La editorial Nube de Tinta (Penguin Random House) acaba de publicar la primera inmersión en la ficción juvenil de Pedro Mañas. Mañas, licenciado en Filología Hispánica, es un conocido autor de novela infantil. Suyas son la célebre saga literaria Moztruos (editada recientemente por SM), de la que se esperan próximamente nuevas entregas, Anna Kadabra (Destino), Frida McMoon (Bruguera) o Las princesas dragón (SM).
¿Puede el lobo feroz cambiar? ¿Todos tenemos un lobo dentro? Parecen ser las preguntas que el autor ha enarbolado a la hora de enfrentarse a esta dura ficción. La novela, narrada en primera persona, sumergerá al lector en los entresijos de un instituto de barrio, donde las dinámicas que se crean en torno al acoso al más débil han ido mutando generación tras generación. De este cambio en las formas de acoso se hace eco en esta ficción Mañas, que desvelará página a página las circunstancias de un adolescente y de los lobos que le rodean.
Zenda se reúne con Mañas en la sede de su editorial para conversar sobre literatura, sobre miedo y acoso, sobre lobos y monstruos. Conversamos con Pedro Mañas sobre caretas e imaginación, sobre sus inicios literarios y el origen de sus historias.
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—¿Todos tenemos un lobo dentro?
—Todos tenemos un lobo dentro, esa es la tesis de la novela: que, aunque es más fácil empatizar y ponerse en el lugar de la víctima, en el fondo todos tenemos esa doble vertiente de víctimas y de monstruos. Todos somos en algún momento el monstruo para alguien, ya sea porque somos directamente agresores, por complicidad y sobre todo por encajar. Somos capaces de hacer lo peor, de causar dolor por formar parte de algo.
—¿También usted tiene un lobo dentro?
—Sí. Absolutamente. Algunos de los acontecimientos de la novela, incluso, ¡he sido el protagonista del lado oscuro! Escribirla me ha obligado a bucear en ese pasado y darme cuenta de que tengo mucho más de lobo de lo que imaginaba.
—Su protagonista dibuja lo que no se atreve a expresar con palabras. ¿Qué hace usted para expresar lo inexpresable?
—También dibujaba. Eso tiene mucho que ver con el personaje, es un modo fantástico… o al menos para mí fue un modo fantástico de conectar con la gente a la que temía. El dibujo, y en general cualquier expresión artística, te otorga cierta aura de respetabilidad. Ahora lo que no puedo expresar con palabras en la vida diaria lo expreso con la literatura, con mis palabras pensadas, reflexionadas a través de la literatura. Yo me pongo muy nervioso en las charlas en directo. Pero la literatura, esa cosa pensada, me da ese espacio de libertad para fabular y para expresar.
—¿Por qué eligió la primera persona a la hora de narrarnos la historia del lobo?
—Surgió así. Hubo varios intentos de cambiar la primera a tercera persona, incluso de alternarlas. Pero finalmente me pareció que conectaría mejor no solo con los lectores juveniles, sino yo mismo con el protagonista, escribiéndolo desde su punto de vista.
—Está describiendo un ambiente muy opresivo, muy hostil, de los institutos. ¿Cómo creó literariamente ese ambiente? ¿Está inspirado en algún escenario real, en alguna situación real?
—Tiene que ver con mi propia experiencia, pero también me he documentado gracias en parte a mis sobrinos, ¡que son una pila! (tengo ocho sobrinos). Ellos me han hecho rememorar ese ambiente opresivo que en general puede ser cualquier instituto, cualquier centro escolar, para el que sufre. También me han actualizado un poco en el sentido de cuáles son actualmente los mecanismos de acoso, cómo funcionan las relaciones entre ellos, qué es tener éxito en su grupo… así que a ellos les debo gran parte de la documentación de la novela.
—Jacob —el protagonista de la novela— se transforma paulatinamente en lobo. Incluso se hace con un antifaz o careta del personaje que ha creado. ¿Dónde encuentra usted la careta para afrontar el día a día?
—Intento, cada vez más, desprenderme de la careta y ser honesto con quien soy y quien he sido. Es verdad que siendo autor y habiendo rebasado los 40 muchos esperan que uno tenga esa respetabilidad, esa opinión formada, esa capacidad de opinar sin dudar. Yo no soy así. Confieso cada vez más que aparte de un lobo llevo un niño dentro, y me resisto a dejar de ser el niño que soy: sincero, honesto… tal y como me siento, y así trato de mostrarme.
—¿De dónde surgió la historia?
—La idea de escribir la novela surgió a raíz de una amable invitación de Penguin Random House, de la editorial Nube de Tinta, pero la historia en sí en realidad ha ido dejando un rastro en toda mi literatura infantil, aunque en un nivel menos grave: la figura del personaje torturado, solitario, no solo acosado, sino que vive con miedo, ha ido traspasando todas mis novelas infantiles. Me parecía que era el momento de darle protagonismo y explicar su historia de una manera más seria, sin recurrir a mis dos grandes pilares, el humor y la fantasía (aunque un poco de fantasía sí hay en esta historia), y bueno, ha sido un cambio de registro, pero, en el fondo, para volcar una idea que ya llevaba tiempo en mi cabeza.
—¿Qué supone este título dentro de su trayectoria?
