero llegar a la tumba con la sensación de “¿y si lo hubiese hecho?”
—¿Se puede ejercer la medicina sin vocación?
—Muchos lo hacen. Y sin empatía también. Hay todo tipo de médicos, y no por ello peores. Sin embargo, en mi visión personal de la medicina son necesarias tanto la vocación como la empatía.
—¿Es justo el examen MIR? ¿Debería cambiar? O ya puestos, ¿desaparecer?
—Creo que debería pasar por una metamorfosis. Actualizarse. Llevamos desde los años 80 con un tipo de examen muy parecido y creo que ya es hora de que la prueba aprenda a discriminar y a ordenar de manera más correcta a los médicos. Hay muchas vocaciones que se quedan por el camino del MIR.
—¿Cuánto ha sacrificado para convertirse en médico?
—No sabría cuantificarlo. Pero lo que puedo decir es que ha merecido completamente la pena y que volvería a hacerlo sin pensarlo dos veces.
—Usted tuvo depresión y ansiedad en su adolescencia. ¿Afrontamos ahora los problemas de salud mental con mayor naturalidad?
—Creo que aún nos queda mucho camino por recorrer. Deberíamos poder hablar de ello sin problemas y sin tabúes. No hacer sentir raras a las personas que padezcan una enfermedad mental. Deberíamos hablar de depresión como hablamos de hemorroides.
—¿Cómo convencería a un joven con problemas como los suyos para que solicité ayuda profesional, para que vaya al psicólogo?
—Le diría que no está solo y que muchas personas como él han estado en esa situación. Que existen personas expertas en ayudarle a salir de la situación, o mejor dicho, a digerirla o a aprender a vivir con ella. Y que por muy oscura que parezca la situación, como decía Batman: “siempre es más oscuro antes del alba”
—Después del COVID, ¿Ha cambiado a mejor o a peor el concepto que tenemos de los médicos y sanitarios?
—Yo creo que no ha variado, pero lo que me da pena de verdad son aquellos aplausos a las 20:00 de la tarde, donde los sanitarios éramos los héroes del pueblo (realmente, seguimos siendo los mismos que fuimos y seguiremos siendo los mismos) y que ahora que necesitamos el apoyo del pueblo del que fuimos héroes parece que nos han olvidado.
—¿Por qué hay antivacunas?
—Porque hay personas que no creen en el método científico, en la ciencia y porque prefieren pensar que vivimos en algún tipo de novela de ciencia ficción. Ah, y porque hay muchas personas que ganan inmensas cantidades de dinero difundiendo información falsa.
—Tiene 5 minutos para explicar a los antivacunas la necesidad de las vacunas.—
—¿Quieres llegar a la edad adulta? Vacúnate.
—¿Dónde se formaron todos los especialistas en virus que aparecían en los programas de televisión durante la pandemia? ¿Qué opinión le merece César Carvallo?
—Prefiero no contestar
—¿Son necesarias las mascarillas en exteriores? ¿Y en interiores? ¿Recomienda seguir llevándolas?
—Creo que es importante no olvidar que el virus sigue entre nosotros, que podemos seguir contagiándonos y que a las personas más frágiles hay que protegerlas.
—¿Hay algo peor que un turno de noche en urgencias?
—¡Muchas cosas! La noche en urgencias tiene un olor especial, es un buen momento para ver de qué estás hecho. Echo de menos las urgencias de noche, la verdad.
—¿Cómo gestiona la frustración ante un diagnóstico terminal de uno de sus pacientes? ¿De qué manera asume que no podrá hacer nada por salvarle?
—Aún estoy aprendiendo a lidiar con ello. Como médicos hacemos un juramento, el juramento hipocrático, en el que prometemos acompañar a nuestros pacientes hasta el último respiro. Por lo tanto, un buen médico no es sólo el que salva vidas, sino el que acompaña en los últimos días al paciente, para ayudarle a morir con dignidad.
—Va a ser cirujano torácico. Ahora extirpará tumores de pecho, como el que se llevó a su madre biológica. ¿Se ha cerrado el círculo?
—Aún estoy formándome para ser cirujano torácico, si todo va bien en enero del 2026 contaré con mi especialidad. La vida da muchas vueltas, a veces te lleva a sitios que no esperabas. El estar tan de cerca con el cáncer de pulmón, el poder hacer operaciones que den una oportunidad curativa a estas personas es realmente gratificante. Seguramente mi destino era este pero yo no lo sabía.
—Su padre ha escrito un hermoso prólogo a su libro: «Cuando Pau le robó al Mediterráneo un tenue beso de ceniza, empezó su nuevo camino por la vida». Quizás debería animarle a que él también escriba su propio libro.
—Tendré que proponérselo. La verdad es que ha escrito un prólogo perfecto para el libro. Estoy muy orgulloso de él.
—Finalizamos. ¿Va a escribir más libros?
—Si Harper Collins me propone más libros, por qué no. Ha sido una experiencia muy bonita y un gran trabajo introspectivo.
El dolor emocional en algo se parece al dolor físico: es un síntoma, una señal, de que algo no está equilibrado. Cuanto antes se reconozca, analice, diagnostique y trate… mayor será la probabilidad de sanar. – Tanto en lo físico como en lo emocional, un dolor puede volverse crónico al ser ignorado… y agravarse hasta ser incurable.
Del mismo modo que el estilo de vida de hoy nos lleva a comer en exceso, con el consiguiente riesgo de desarrollar diabetes, obesidad, enfermedades cardiovasculares… lo mismo sucede en el plano emocional con el estrés crónico, las exigencias desmedidas, la dificultad para poner límites, la sobreadaptación: todo esto nos lleva a padecer, en mayor o menor medida, depresión, sentimiento de inadecuación, baja autoestima, desánimo y necesidad de evadirnos por medio de adicciones o compulsiones. – Por eso del mismo modo en que cuidamos nuestro cuerpo deberíamos cuidar nuestra mente, sin avergonzarnos ni creer que tener emociones negativas es vergonzante, o una señal de «debilidad».