Charlar con Paz Velasco de la Fuente, aunque solo sea por unos minutos, es lo mismo que abrir una ventana al conocimiento y a la verdad. Hoy tengo la suerte de poder compartir con todos vosotros esta entrevista a una de las criminólogas más reconocidas del país, jurista especializada en personalidad psicopática y delitos violentos, con máster en documentoscopia, grafística y falsedad documental, además de pertenecer a la Sociedad Española de Criminología y Ciencias Forenses y ejercer como conferenciante internacional.
—Paz, no sabes la cantidad de información útil que he adquirido para escribir mis próximas novelas después de leer Homo Criminalis. Con este último libro has vuelto a demostrar que eres una de las criminólogas mejor formadas y más acreditadas de nuestro país. Pero, ¿cómo nace el interés y la curiosidad por una materia tan singular? Es decir, ¿qué lleva a una persona a dedicar toda una vida al mundo de los delitos violentos y la criminología?
—Conocer todas las aristas de la maldad, que son muchas. Alejándome del concepto teológico y religioso, hoy queda demostrado que la maldad no reside en el alma, sino en el cerebro, y esto se puede demostrar científicamente. Gracias a la neuroimagen, que nos permite identificar cómo procesamos las emociones y qué partes del cerebro están implicadas, es posible ver la maldad en una fotografía, es decir, ya se ha logrado “mapear el cerebro de los psicópatas”. Hay muchos tipos de maldad, muchos grados, muchos matices, y en la gran mayoría de las ocasiones se esconde detrás de una amable sonrisa o una mirada enamorada, porque la maldad se viste con piel humana. Crímenes a sangre fría, madres que asesinan a sus hijos, homicidas sexuales… todos ellos ocultan, tras su fachada compensatoria de normalidad, a un ser malvado. Por supuesto, hemos de obviar a aquellas personas que llegan a cometer algunos delitos muy violentos debido a determinadas patologías mentales, pero matan mucho más los cuerdos que aquellos que consideramos locos. Intencionalidad, planificación, gratificación sexual, sadismo, crueldad… Ahí está la maldad, en hacer daño a los demás porque sí, porque quiero, porque puedo. Una de las cosas que nos hace humanos es el libre albedrío para decidir entre el bien y el mal, pero no viene en nuestros genes ser buenos o malos, no hay un determinismo a ser malvado. Tenemos genes para propensiones del temperamento, para la agresividad, para la insensibilidad ante el sufrimiento ajeno, y si los tienes reúnes una serie de criterios biológicos que acercan a los humanos al concepto filosófico de maldad, pero no hay genes de la maldad. Debemos entenderla como el fruto de complejas interacciones entre predisposiciones biológicas, factores sociales y factores ambientales. Y eso es lo que me apasiona, encontrar y tratar de entender esas interacciones.
—Homo Criminalis se centra en la criminología actual. De hecho, el título que encontramos en la portada es El crimen a un clic: Los nuevos riesgos de la sociedad actual. ¿De qué manera está evolucionando el crimen en el siglo XXI? ¿Cómo pueden las redes sociales y la tecnología convertirse en una herramienta para hacer el mal?
—Como especie, hemos ido evolucionando hasta convertirnos en lo que somos hoy en día. Y esta evolución afecta al Homo Sapiens en todos los ámbitos: sociales, personales, económicos, políticos, ideológicos, tecnológicos, etc. El delito y los delincuentes también se han ido adaptando a la modernidad, puesto que ha surgido una nueva escena del crimen: Internet. A través de Internet muchas personas abren puertas que en la vida real no abrirían, y esto puede llegar a tener fatales consecuencias. Ya se puede hablar del “homicidio por Internet”, es decir, aquellos crímenes que se cometen cuando la víctima y el agresor han interactuado online, y la red es su punto de encuentro. Lo creamos o no, una parte importante de nuestra vida transcurre en Internet, y el desplazamiento de nuestras actividades, nuestros intereses y nuestra intimidad al ciberespacio ha favorecido el surgimiento de nuevos delitos. Hemos ido normalizando conductas lesivas, dañinas y a veces muy peligrosas que ya no se llevan a cabo en lugares físicos, sino en un espacio virtual intangible en el que todos nosotros, de un modo u otro, estamos presentes. Las nuevas tecnologías e Internet están en constante evolución y han transformado algunos de nuestros comportamientos, como la forma de comprar productos, la de realizar transacciones económicas y bancarias, la forma de estudiar y de trabajar, nuestro tiempo de ocio, la comunicación con otras personas e incluso la forma de enamorarse o de ligar. Y también han transformado la forma de delinquir, ya que los delincuentes se han adaptado a este nuevo entorno delictivo aprovechando las nuevas oportunidades que ofrece. Y es que Internet es un lugar virtual, donde se pueden llevar a cabo muchos delitos, incluso un asesinato. Imaginemos que alguien puede tener acceso al programa informático que regula la medicación de un paciente. ¿Qué ocurriría si esa persona cambiara la dosis habitual por una que fuese letal? Probablemente, que la nueva dosis se administraría al paciente, porque es lo que dice su historial médico, al que se supone que nadie externo al centro hospitalario tiene acceso. La tecnología nos ha cambiado y lo ha cambiado todo, incluso la criminalidad y la delincuencia. La escena física se vincula casi siempre a un solo agresor o delincuente, pero hoy tenemos una nueva escena del crimen que utilizan miles de individuos y además al mismo tiempo. En esta nueva escena no hay interacción personal o física entre las potenciales víctimas y el agresor, sino un contacto online, un contacto impersonal. Aparecen nuevos delitos que solo se pueden cometer a través de Internet y otros que, aunque ya existen en el espacio físico, se adecuan a este nuevo escenario y que afectan a muchos de nuestros derechos y a nuestro patrimonio.