—Un salto mortal. El cambio de registro me ha obligado a desarrollar una voz nueva, a no apoyarme en recursos típicos de la literatura infantil. Espero que sea un camino que me lleve más lejos. Espero que esta sea solo la primera de muchas novelas juveniles, porque, aunque ha sido un proceso realmente terrorífico (y sigue siéndolo, porque ahora se lanza al mundo y con las redes sociales enseguida se reciben opiniones y feedback), aun así, literariamente lo he disfrutado mucho. Espero que sea no un punto de inflexión, porque no quiero dejar la literatura infantil, pero sí otra senda abierta.
—Trata temas como el acoso o la transfobia con absoluta naturalidad, a través de los ojos de un niño. ¿Cómo consiguió construir esa mirada?
—Estaba pensando que fue gracias a mis sobrinos. En realidad creo que son temas que se deben tratar con naturalidad. Me parece que simplemente con ponerme en primera persona, con utilizar esa primera persona… todo surgió de modo natural porque es el medio que nos rodea hoy día. Así que no fue un gran esfuerzo.
—¿Cómo llegó a la escritura?
—Por casualidad. Siempre digo que fue por casualidad, porque supongo que, al mismo tiempo, estaba preparándome, siendo un gran lector de niño, escribiendo, dibujando cómics, haciendo historietas en la última página de mi cuaderno, como mi protagonista. Pero realmente a la escritura profesional llegué gracias a un certamen de la editorial Anaya al que me presenté con 26 años. Era un gran lector de literatura infantil que tenía una historia en la cabeza, me presenté y lo gané. Fue entonces cuando decidí presentarme a algún concurso más. Si mi obra no hubiera sido elegida ganadora en aquel primer concurso, nunca habría seguido por ahí. Estudiaba filología inglesa, había empezado medicina, me matriculé en periodismo… Iba dando bandazos. Fue una vocación casi casual, descubierta por casualidad.
—¿Cuándo se atrevió a decir que ya era escritor?
—Te diría que cuando empecé a ganarme la vida con ello, pero creo que antes. Cuando tuve un buen puñado de títulos que lo justificaran. Nunca dije que me sintiese escritor solo porque me publicaran o porque sintiese que tenía que contar historias. En el fondo, visto desde la distancia, sí que era ya escritor.
—¿Por qué o para qué escribir?
—Creo que para ponerme en paz con el niño y el adolescente que fui. Quizá por eso escribo para esas edades. El día que dé el salto a la literatura adulta tendré que buscarme una razón mejor. También para que me quieran porque, como decía antes, lo que a veces no se expresa en directo se puede transmitir cuando estás solo en tu habitación delante de la pantalla.
—Este título defiende un poco el concepto de cambio: la víctima se puede convertir en verdugo (y al revés). ¿Cree usted que esto es así? ¿Cree incluso que el lobo feroz podría redimirse?
—Sí. Lo creo firmemente. La novela es mi aporte, mi pequeño granito de arena, dirigida a todo el que tiene un lobo, un monstruo, al que se haya sentido cómplice de acoso (algo que en el fondo creo que somos todos), porque le invito a que ese miedo, que impone a los demás, lo busque en sí mismo. ¿Por qué lo tiene? ¿Qué placer obtiene de ejercer su poder, de hacer la vida imposible a otros? Pero creo que por supuesto tiene salvación. Igual que creo que una víctima puede replicar los mecanismos que han usado contra él. Pienso que todos estamos entre un punto y el otro.
—¿Cómo se alcanza el equilibrio en esa lucha entre esos dos lobos que tenemos dentro?
—¡Sólo soy un autor! (risas) Ojalá fuera un psicólogo o un prescriptor y supiera arrojar luz sobre el asunto. Porque ambos lobos son necesarios. Quizá, y en primer lugar, aprendiendo a vivir sin miedo, con confianza y con autoestima; y también encontrando un equilibrio entre esa rabia, que a veces necesitamos para enfrentarnos al mundo, y esa necesidad de estar en paz con uno mismo.
—¿Para qué escribió este libro?
—Pensé que lo escribía para los demás, pero en el proceso me di cuenta de que lo escribí para descubrir quién había sido yo en realidad de joven, qué es lo que había hecho bien y mal, y qué habían hecho bien y mal los demás. Fue una manera de arrojar luz sobre esa etapa tan oscura que fue mi adolescencia, de la que me llevé mucho sufrimiento, en la que pensaba que otros eran culpables. Con la escritura de este libro me di cuenta de lo que podía haber hecho por mí y por los demás.
—¿Qué le diría a un niño que se encontrase en una librería, ante una mesa de novedades y se encontrase allí su libro?
—Sería incapaz de decirle nada. Pero así, en este escenario hipotético, le diría que le va a sorprender, que es una novela con la que va a conectar porque creo que el personaje está construido para convertirse en un reflejo del lector, que le va a ayudar a conocerse mejor, y al mismo tiempo, no va a renunciar al entretenimiento, al misterio, a los tintes de thriller. Espero que salga de esta lectura transformado.
—Después de este libro, ¿qué otros proyectos está preparando? ¿Qué tiene en marcha?
—Tengo muchas entregas esperando (tengo en marcha varias colecciones infantiles), así que de momento no tengo espacio mental, tiempo, para desarrollar nuevos proyectos. Pero mi bloc de notas está lleno de ideas, muchas de ellas para futuras novelas juveniles. Por tanto, espero encontrar el momento para desarrollarlas.
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