—Incluso se acuñan nuevos conceptos, como el ciberacoso.
—Un nuevo espacio para delinquir, como es Internet, supone que algunos delitos se adapten a este nuevo espacio virtual y que también nazcan otros nuevos: Ciberacoso, happy slapping, sextorsión, sexting, grooming, cyberbullying, online harassment, etc. Y por supuesto, también surgen nuevos perfiles de delincuentes, como los i-predators, groomers, hunters, loopers… Este tipo de delitos y delincuentes forman parte de los cibercrímenes sociales, o ciberdelincuencia intrusiva, que es aquella que ataca y vulnera bienes personalísimos y derechos fundamentales como el honor, la intimidad, la propia imagen, la libertad sexual o en el caso de los menores, la indemnidad sexual. No olvidemos que Internet se ha convertido en el medio idóneo para llevar a cabo venganzas anónimas, ya que además de ser el mayor patio de juegos del mundo, es el único lugar donde podemos ser quien queramos en el momento que queramos, teniendo diferentes identidades.
—Hace apenas unos días disfrutamos de tu colaboración en el programa Horizonte, junto a Iker Jiménez, que trató sobre el horrible caso de las tres mujeres asesinadas recientemente en la comunidad valenciana. Las investigaciones no parecen llegar a una conclusión tajante que pueda asegurar que los tres homicidios sean obra de un mismo autor ¿Cuál es tu opinión al respecto? ¿Crees que podemos estar ante la posible actuación de un asesino en serie?
—Lamentablemente, en este momento ya son cuatro víctimas, y todas las hipótesis están abiertas. Un asesino en serie es aquel sujeto que mata a dos o más personas en momentos temporales diferentes, de modo que entre un crimen y el siguiente hay un periodo de inactividad en el que este criminal vuelve a su normalidad psicológica (periodo de enfriamiento). Además, los asesinatos se llevan a cabo en diferentes lugares geográficos y hay un patrón, así como un mismo modus operandi. Pero el modus operandi está formado por muchos elementos, no solo por la forma de matar a la víctima. No son muchos los datos de que disponemos, y me parece muy coherente que así sea, del mismo modo que creo que no se debe ser alarmista y considerar que inequívocamente estemos ante un asesino múltiple. Se puede barajar esta hipótesis, por supuesto, pero también debemos tener en cuenta cuáles son los elementos diferenciadores entre los crímenes, y no solo las similitudes. Creo que debemos ser muy cautos a la hora de afirmar de modo tajante cualquier conclusión al respecto, porque esto puede generar una alarma social innecesaria.
—Sin embargo, España está por debajo de la media europea, con una tasa del 0,66%, de modo que no llega a los 400 homicidios al año. ¿A qué puede deberse esto? ¿Cuáles son los factores para que un país pueda aumentar o disminuir su tasa de homicidios?
—Son muchos los factores que influyen en el nivel de criminalidad violenta de un país. Debemos partir de la idea de que no es que las personas de determinados países con altos índices de delincuencia sean más violentas. Son las condiciones y factores socio-económicos y políticos los que terminan influyendo en los índices de criminalidad, así como el acceso a las armas, la corrupción en diferentes ámbitos o la permisibilidad e impunidad de determinadas conductas violentas que llegan a normalizarse, como ocurre con países como Brasil, México o Colombia.
—En todo caso, ¿hay respuesta para la típica pregunta de si el asesino en serie nace o se hace?
—Nadie nace siendo un asesino, no existe el determinismo criminal, no existe el “criminal nato” que defendía Lombroso. Sin embargo, sí podemos hablar de una determinada predisposición biológica (neurológica, genética y psicológica), a la que deben sumarse otros factores como los ambientales (entorno), familiares y sociales. Los homicidas múltiples secuenciales o asesinos en serie psicopáticos, son los depredadores más peligrosos del planeta, pero estos no nacen siendo asesinos en serie. Se hacen a sí mismos a lo largo del tiempo, y la génesis de su conducta criminal reside en las fantasías que comienza a elaborar y a nutrir desde la infancia. El crimen y la conducta delictiva es multifactorial. Genética, biología, psicología, entorno familiar, educación, ambiente, oportunidad y cómo interactúan todos estos factores entre ellos y en qué grado, influyen en el destino de un sujeto para que se termine convirtiendo en un asesino en serie. Por lo tanto, el “cóctel criminal” está formado por factores neurológicos, psicológicos, una predisposición genética a la violencia y una infancia traumática. Biología más factores sociales y entorno. Lo que nos falta en este cóctel es saber “cuánta biología y cuanto entorno” debe mezclarse para que surja un depredador mortal.
—¿Recuerdas algún caso que te haya marcado de forma especial a la hora de estudiarlo? ¿Tratar continuamente la parte más oscura del ser humano puede llegar a provocar cierto pesimismo o desazón?
—Puedo darte tres nombres, todos ellos de la segunda década del siglo XXI, y españoles, porque nosotros también tenemos “lo nuestro”: María Ángeles Molina, Angie; Ana Julia Quezada y Patrick Nogueira, el asesino de Pioz. He investigado los tres casos muy detalladamente, incluso asistiendo a algunas sesiones de los juicios, y creo que sus crímenes suponen un punto de inflexión en la historia negra y criminal de nuestro país. Lamentablemente, no tenemos nada que envidiar a los criminales norteamericanos, que si bien nos ganan por “cantidad” estamos a la par en “calidad”. Ver el lado oscuro, casi poder tocarlo, te hace ser consciente de lo frágiles que somos todos nosotros. Y digo casi poder “tocarlo” porque cuando entrevisto a algunas de las asesinas de nuestro país que están cumpliendo condena solo nos separa un cristal. Tratar de entender el crimen violento desde un punto de vista racional es imposible, y por eso trato de entenderlo desde el punto de vista criminológico, analizando todos los elementos y todas las características del crimen cometido, y escuchando a sus autoras.
—En Homo Criminalis, uno de los conceptos que más me ha llamado la atención es el de «psicopatía corporativa», precisamente porque estoy convencido de que la mayoría de los que nos están leyendo la han experimentado a lo largo de su trayectoria laboral, ¿no es así?
—La gran mayoría de psicópatas no son aberrantes asesinos en serie, de hecho son una excepción en nuestra sociedad. La gran mayoría de psicópatas están en nuestro entorno, pasan absolutamente desapercibidos, y sus formas de hacer daño no son físicas, sino emocionales, materiales o profesionales. Todos ellos tienen algo en común, tanto los criminales como los funcionales: su falta de empatía, su incapacidad para establecer relaciones afectivas verdaderas con los demás y una ausencia absoluta de remordimientos y sentimientos de culpabilidad. Algunas personas no se tienen que esforzar para ganarse nuestra confianza, debido a la posición que ocupan en la sociedad: un médico, un abogado, un asesor de inversiones, un político o un ejecutivo de banca. Y esto en ocasiones lo pagamos muy caro. Algunos de ellos utilizan su profesión y su situación privilegiada como medio para satisfacer sus necesidades personales. Hablamos de los psicópatas funcionales (integrados o subclínicos), aquellos hombres y mujeres que llegan a la cima sin usar la violencia y que suelen ser un peligro invisible. He conocido algunos muy peculiares, y además con un éxito considerable: jueces, abogados, policías, un par de CEO, periodistas, incluso algún escritor. Pero su secreto está a salvo conmigo. Más que nada, por mi propio bien. La psicopatía corporativa es un fenómeno contemporáneo que se originó en los 90, ante la creciente inestabilidad y competitividad que surgió en diferentes ámbitos profesionales, sobre todo en los negocios. Este concepto hace referencia al comportamiento desviado en el lugar de trabajo, llevado a cabo por psicópatas en posiciones de liderazgo, que pueden llegar a causar pérdidas de miles de millones, además de los efectos negativos que tienen sobre los trabajadores. Pero los psicópatas fallan en tres ámbitos del liderazgo: a) en la forma en cómo tratan a las personas que trabajan con ellos; b) las dificultades que tienen para trabajar en equipo y c) el problema que supone para ellos compartir sus ideas con otros.
—Me consta que eres una lectora empedernida, y estoy convencido de que te has cruzado con alguna novela policíaca o de género negro mal documentada o con fallos en los procesos policiales. Yo sí lo creo, pero prefiero que me respondas tú: ¿piensas que Homo Criminalis es una lectura recomendada para todo aquel que se dedique a escribir o crear historias donde haya homicidios?
—Jamás recomendaría mi libro a un escritor de ficción, porque ellos tienen un don: la magia de crear historias capaces de hacernos sentir diferentes emociones, incluso quitarnos el sueño. Simplemente, puede servir para perfilar bien a un personaje, para crear una escena ritual o para saber cómo y dónde debe abandonar el cadáver de una de sus víctimas, teniendo en cuenta si el asesino tiene un trastorno antisocial de la personalidad con rasgos psicopáticos o es un psicótico. Un asesino en serie, hasta el momento que comete su primer crimen, tiene una historia de vida que hay que saber presentar y enlazar con su criminalidad serial: selección de la víctima, conductas post mortem, sadismo, firma, simbolismo, fantasías, etc. En el caso de las novelas donde hay asesinatos que están vinculados al crimen organizado es importante conocer las peculiaridades de esos criminales, porque como explico en Homo Criminalis, hay diferentes tipos de sicarios, y esto se debe a factores de socialización, de entorno y de personalidad.
—Ya sabes que llevo siguiéndote la pista desde hace varios años a través de tu blog Criminal-mente, que dio origen a tu primer ensayo, titulado también Criminalmente: La criminología como ciencia. Tu primer libro alcanzó la proeza, ojo, de superar la séptima edición en ventas, una locura tal y como está el mercado editorial. ¿Cómo es posible que funcione tan bien un ensayo sobre criminología? ¿Es posible que parte de los lectores, no todos, pero sí parte de ellos, solo vayan buscando el morbo que envuelve el mundo de los asesinos en serie?
—Creo que ha funcionado bien, no solo por el contenido sino por la forma de contar algo que nos fascina: la mente de los asesinos múltiples, porque Criminalmente es un retrato de la criminalidad más violenta: el asesinato. Gran parte del conocimiento que la sociedad tiene de este tipo de asesinos múltiples, en concreto de los asesinos en serie, lo obtiene del cine, la literatura, el true crime y en los últimos años, de series de televisión como El alienista, La mantis o Mindhunter. El imaginario popular, junto a la idiosincrasia propia de los crímenes seriales, crean una serie de mitos que generan una especie de fascinación e incluso de admiración por la ambigüedad que presentan los asesinos en serie. De una parte su lado seductor, y por supuesto su faceta criminal. A grandes rasgos, los asesinos en serie nos fascinan porque alimentan nuestro morbo, nuestros miedos, todo aquello que está prohibido y que es la representación del mal, pero que nos permite sentirnos seguros porque creemos que jamás nos encontraremos con uno de ellos. Aunque quizás la verdadera razón por la que nos llegan a fascinar es porque sabemos que no somos como ellos y son incomprensibles para nosotros. Y todo aquello que somos incapaces de comprender nos atrae como seres racionales. Buscamos respuestas. Respecto a la creación de una macabra cultura de celebrities, en los 90 los asesinos en serie ya estaban más que arraigados en la cultura popular, pues se convirtieron en fuente de entretenimiento para la sociedad norteamericana: televisión, prensa, películas, libros, documentales… Había cromos, postales, e incluso clubes de admiradoras. En 1998, David Harker asesinó, desmembró y se comió partes del cuerpo de su víctima. Las cocinó con pasta y queso. Uno de los psiquiatras que habló con él le preguntó si se había inspirado en el personaje de ficción Hannibal Lecter. Su respuesta fue: “La gente como yo no proviene de las películas. Las películas provienen de personas como yo”.
—Al irme a la cama, con la luz apagada y antes de dormir, me pongo los cascos y escucho muchos de los podcasts que grabas para el blog Criminal-mente. Dime que tienes pensado grabar alguna otra nueva temporada, por favor.
—Sí, habrá nueva temporada a partir del mes de septiembre de 2021. Ya tengo una lista de 16 casos, aunque he de darle vueltas, porque solo me puedo quedar con 12. Solo tengo unos pequeños resúmenes, y diferentes títulos que cambio cada semana. Pero todo está, como siempre, en uno de mis cuadernos. No creo que sepa exactamente cuántos tengo, porque los guardo todos.
—Un millón de gracias por tu tiempo, Paz. Ojalá la normalidad que tanto echamos de menos vaya recuperándose poco a poco y que los festivales vuelvan a unirnos pronto. Pero antes de despedirme y desearte toda la suerte del mundo con Homo Criminalis (aunque a la vista está que no la necesitas), me gustaría saber si hay algún proyecto que tengas entre manos del que nos puedas adelantar algo.
—Hay algo relacionado con un true crime, tengo varias agendas llenas de notas, post-its, esquemas y colorines para un próximo proyecto literario y cinco festivales de novela negra a los que acudir a partir del mes de junio. What else?
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